26 - Despertar.

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Oía los pequeños gorgoritos que hacía mi pequeño mientras jugaba con él y la felicidad del momento me llenaba por dentro intensamente. Estaba sentada con el bebé; al cual le puse el nombre de Jem en memoria a mi viejo amigo.

Lo tenía colocado en mis piernas flexionadas y mi espalda reposaba contra un tronco. No muy lejos, se encontraba Drix observándonos, no se acercaba más de lo debido a mí, pero sí que nos vigilaba desde la distancia. A pesar de haber perdonado; más o menos; a ambos, ellos no se aproximaban mucho, pero siempre pululaban por mi espacio visual.

Todo estaba muy silencioso a mí alrededor, por lo que miré donde hasta hacia unos momentos se encontraba el Dios y allí no había nadie. No me importó, pensé que se habría retirado, cansado de estar allí solo. Busqué también a Erixi y tampoco se encontraba cerca. Eso sí que era extraño, puesto que siempre los tenía; o a uno o al otro; no muy lejos de mí.

Entonces sentí un tirón saliendo de mi interior, como si me hiciese moverme hacía un lugar en concreto. Me levanté con Jem en brazos y lo coloqué bien en ellos mientras me dirigí al sitio al cual me empujaba mi cuerpo.

Con una mano me tuve que tapar los ojos, ya que una luz intensa me cegaba. Esta era igual a la que crucé cuando entré en este lugar, se encontraba en el centro de dos árboles entrelazados, formando una puerta. Me acerqué todavía más a ella, curiosa por ver de qué se trataba y a donde conduciría. No obstante, la fuerza en mi interior se fue intensificando, casi arrastrándome hasta allí y supe entonces que no tenía que cruzar aquella luz o sería separada de mi hijo, de nuevo.

Grité pidiendo que alguien me ayudase, pero nadie vino y la luz me empujaba cada vez más fuerte hacía ella. De repente se escucharon unas palabras flotar en el ambiente:

Dríane, no te resistas, vuelve.

―No. ―Grité en respuesta. ―Déjame.

Sin embargo, no tuvo compasión y sin soltar a mi bebé, crucé ese portal hacía la vida. Las lágrimas caían por mis mejillas sin control, convirtiéndose en la nada, mientras mi cuerpo volvía a hacerse corpóreo y mi hijo desaparecía de entre mis brazos. Chillé por el dolor, me sentía arder por dentro de rabia. Cuando por fin había alcanzado la felicidad, me la arrebatan sin compasión alguna...

Entonces abrí los ojos, encontrándome de nuevo en la Dimensión Divina, sin mi pequeña criatura. Grité de dolor, rabia e ira. Todas agolpándose en mi interior. Entonces vi a Zephía sentada a mi lado, mirándome con el alivio reflejado en sus facciones perfectas; las cuales quería destrozar una a una.

― ¡Tú! ―Me lancé contra ella. ― ¿Por qué me tenías que traer de nuevo a esta mierda de mundo? ¿Por qué? ―Las lágrimas impotentes surcaron una vez más mis mejillas sin ningún consuelo alguno.

Sentí un par de manos agarrándome de la cintura y separándome de la Diosa antes de que pudiese causarle algún daño.

―Dríane, tranquilízate, por favor... gatita. ―Me susurró Drix al oído mientras me sacaba de la habitación y me sentaba en el sofá del templo de mi madre.

Observé todo a mí alrededor, destrozado, incluso quemado en algunas partes. ¿Qué había ocurrido allí? No me importaba, solo quería volver con mi bebé.

»No llores, por favor. ―Dijo Drix al mismo tiempo que con cariño me limpiaba las lágrimas derramadas.

―Quiero volver con él. ―Susurré ya sin ánimo. ―Mátame, te lo suplico Drix. ¡Mátame!

Él no hizo caso de mis palabras, tan solo me acunó en sus brazos dejando que descargase mi pena y frustración en su pecho.

―Yo también quiero volver a tenerlo entre mis brazos y contemplar su carita, pero Driane, él estaba muerto, como nosotros. Jamás hubiera crecido para convertirse en un hombre inteligente y fuerte como su madre... es lo mejor, gatita, créeme.

―No me importa, Drix... No me importa. ―Sollocé.

Seguimos un rato más en esa posición, no supe saber cuánto tiempo. No obstante me sirvió para tranquilizarme y pensar que quizás Drix tuviese algo de razón en sus palabras. Hubiera sido muy duro ver como pasaba el tiempo y que mi pequeño no se desarrollase, siempre siendo un bebé.

― ¿Puedo hablar ya? Quiero ver sus caras, Oniel. ―Dijo una voz femenina con impaciencia y alegría al mismo tiempo.

―Calla, pequeña, deja que se recuperen un poco. ―La mando callar un hombre. ―Siempre igual de impaciente.

Drix y yo nos levantamos para observar a los nuevos visitantes, ambos alertas. Pero en cuanto el Dios a mi lado los vio, su cara se transformó en una cara de total y absoluto asombro.

― ¡Oh, él sabe quiénes somos! ―Dijo emocionada la pequeña mujer, la cual poseía un cabello castaño y unos ojos oscuros que me eran extrañamente familiares.

― ¿Nos conocemos? ―Pregunté con brusquedad, mirándola a ella fijamente.

Él hombre, rubio y de ojos claros, dio un paso al frente.

―Yo soy Orden. ―Se presentó.

―A mí me suelen llamar Caos, pero me puedes decir Eilenor. ―Ella me tendió la mano, pero se la ignoré. ―Tú me liberaste de una torre y luego me salvaste de ese hombre de ojos bicolores. Los tuyos ya no lo son, que curioso. ―Dijo alegre contestando a la pregunta no hecha en mi mirada.

              Comencé a recordar de que me estaba hablando y entonces caí en cuenta de quienes eran ellos

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Comencé a recordar de que me estaba hablando y entonces caí en cuenta de quienes eran ellos. Los creadores de todo lo conocido, incluso de los Dioses. Jadeé asombrada al encontrarlos a ambos allí de pie. Ella era la niña a la cual saqué de aquella torre y que sin saber porque algo me hizo llevarla lejos de Ángel.

―Veo que conseguiste sobrevivir.

―Gracias a ti. ―Contestó ella sinceramente. ―Por eso te he otorgado un regalo...


La Diosa Maldita. (Dioses Y Guardianas 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora