30 - Sentimientos.

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Me separé del cuello de la Diosa un tanto confundía, ya que me resultaba extraño sentir lo que ella sentía y conocer sus pensamientos. Ahora entiendo cuando al comienzo de nuestras sesiones salía un poco trastocada.

Con la tela de la túnica que llevaba puesta me limpie sin cuidado la sangre de mi boca. Observé que yo había tardado más que el resto, me imaginaba que Zephía no les habría mostrado lo mismo que a mí.

―Esa... No entiendo como nunca me di cuenta de la ponzoña de su interior. ―Gruñó Erixi.

― ¿Cuántas veces me hice esa misma pregunta, madre? ―La ironía desbordaba mis palabras. ―Ya no se puede hacer nada y me alegro de que no exista en ninguna de las Dimensiones.

―Y yo. ―Terció Drix. ―No quiero que nada se interponga de nuevo en la vida de nuestro hijo.

Agarró mis manos y las enlazó entre si, pero yo las aparté en un movimiento rápido. Lo miré con el ceño fruncido y él me dedicó una sonrisa como las de antaño, esas que me derretían, sin embargo ya no tenían el mismo efecto.

―Que os haya perdonado, o esté en ello, no quiere decir que puedas tocarme sin mi permiso o que todo vuelva a ser de color de rosa. ¿Entendido? ―Argumenté serena, pero firme. Él solo asintió.

Me giré para encarar a la Diosa a mi otro lado, la cual al oír mis palabras, tenía una mirada esperanzada en su rostro de porcelana.

―Tenemos que hablar. ―Ella asintió por respuesta. Acaricié su mejilla con cuidado y gran afecto. ― ¿Vamos?

Le tendí la mano para irnos de allí y la Diosa me la agarró con fuerza. Parecía que no quería que me escapase de su lado.

― Un momento. ―Nos interrumpió Erixi. ― ¿Eras tú quién la escondió aquí? ―Cuestionó sorprendida.

―Sí, yo la salvé de ti, cuando por poco acabas matándola... ―Soltó encarándola. ―No me arrepiento de una sola de mis decisiones, Erixi y tienes que saber que como te metas contra ella, será como si te estuvieses enfrentando conmigo. ¿Entendido?

No fui la única en la habitación en mirar sorprendida a la Diosa, la que había hecho algo que nadie había hecho jamás por mí. Enfrentarse a mi madre y defenderme sin avergonzarse de estar juntas. Mi corazón latió deprisa por la emoción y las ganas de besarla con frenesí.

―Gracias por salvarla, amiga mía. ―Dijo con una sinceridad desbordante Erixi.

―Y en cuanto a ti. ―Señaló esta vez a Drix. ―Le vuelves a hacer daño y lo mismo te digo.

Ya no me contuve, reí en alto mientras hacía que nuestros labios chocasen entre sí en un intento de aliviar las emociones burbujeantes de mi interior. La rodeé con los brazos e intensifiqué el beso. Cuando nos separamos para coger aire, ella pareció desconcertada.

― ¿Cómo...? ―Cuestionó. Nos había traído a su templo, en concreto a su habitación. Sonreí y ella también. ― ¿Qué habrán pensado de nosotras?

―Que les jodan a esos dos. Y ya puedo usar mis poderes, el trato ha terminado.

―Se que te escapabas de aquí usando el espíritu. Tramposa. ―Ahora se rió ella.

―Técnicamente no salía del templo, como tú me hiciste prometer.

Ella me empujó hasta que caí sobre la cama, se subió sobre mi cuerpo y volvió a unir nuestros labios. La Diosa era lo más excitante que había visto nunca cuando ella se lo proponía. Con manos ansiosas le comencé a desabrochar el lazo de la túnica, pero ella me las agarró encima de mi cabeza. Las dos sabíamos que me podría soltar fácilmente, pero quería ver que se traía entre manos...

―Cada vez es más impresionante. ―Comenté.

Ella se giró en mis brazos, sus parpados se encontraban entre cerrados por lo exhausta que se había quedado en nuestro apasionado encuentro. Sin embargo aun le quedaron fuerzas para mostrar una pequeña sonrisa que iluminó la habitación entera.

―Eso es porque te amo...

Sus palabras me impactaron. La miré en ese mismo instante, pero ella se había quedado dormida nada más soltar la bomba sentimientos. Acaricié su muslo, el cual estaba entre los míos enredado. Este era sedoso y muy sugerente... no obstante lo aparté y me levanté de la cama. Tenía que ir a ver a un Dios en concreto.

Un rato después, tras haberme dado una ducha para dejar atrás el más que agradable momento compartido junto con Zephía, me aparecí en el templo de Drix.

Sus sirvientes me atendieron sorprendidos de verme allí, ya que eran mortales no eran los mismo de los antiguos tiempos. Me dijeron que el Dios no tardaría en atenderme, por lo que me senté en el sofá a esperar.

―Gatita, no te esperaba. ―Oí que decía el Dios a mis espaldas. Levanté el trasero del asiento. ―No te levantes, quédate como estas. ―Corrió hacia mí para sujetarme y que no me moviese, como si fuese una inválida.

―Drix... varias cosas: Uno, no me llames gatita. Dos, no soy inválida, solo estoy embarazada. Tres, tenemos cosas que hablar. ―Aclaré mis puntos.

―En lo último estoy de acuerdo. ―Contestó.

Hice un poco más de distancia entre los dos, no me sentía cómoda cuando estaba tan cerca de mí. No como antes por lo menos.

―Verás... ―Comencé. ―Mi hijo es lo más importante de mi vida, lo fue y lo será. Es mi prioridad. ―Asintió despacio. ―Hemos pasado por muchas cosas tú y yo, Drix. Muchas. Simplemente no puedo olvidar de la mañana a la noche que me hiciste sufrir mucho con tu desprecio y desconfianza. ―Le corté con la mano para que no me interrumpiese. ―Sé que Eitxi tuvo que ver en gran parte en tu comportamiento, por eso mismo estoy tratando de perdonar tus faltas contra mí y mi bebé en el pasado. Quiero seguir adelante con mí vida y dedicarla a ser feliz con quienes me hacen disfrutar del momento. ―Sonreí al pensar en Zephía junto a mi precioso niño. ― ¿Comprendes?

Él pensativo durante un momento asintió despacio antes de hablar.

―Creo que intentas decirme que no me meta en tu vida, ¿Me equivoco?

―No.

―Pero yo quiero ver crecer a nuestro hijo, soy su padre...

―No digo que no te vaya a dejar formar parte de su entorno, solo que no va a ser como hace tantos siglos. Lo que hubo entre nosotros se acabó. ―Drix asimiló mis palabras con cara pensativa, no muy convencido de ello.

―Acepto lo que me ofreces. No me queda otra...

―Asúmelo, eres inteligente y sabes que es cierto.

― ¿Sabes gatita otra cosa que sé? ―Sonrió al ver mi cara de molestia por el apodo. ― Que yo te amaba y por ello comprendo que te tengo que dejar ir. Ahora le has entregado el corazón a otra persona y quiero verte alcanzar la felicidad que te mereces después de tanto sufrir.

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Solo tengo una cosa que decir, que este es el último capítulo de la Diosa Maldita... ¡pero aun queda el epílogo!

Espero que os haya gustado la historia tanto como a mí escribirla (aunque a veces me cueste).

Por cierto, si os habéis quedado con ganas de saber más sobre Caos y Orden buscad en mi perfil La Dama Caos.

Ahora sí, me despido.

❤ ❤ ❤ Un besote mis bellxs lectorxs! ❤ ❤ ❤

Pd: aun hay alguna cosica que saber, no os perdáis el epílogo. (-‿-)

La Diosa Maldita. (Dioses Y Guardianas 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora