Capítulo XXVI

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Miércoles.
Me había quedado dormida y estuve a punto de llegar atrasada al instituto, apenas había desayunado y no alcancé a enviar el correo para la postulación en la universidad así que tendría que ir a la biblioteca cuando saliera de clase. Clarie y Logan fueron a la universidad porque tenían que asistir a un charla y eso hacía que me sintiera totalmente desamparada, por suerte Gus me acompañaría en la hora de comida.
Cuando acabó ciencias le pedí a mi novio que ordenara la comida mientras yo iba a por el correo, me dirigí a la biblioteca que habitualmente estaba vacía en ese horario y me acomodé frente al ordenador. Me tardé un buen rato ya que no funcionaba la red, de seguro Gus se estaría preguntando por qué tardaba tanto así que salí rápido de allí y fui a comer. Moría de hambre, vivir tan lejos era una desventaja muy grande, iba pensando en qué almorzaría hoy cuando, en el pasillo lleno de alumnos populares-para llegar a la biblioteca era necesario pasar por ahí- alguien se detuvo delante de mí
- ¿Podemos hablar ahora?
-Neil, te pedí que me dejaras en paz, ¿no comprendes?
- Quiero saber por qué me hiciste eso. Simplemente las razones.
- Porque me engañaste y porque nadie tiene derecho sobre mí, menos para manipularme o creer que puedes ordenarme algo.
- Tú mamá no va a estar de acuerdo con que estés con ese imbécil de Gustave.
- ¿Qué te importa eso? Deja de entrometerte en mi vida, eres pasado y yo me encargaré de que lo acepte, así que basta.
Sentía como su ira iba creciendo y me arrinconó junto a la pared.
- Deja de querer encajar donde no puedes, sé que estás con él para hacerte popular y dejar de ser la loca de los libros, me voy a encargar de...
- ¿Encargarte de qué? De dejar de ser un obstinado, estúpido y de humillarte, supongo.
Oh, oh. Gustave estaba de brazos cruzados a unos cuantos centímetros de nosotros y al ver su expresión, no estaba nada contento.
- ¿Otra vez interrumpiendo, Gustave?
- Aléjate de mi chica. Si no quieres que te golpee.
Neil soltó una carcajada.
- Ha sido más mía que tuya, no seas arrogante que yo también he lamido y besado sus tetas. No me asustas.

Gustave se abalanzó sobre Neil con tanta furia que casi me arrastra con ellos, algunos alumnos se acercaron a ayudar pero eran inseparables, ésta vez fui más prudente y traté de separarlos por detrás pero no funcionaba. Desde lejos se oyó un grito y la esbelta figura de Alicia apareció entre las personas.
- ¡Que ocurre aquí! ¡Gustave deja a mi chico! Y tú, sosa ¿no harás nada? ¡Todo es tú culpa!
Y mientras alejábamos a los chicos, yo me defendía de sus palabras.
- ¡La culpa es de tu "chico"!- gesticulé con las manos.
- Como si no supiéramos que la puta eres tú.-
- Alicia, cállate. No te atrevas a insultar a Annie.-Añadió Gustave.
- Ay, ¿es en serio? Deja de comportarte como un príncipe azul. Te ves ridículo. ¿Por qué mejor no le comentas lo que hicimos cuando me invitaste a tu estancia? Ayer en el cine no se veía muy convencida.
- ¿De qué estás hablando? ¿Se vieron en el cine?
- Pues sí, me los encontré en la sala. Pero no cambies el tema, ¿de qué está hablando?
- Nada, olvídalo. Sólo quiere fastidiarnos.
- ¿Fastidiarlos? -Dijo irónica- Para que sepas, Annie, la persona que está a tu lado, se acostó conmigo. Nos emborrachamos y fuimos a su casa a tener sexo, increíble ¿no? Lo hace malditamente bien y oír su voz agitada es genial. Está de más mencionar que su cama es demasiado blanda.
- ¿Eso es cierto?
- Te lo puedo explicar, estaba totalmente borracho.
Mi mundo se había derrumbado en esas tres últimas palabras.
Tomé mi bolso y salí dispara hacía el automóvil antes de que todo el instituto me viera llorando y tratando de escapar de Gustave mientras me perseguía implorando que me detuviera para hablarlo.
No podía pensar. ¡Cómo me hizo esto!
Alcancé el coche y me apresuré a salir del estacionamiento. En la entrada detuvieron a Gustave por el altercado y no hizo más que discutir y gritar para que le dejaran salir, pero ya era tarde porque había desaparecido del lugar.
Giré en la primera esquina hacia un callejón solitario, aparqué y me apoye en el volante mientras lloraba y maldecía a todos los hombres como nunca.



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