4 - Resaca.

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La garganta me picaba y raspaba de una manera que no era normal. Levanté el culo de la cama para ir a por una botella de litro y medio a la cocina. Malditos Dioses, puta resaca.

― ¿Por fin te levantas de la cama? Pensé que te quedarías allí hasta que acabase el mes.

―Quieres dejar de hablar... tu voz es peor que un martillo neumático contra la acera en hora punta. ―Gruñí en un susurro.

Arrastré mi cuerpo hasta la cocina con Zephía pisándome los talones. Entonces mi vista se centró en el agujero de la pared y lo ocurrido apareció por arte de magia en mi jodida mente. Lo ignoré y fui directa a la nevera. Localicé la tan ansiada botella, pero cuando me di la vuelta casi me choqué contra la diosa.

―Qué haces persiguiéndome. ―Solté con brusquedad.

― ¿No sientes ni una pizca de remordimiento por lo de ayer?

―No.

La aparté de un empujón y me marché a mi habitación. Sentir remordimientos... ¿Yo? Me reí con fuerza por dentro. Esa fase la pasé hace mucho tiempo ya.

El contenido de la botella no duró ni quince minutos en su interior, la sed podía conmigo y me la tragué con pura ansia. Estrujé el plástico y lo tiré a la papelera, tumbada desde la cama. La verdad era que me estaba aburriendo, mucho.

De repente unos débiles golpes sonaron en la puerta y poco después la cabeza rubia de la diosa emergió al interior de la habitación.

― ¿Puedo pasar? ―Cuestionó. Hice un gesto de consentimiento con la cabeza. ― ¿Quieres... una de nuestras sesiones?

Tensé la mandíbula junto con el resto de mi cuerpo, pero en fin no tenía nada mejor que hacer en este infierno divino. Al levantarme de la cama, ella dio un paso para atrás, me reí por lo absurdo de ese gesto. Si quería hacerle daño con ese gesto no se pondría a salvo.

―Ven aquí. ―Le ordené. Ella se acercó a paso lento hasta la cama y cuando ya estaba a mi alcancé la agarré del brazo e hice que se sentará en el borde, para después tumbarla de un empujón en el pecho. ―No tengas miedo, todavía no te mataré. ―Me burlé.

Como últimamente, me corté en la palma de la mano izquierda. El brillante líquido rojo resbalaba por el dorso de la mano, pero antes de que se derramase más sangre, se la apreté contra la boca. Ella soltó un gemido antes de que los ojos se le pusieran en blanco y nos transportase al pasado. Sabía que recuerdo escoger esta vez. Reí con amargura.

***

―Dríane, no te marches aun, tengo unos asuntos que comentarte. ―Habló Drix.

Asentí en respuesta a sus palabras. Cuando Eitxi pasó a mi lado me golpeó con su hombro y me miró con malos ojos antes de gesticular una amenaza para que recordase que debía de parar los pies al dios.

Una vez a solas, Drix se acercó a mí de manera más íntima, apretando su cuerpo al mío. Agarró mi mano y nos guió al interior de su templo, al salón. Me hizo sentarme en sus piernas. En este tiempo junto a él he descubierto que le encanta acariciarme la espalda y el pelo mientras me recuesto sobre su pecho.

―Tu madre vino a hablar conmigo el otro día.

―Lo sé, dice que últimamente siempre estoy aquí y que algo malo debo de hacer...

―Le dije que estoy ayudándote a descubrirte como diosa, a averiguar tu poder.

― ¿Crees que sospeche de nosotros? ―Cuestioné con miedo.

―No, pero hay que tener cuidado... tu madre es la Diosa de la Guerra y la Lucha, no hay que tomarlo a la ligera.

Me quedé pensativa a la par que tensa, tenía que hablar con Drix de lo ocurrido con Eitxi pero no sabía cómo decírselo.

― ¿Qué ocurre, pequeña? Te noto nerviosa.

―Verás... tengo algo que contarte y no te va a gustar... Eitxi ha descubierto lo nuestro y me está amenazando para que te deje o se lo contará a madre. ―Lo solté todo de carrerilla.

― ¿Eitxi? Pero si es una niña muy dulce... ¿No te estarás confundiendo con lo que dice?

No podía ser. ¿Él también? Tenía ganas de llorar por la frustración de la situación. Todo, absolutamente todo el mundo ve a mi melliza Eitxi como una chica buena y dulce, y a ella como la mala y arisca Dríane, que todavía no sabe cuál es su don. También aparecieron unas terribles ganas de gritar.

― ¿No me crees? ―Pregunté, pero ya sabía la respuesta. ―No da igual, no hace falta que contestes.

Me levanté dispuesta a salir ya mismo de allí, pero sus fuertes brazos atraparon mi diminuta cintura y me volvió a sentar en sus piernas. Antes de poder protestar sentí sus labios contra los míos. Fue un beso suave y tierno. Con una de sus manos me enjugó las pocas lágrimas que se habían escapado de su confinamiento. Después me rodeó con sus brazos y me besó con ternura en la frente.

―Yo me encargaré de todo, tranquila. Te lo prometo.

Enterró su rostro en mi cuello, mientras me daba besos a lo largo de este y me acariciaba con la nariz. Me estremecí y no pude contener un gemido. Apretó sus brazos a mí alrededor antes de soltarme.

―Debes irte ya. Recuerda que te lo he prometido, no estés alterada. Confía en mí.

Su cálida sonrisa logró reconfortarme un poco, pero tenía verdadero pánico de lo que sucedería ahora. Esperaba que Eitxi temiese a Drix, por lo menos un poquito.

***

Siempre que le enseñaba algo del pasado la diosa se quedaba en estado de estupefacción y sin saber cómo reaccionar. Pasé por su cara mi mano, en la cual la herida ya se estaba cerrando, y pareció volver a la realidad.

―No sabía... No sabía que tuviste algo con Drix...

―Ya. ―Dije con amargura. ―Ni tú, ni ningún otro dios.

― ¿Cuantos años tenías? Parecías muy joven.

―Esto es casi tres meses después de la presentación como Diosas ante los demás.

Zephía se tapó la boca, la cual se le había abierto como un pez besugo.

―Tan solo tenías catorce años, eras una niña...

― ¿Qué importa? ―Me encogí de hombros con indiferencia. ―Ya no lo soy. Entre todos os encargasteis de arrancarme la infancia, pero al que menos culpo en aquel tiempo es a Drix. Él fue el único que estuvo ahí y me mostró algo de cariño. No quita que si me lo cruzo en estos momentos quiera desgarrarlo lentamente y ver como cada una de sus extremidades es estirada y rasgada, sin que quede ninguna articulación, ni músculos, ni tendones vivos. Quiero ver como esa masa de mierda divina se pudre durante la eternidad.

Sonreí al imaginarme semejante escena y lo maravilloso que sería poder hacer mis sueños realidad... Cuantas veces me había recreado la escena y creer que podría suceder aquello. Joder, deseaba tanto poder despedazarlo con mis garras que hasta habían aparecido ahora mismo en mis manos. Reí sádica y cruelmente. Me moría de ganas de echarle las zarpas encima a ese hijo de puta.

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¡Holaaaaaaaaa! ¿Qué tal estáis? Espero que bien:D

Quería proponer un reto... si os habéis dado cuenta todavía no se sabe cual es el don de Dríane. Quien lo descubra y me lo diga en los comentarios, le dedicaré el próximo capítulo. ¿Os gusta el reto? ;)

Y ya sabéis, si os ha gustado sois libres de darle a la figurita con pinchos o comentar... y ya como locura total, ¡hacer ambas!

¡Un besote para todxs, buen día! :D

La Diosa Maldita. (Dioses Y Guardianas 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora