16 - Dudas sin resolver.

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La cabeza de Zephía reposaba en mi hombro, mientras que nuestras piernas se encontraban entrelazadas. Estábamos saciadas después de haber consumado nuestros deseos mutuos y no me arrepentía lo más mínimo de lo sucedido. La realidad de ello es que hacía tiempo que no me sentía tan en paz y llena de una sensación que para mí ya era muy lejana... la felicidad.

La Diosa estaba relajada, su respiración era lenta y uniforme. Sus ojos estaban cerrados mostrando lo cómoda que se sentía en sus brazos.

Acariciaba su cabello de manera distraída cuando ella dio un suave resoplido y se desperezaba poco a poco de su sueño.

—Buenos días. —Susurré.

De su parte solo recibí un sutil gemido en respuesta, entrelazó sus brazos en mi cintura e irguió la cabeza unos centímetros.

—Aun sigues aquí... pensé que huirías. —Rió, pero lo decía de verdad.

—Esta es mi habitación y no puedo ir a ningún otro lugar que no sea este templo... me tienes prácticamente atada a tu cama.

Nos reímos, pero de repente las facciones de la Diosa cambiaron a otras más serias. Me miró a los ojos, se notaba la inseguridad que tenía al formular las palabras contenidas en la punta de su lengua.

—Aun tengo dudas. —Dijo en voz baja.

—Yo las responderé. —Respondí con seguridad. Con mis brazos la subí de un impulso encima de mi cuerpo, ambas aun seguíamos sin nada encima más que una sábana blanca. —Adelante, pregunta.

Agarró con sus manos las mías y bajó su cuerpo hasta estar nuestros rostros a escasa distancia. Me dio un dulce beso y procedió con la pregunta que aun rondaba esa cabecita de Diosa.

— ¿Por qué liberaste a Ángel y al resto de Malditos? —Iba a contentarle la obviedad de la pregunta, pero ella me interrumpió antes. —Ya sé que buscabas venganza... pero yo creo que había otro motivo detrás de tu decisión.

Giré la cara hacia otro lado, para que no viese mi mirada de tristeza. Ella había visto la crudeza de parte de mi pasado, le había mostrado cosas que nadie más sabía... bueno las que conocían la verdad están muertas.

Noté sus dedos cogerme del lateral del rostro con suavidad y volverme a colocar la cara en su lugar. Sus labios rozaron mi frente y pude sentir algo que no había sentido en siglos: cariño, respeto y amor. Sentía como estos sentimientos salían del alma de la Diosa de la Vida y la Naturaleza y estos me acariciaban la mía propia, curándola y expulsando la negrura de su interior.

—Tienes razón. No solo fui en busca de venganza, también pensé que mi otro progenitor podría darme lo que Erixi solo daba a su otra hija. Absurdo, ¿Cierto? —Reí, pero con una punzada de dolor en el corazón. — ¿Quieres ver cómo fue el reencuentro con él después de casi diez años sin vernos? —Ella asintió y yo se lo mostré en ya nuestro típico ritual.

***

―Padre. ―Dije con voz fría.

― ¿Dríane? ―Preguntó confuso mi progenitor. ― ¿Cómo es que una perfecta hija como tú, libera al Maldito con la mayor diana en el pecho?

―Madre me ha repudiado. ―Confesé.

Él se levantó de la orilla del mar, se acercó más a mí. Me miró a los ojos fijamente, buscando algo... y lo encontró. En su rostro se vio dibujada una gran y espeluznante sonrisa.

― ¿Qué has hecho para corromperte? ―Cuestionó curioso.

―Maté a Eitxi. ―Respondí rabiosa al recordar lo ocurrido.

La estupefacción cubrió su rostro por completo. «Así es padre, maté a mi hermana melliza.». Pensé cual irónica era la vida. Soy una Diosa Maldita.

Observé mi reflejo en un espejo de la casa donde había pasado los últimos meses, en el pude ver que mi mirada había cambiado... uno de mis iris era totalmente rojo sangre, como el de mi padre. Eso quería decir que era una Maldita con todas las letras y consecuencias. No me importaba, ya no me quedaba nada por lo que vivir.

―Dríane. ―Me llamó mi progenitor.

― ¿Qué ocurre padre?

Fui a la cocina, donde él estaba de pie, inspeccionándolo todo y poniendo cara de desagrado.

― ¿Por qué estamos en este horrible lugar? Tendríamos que estar en un lugar digno de nuestra sangre y poder.

Este lugar me traía tantos buenos y tristes recuerdos que me había sido imposible marcharme de él, aun siendo una pequeña y humilde cabaña.

―Sí, padre.

Unos días después nos encontrábamos en un torreón cercano a la costa, este era oscuro y estaba cercano al lugar donde tendríamos que atacar para liberar al resto de Malditos. Ellos serían nuestro ejército y así podríamos pasar a la siguiente parte del plan, la cual aun no me ha contado Ángel.

Tuvimos que pelear duro contra las Guardianas que controlan las celdas acuáticas. No sentí nada cuando tuve que matarlas, nada. Mi corazón y mi alma cada vez se estaban impregnando más del poder de Eitxi, este me corrompía por dentro. La insensibilidad ya era parte de mí, así como la indiferencia, el rencor y la malicia pura.

Tardamos casi una treintena en lograr liberar a los Malditos encerrados, mas uno de ellos se escapó de nuestro lado en cuanto pudo. No nos importó por el momento. Además, ya no quedaban Guardianas que pudiesen estropear nuestros planes.

―Padre.

―Dríane. ―Contestó el aludido mirando al mar desde el balcón de su habitación.

―La primera parte del plan ya está resuelta. Ya tenemos a nuestro ejército de Malditos. ―Tras una pausa para dar énfasis a mis palabras. ―Cuéntame la siguiente parte.

―Encontrar a Caos y devolverle su poder.

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¿Qué o quién será Caos...? ¡Os reto a adivinarlo!

¡Un besote para todxs! :D

La Diosa Maldita. (Dioses Y Guardianas 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora