Después de todo el acontecimiento de la noche y parte de la mañana, me encontraba preparándome para el partido que comenzaría dentro de unas horas.
Había decidido vestirme algo abrigada, ya que la noche parecía tornarse fresca. Faltando media hora para el partido, Valeria había pasado por mi casa para irnos juntas a la escuela.
Llegando allá, nos encontramos con Cristofer y Lindy, quien me había pedido que la acompañara a comprar dulces.
Mientras Lindy se quedaba en un puesto comprando palomitas, yo me había dirigido a otro a comprar refrescos. Después de tenerlos entre mis manos, iba a caminar hacia donde había dejado a Lindy, pero choqué con alguien al dar la vuelta.
Pedí disculpas sin voltear a ver, tratando de seguir caminando y no derramar nada. Pero mis pasos fueron pocos, porque me jalaron del brazo, haciéndome tirar los refrescos del movimiento brusco.
Al quedar de frente, alcé la vista y me quedé impactada: había chocado con nada más y nada menos que la novia de Cristofer.
–Perdona por haberte empujado –dije, tratando de largarme de ahí– no quiero problemas.
–Pues más te vale que sigas disculpándote, ¿Quién te crees tú para empujarme y luego querer largarte así como si nada?
–Ya dije que lo sentía…
Una de las acompañantes de Rubí me observó de pies a cabeza, arrogante, y se acercó a ella.
–Oye, Rubí, ella es la chica de la que te conté con la que vi a Cristofer ayer.
Bueno, ahora sabía que la novia de Cristofer se llamaba Rubí.
Rubí se giró hacia mí de manera precipitada.
– ¿Qué rayos hacías ayer con mi novio, zorra?
Me quedé aturdida por un momento. ¿Me había llamado zorra?
– ¿Disculpa?
Me dio una sonrisa de suficiencia.
– ¿Aparte de zorra también eres sorda?
Se giró hacia sus amigas y se empezaron a reír a carcajadas. Sentí la sangre hervir.
¿Cómo es que Cristofer salía con alguien tan detestable como ella?
– ¿Cómo me has llamado?
Ups. Tal parecía que no lo había pensado solamente.
–Yo no quise decir nada.
–Pero lo has hecho.
Levantó el brazo y lo impulsó hacia mí, con la intención de darme una bofetada, pero antes de que pudiera tocarme siquiera, sostuve su brazo en el aire. Ella empezó a gritar como loca.
–No trates de ponerme una mano encima –y le solté el brazo para que dejara de gritar.
Sin previo aviso, nos hallábamos rodeadas de un tumulto de gente, que había escuchado los gritos y ahora se encontraban coreando como retrasados “pelea, pelea”.
– ¿Qué demonios está sucediendo?
Me giré al oír aquella voz. Oh no.
Entre la gente, trataba de abrirse paso Cristofer.
– ¡Mi amor! –Se abalanzó Rubí a sus brazos, como si estuviera a punto de desmayarse–. Esta tipa me empujó, luego empezó a decirme cosas muy feas, y cuando quise frenarla, me ha lastimado.
Cristofer se giró hacia mí, con la mirada seria.
– ¿Es cierto eso, Bri?
Las amigas comenzaron a corear dándole la razón a Rubí, y la mirada decepcionada de Cristofer fue la gota que derramó el vaso.
–Cree lo que quieras.
Me alejé lo más rápido de ahí, y después de encontrar a Valeria, contarle atropelladamente todo lo que había pasado, decidimos irnos de ese lugar.
Al llegar a mi casa, estampé con fuerza la puerta de entrada y me deslicé en ella hasta llegar al suelo y abrazar mis piernas.
Dudaba que Cristofer me creyera a mí, después de todo, ella era su novia, y yo solo una chica a la que no llevaba mucho tiempo de haber conocido.
Me quedé un buen rato ahí, pensando, hasta que el cansancio pudo más, y decidí mejor irme a dormir.