14 - Muerte.

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«Mi pequeño... Está muerto.».

Esas palabras se repetían en mi mente una y otra vez. El dolor se había agolpado en mi corazón, me sentía a punto de morir de pena.

— ¿Qué pasa hermanita?

La voz burlona de Eitxi me hizo reaccionar y salir del trance en el cual me encontraba después de dar a luz a mi bebé. Fijé mi visión en el objetivo de mi miseria, mi ira, mi venganza... Eitxi.

Con un grito ensordecedor me tiré encima de ella, la cual se apartó de mi lado como si nada. Me levanté del suelo llena de ira, había recuperado todo mi poder y ahora mismo me encontraba en mi máximo apogeo. Logré agarrarla y tirarla al fango.

— Eres el ser que más odio despierta en mi interior. Mi hijo, tú, sucia escoria, lo has asesinado.

— ¿Ese bastardo? Era una abominación, no debía de existir. Como tú. —Escupió Eitxi.

— ¿Qué mal te he ocasionado para que tengas tanto rencor hacia mí, hermana? —Gruñí.

—Drix tenía que ser mío, pero él siempre te prefirió a ti. —Contestó con amargura. —Por lo menos he conseguido que no solo él te odie, sino también madre. —Se carcajeo gloriosa.

Antes de que me diese cuenta se incorporó y con un movimiento de su mano atrajo a la pequeña Dría y a mí me tiró lejos. La niña debía estar escondida cerca del lugar donde peleábamos. Poco después salieron también de su escondite Jem y Lili, estos portaban el horror en sus rostros.

— ¡Eitxi, deja a la niña! —Grité.

Ella no hizo caso a ninguna de mis palabras e hizo que en su mano apareciese una daga. Con la misma rajó el pequeño y frágil cuello de la pequeña.

— ¡No! —Gritamos tres voces al unísono, perdidas en la desesperación.

Los siguientes acontecimientos ocurrieron demasiado deprisa. Lili y Jem salieron corriendo para detener a Eitxi, pero fue demasiado tarde y ambos acabaron también degollados por el mismo puñal.

No podía creer nada de lo acontecido en este día... me sentía incapaz de afrontar los hechos, pero algo dentro de mi si pudo hacerlo y no sé aun como lo hice... solo sé que en un instante estaba al lado de Eitxi con la mano enterrada en su negro corazón. Sentí toda la podredumbre que consumía el mismo. Clavé las uñas con saña y absorbí todos los poderes de la Diosa de la Discordia, ahora fluían en mi interior.

Saqué la mano de dentro de Eitxi y la miré con asco, odio y un millar de sentimientos similares, todos ellos encontrados en un mar de venganza.

— Ya no eres una Diosa, hermana. —Susurré en su oído.

— ¿Qué me has hecho? —Preguntó por primera vez aterrada.

—Venganza.

La agarré del cabello y la arrastré hasta donde se encontraban los cadáveres de mi verdadera familia. Hice que se arrodillase frente a ellos.

— ¿Los ves? Observa sus rostros, hermana. —Dije furiosa. —Pronto estarás igual que ellos, pero antes te mereces que todos sepan lo que eres en verdad.

Nos hice aparecer en la sala donde se estaba celebrando el Consejo Divino. Allí se encontraban los Siete Dioses Esenciales, entre los que se incluían mi madre y Drix... Todos al vernos se levantaron de sus respectivos asientos y aguardaron por una respuesta.

— ¿Qué ocurre aquí? —Fue mi madre la primera en preguntar.

—Hoy ha comenzado mi venganza. —Sentencié en voz alta. —Comenzando por hacer mortal a tu querida Eitxi.

Un jadeo de sorpresa colectivo inundó la sala. Erixi empezó a acercarse hasta donde nos encontrábamos.

— ¡Quédate donde estas si no quieres que le clave el cuchillo! —Ordené.

— ¿Qué es lo que quieres, Dríane? Dímelo y te lo daré, pero no la mates. —Suplicó la orgullosa Diosa de la Lucha y la Guerra.

—No quiero nada ya de lo que tú puedas ofrecerme. Ella se ha encargado de arrebatarme todo lo que amaba. —Grité colérica mientras apretaba en su cuello el puñal, el mismo que aun tenía la sangre caliente de las anteriores víctimas. — ¿Veis la sangre que gotea de este cuchillo? Ella fue quien lo hizo. ¡Ella los asesinó!

— ¡Se ha vuelto loca! —Gritó Eitxi aun entre mis brazos.

—Yo me habré vuelto loca, hermana, pero tú estás muerta. — Degollé su mortal cuello mientras le susurraba al oído: —Esto es por mi bebé, Jem, Lili y la pequeña Dría.

Su corazón dejó de latir casi al instante. Tiré su cuerpo vacio de vida a los pies de mi madre y sonreí. El grito de ella rompió cada una de las vidrieras de la habitación. Se tiró encima de la muerta y la acunó en sus brazos.

En ese mismo instante un gran espesor se instaló en mi mente, haciéndome caer al suelo. Eran los Dioses tratando de contenerme, yo intentaba luchar contra ellos. Ellos eran demasiado fuertes para poder resistir por mucho más tiempo, por lo que opté por escapar de allí y me trasporté a mi antigua casa.

La Diosa Maldita. (Dioses Y Guardianas 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora