Un año después…
Después de haber estado un tiempo trabajando, había decidido seguir con mis estudios.
Ya tenía 19 años, y hoy sería mi primer día de clases en la universidad, así que decidí vestirme con una ropa casual para comenzar.
En la escuela…
Estando en la universidad no sabía a donde ir y no conocía a nadie. Mientras caminaba, varias chicas y chicos me miraban raro y hablaban entre ellos sin dejar de verme; decidí no tomarle importancia y seguir mi camino, hasta que choqué con un chico y caí al suelo tirando los libros que llevaba en el brazo.
El chico solo se disculpaba, y yo no le tomaba importancia; estaba más ocupada tratando de levantarme y levantar mis libros.
–Lo siento –dijo– disculpa, en serio no te vi.
–No te preocupes –le respondí, mientras me limpiaba y trataba de tomar mis cosas del suelo.
Cuando levanté la mirada del suelo para voltear a ver al chico con el que había chocado, me quedé impactada al ver su rostro. ¡Era él! El chico de los ojos verdes. Aquel chico del cual no dejaba de pensar desde el día en que lo vi en la cafetería. Estaba frente a mí y no me lo podía creer.
–Lo siento –volví a escuchar por parte de él.
–No te preocupes –le respondí algo nerviosa.
Después de pedirme por millonésima vez disculpas, escuché que sonó el timbre que significaba entrar a clases y después de ayudarme a levantar todo, se despidió de mí y se fue.
Yo solo me quedé parada viendo como el chico se alejaba y desaparecía entre los demás estudiantes.
Mientras volvía a seguir caminando, recordé que al entrar una señora que vestía un traje gris me había dado una hoja la que venían todas mis materias. Así que saqué el papel del bolsillo de mi pantalón y me dispuse a ver la clase que tenía, la cual correspondía a inglés.
El problema es que no sabía dónde se encontraba el dichoso salón.
Después de andar de salón en salón preguntando, encontré el que era. Pedí permiso para entrar, viendo el rostro enfadado del profesor, pero después de explicarle lo que había pasado, soló sonrió y se paró en frente de todos.
–Queridos alumnos, quiero que conozcan a su nueva compañera de clases –me pasó al frente– su nombre es Britani, y espero que le den una cálida bienvenida y se lleven bien con ella.
Después de la bienvenida, me pidió que tomara asiento en alguna silla libre. Visualicé una al fondo, donde decidí sentarme y colocar mi libro en la mesa.
Después de un largo día de repetir el mismo procedimiento de la primera clase, por fin las clases habían terminado, y pude dirigirme a mi casa.