–Mi hermano se llama Tistofer.
¿Tistofer? ¡Claro! ¡Cristofer!
Ahora entendía que se me hacía parecida a alguien. Era la hermana pequeña de Cristofer, de quien me había platicado. Me hacía feliz el hecho de por fin conocerla.
Luego caí en cuenta de que el momento no era el mejor. La niña había dicho que los estaban siguiendo, así que Cristofer debía de estar en peligro. Unas ganas de ir en busca de él me llenaron, pero no podía ir a ningún lado.
Debía de cuidar de su hermana, después de todo, él había confiado en que y podría cuidarla, sino no la hubiese mandado conmigo.
Ahora debía mantener la calma, por el bien de la niña.
Fui en busca de más chocolate para ella, y de paso busqué unas galletas que había comprado con anterioridad.
–Bien, ahora dime, ¿Cómo te llamas?
–Me llamo Lindy –tomó una galleta, sonriente. Estaba por llevársela a la boca, cuando volteó a verme– ¿y tú quién eres?
–Mi nombre es Britani.
–Mucho gusto –dijo, para ahora sí, meterse la galleta a la boca.
Estuvimos largo rato comiendo galletas y tomando chocolate. Me contó más sobre ella y su hermano, sobre cómo se portaba con ella, cuando jugaban, inclusive la vez en la que se distrajeron mientras cocinaban y la comida se les quemó, ocasionando que la cocina se llenara de humo.
Entre risas, estuvimos esperando, hasta que empezó a bostezar.
–Creo que será mejor que vayas a dormir.
–Sí –se frotó los ojos, y me dio la mano, pero cuando nos disponíamos a ir a mi cuarto, se acordó de algo– ¡No! ¿Y mi hermano? ¿Qué pasará con él? –Sus ojitos se cristalizaron– Es lo único que tengo.
La cargué, arropándola entre mis brazos.
–No te preocupes, él estará bien. Además, ahora me tienes a mí.
Aquello pareció tranquilizarla un poco, ya que dejó de llorar.
–Prométeme que no me dejarás sola, y que mi hermano regresará. Y cuando lo haga, junto contigo seremos una gran familia.
Bostezó de nuevo, y sus ojitos se fueron cerrando poco a poco. La metí entre las mantas, y le besé la frente. Una lágrima silenciosa se escapó de mis ojos. No sabía si podría cumplir esa promesa, pero tampoco podría decirle que no a ella.
–Te lo prometo –le susurré, aun sabiendo que ya estaba dormida.
Volví a bajar a la sala, y me asomé a ver por la ventana. Había comenzado a llover a de nuevo.
–Por favor, que estés bien, Cristofer. Vuelve pronto. Hazlo por tu hermana y por mí…
