20 - Promesas de sangre.

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Me encontraba tirada en el sofá, esperando a que Ángel llegase de otro de sus malévolos planes. Estos incluían seducir a la última descendiente de las Guardianas del Bosque, pero esa perra humana no tenía ni idea de lo que era ella. No obstante, si se llegará a enterar no podría hacernos frente, ya que era débil.

Me levanté y entonces en aquel momento entró él a la casa, la cual habíamos robado a una vieja rica y estirada. Sus cenizas ahora se encuentran esparcidas por el rio que pasaba cercano a la propiedad. Ups.

―Hola, papi. ―Lo saludé irónica. ― ¿Alguna novedad con esa zorra humana?

Se acercó a mí y me agarró de una de mis coletas, estiró un poco hacía abajo antes de soltarla. Ahora fue él el que se tiró de lleno en el sofá.

― ¿Sabes? Cansa mucho esa estúpida... pero al fin he conseguido lo que quería. ―Mostró una sonrisa lenta y letal. ―Está embarazada.

― ¿¡Eso es lo que querías de la mortal!? ―Pregunté gritando, entre horrorizada y estupefacta ante tal revelación. ―Yo no quiero ningún hermano más.

Agarré mi cazadora de cuero tirada en un sillón y me dirigí a la puerta de la casa. No soportaba los lamentables planes de Ángel, pero es lo único que me quedaba. No obstante, no iba a soportar la carga de otro hermano más y eso se podía solucionar rápido.

― ¿A dónde te crees que vas, Driane? ―Cuestionó mi progenitor mientras se levantaba airado.

―A acabar con esa perra ya mismo, que es lo que tendríamos que haber hecho desde un comienzo. ―Grité mientras lo encaraba. Él estaba que echaba humo por la nariz. ―Si alguno de tus Malditos se enteran de que sabes dónde está la última de esas zorras, se acabó y lo sabes tan bien como yo.

Me agarró del brazo con brusquedad y me tiró al suelo. Estaba realmente furioso. ―No se van a enterar, porque nadie les va a decir nada. ¿Te enteras? ―Gruñó mirándome desde lo alto.

― ¡No entiendo para qué quieres a ese bastardo! ―Grité ahora yo enfurecida mientras me levantaba del suelo.

―Porque si sale una niña, ella será imparable. Imagina la mezcla de su sangre... impresionante. ―Dijo perdido ahora en sus pensamientos.

― ¿Y cómo pretendes que esa bastarda se una a nosotros? Su madre ni siquiera sabe lo que es.

Me encontraba a tal nivel de frustración que quería golpear a alguien y al único que tenía cerca era a mi progenitor, el cual estaba más loco que una puta cabra.

―Cuando nazca, nos la llevaremos y mataremos a su madre. Simple. ―Me dijo como si fuese corta de entendederas.

―Ya lo veremos. ―Gruñí por lo bajo y me fui a mi habitación sin ganas de seguir escuchando ni una más de sus estupideces, las cuales nos iban a llevar por un mal camino. Tenía ese presentimiento de mierda en mí.

***

Desperté agitada debido al sueño/recuerdo que había tenido. Estúpido Ángel. Si no se hubiera cegado en absurdos planes... en fin ya no hay demás en pensar en eso. Tenía mejores cosas en las que preocuparme, como por ejemplo en lo tranquilos que están los Dioses, habían pasado varios días en los que ni Erixi o Drix habían dado algún aviso de que me encontraba en esa dimensión y eso era de lo más extraño.

Quité los brazos de Zephía de mí alrededor, mientras yo intentaba levantarme para ir a darme una ducha y borrar esos estúpidos recuerdos junto a mi otro progenitor. Ellos daban asco como padres, tal para cual. Al menos junto a Ángel no tuve que soportar a ninguna Eitxi y mi carácter ya estaba lo suficiente endurecido como para soportar su manera de ser.

Al salir de la ducha, me encontré a la Diosa tumbada pacíficamente en el centro de la cama, la cual compartíamos desde hace unos días. No pude evitar que una sonrisa escapase de mis labios, pero solo fue por un fugaz momento. Volví a tumbarme junto a ella y no pude evitar en el corto plazo que me quedaba de estancia allí. Al comienzo lo único que quería era largarme de ese puto lugar como fuese, me traía los peores recuerdos posibles. Ahora lo único que quería era quedarme junto a la Diosa que había hecho que mi corazón se desentumeciese y por supuesto matar a dos Dioses de mi lista negra, me conformaba con hacer sufrir al resto y eso era más de lo que les hubiera dado si no llega a ser por Zephía.

Sonreí imaginando sus suplicas y ruegos. Ah, que felicidad me daría que eso sucediera no a más tardar. Me lo iba a pasar en grande entre su sangre y vísceras, tal vez podría hacer una fiesta y así no era yo la única en disfrutar. Lo pensaría... así aprendería la gente que no se tenían que meter con la Diosa de la Venganza.

Entonces sentí como la Diosa a mi lado se removía en su sitio, como si hubiera podido escuchar mis pensamientos y estos la hubieran inquietado. Sus brazos se estrecharon en mi cadera, haciendo que me acercase más a ella. Contemplé su rostro, dulce y calmado, «no como cuando está muerta de celos.», pensé. Un momento después abrió sus ojos, esos bonitos orbes de color azul brillante.

― ¿Me estabas observando? ―Preguntó coqueta mientras yo le apartaba un mechón rubio platino del rostro y lo enroscaba en mi dedo, era realmente sedoso.

―Sí.

― ¿Qué pensabas?

―En el futuro. ―Sonreí feliz ante la visión de la sangre que correría por toda esta Dimensión. Besé sus labios con pasión y nos dedicamos a otros actos que no incluían hablar.

La Diosa Maldita. (Dioses Y Guardianas 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora