CAPÍTULO XXIII

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Los rayos del sol que ingresaban por la ventana lograron despertarme, pero al hacerlo una preocupación me invadió al recordar lo sucedido en la madrugada y abrí los ojos de golpe. Sin embargo, me relajé al percibir las paredes de mi habitación. Gustave había ido a dejarme casi al amanecer y me había dado las llaves para que regresara a su estancia por la mañana. Sonreí para mis adentros al darme cuenta que aún seguía dolorida.


Me di una rápida ducha y les comenté que a mis amigos y a papá que saldría a comer junto a Gustave, antes de que pudieran regañarme salí corriendo por la puerta.


Había dormido cinco horas y sentía como si hubiese dormido un día completo, me sentía radiante y saber que habíamos regresado cambiaba todo; estaba dispuesta a hacerlo muy feliz en esta segunda oportunidad. No habría más errores.


Cuando ingresé a su hogar, todo estaba en silencio. Aún no despertaba y decidí prepararle el desayuno. Panqueques y un tazón de café para este día. Ordené un poco el desastre que habíamos dejado y al acabar fui rumbo su habitación.


Se veía guapísimo dormido, tan sereno, aliviado y sexy, vacilé con la idea de despertarlo, ojalá pudiera verlo siempre así. Se removió un momento y luego me acerqué para posar un pequeño beso en los labios, de pronto me cogió por sorpresa de la cintura y me dio la vuelta en la cama.


- Vaya manera de despertar, ¿eh?


- Eres tú la que me ha despertado.


- te hacías el dormido.


- Quería sorprenderte yo a ti, ¿dormiste bien?


- Mejor que eso.


- y, ¿Qué te pareció la noche?


- No estuvo mal.


Soltó una carcajada.


- Retráctate ahora mismo, o te voy a hacer recordar el resto de tu vida eso de "no estuvo mal".


- Me encantaría, pero primero debemos desayunar. Necesitamos esas energías.


- Ya tengo energía suficiente.


Así sin más, me levantó el vestido que llevaba y se deshizo de las bragas ágilmente.


Luego de hacer el amor, desayunamos y nos marchamos a dar una ducha. La felicidad me envolvía por completo, era como cuando pequeña, papá me llevaba a comer donuts y chocolate caliente; las donuts no eran deliciosas si no estaba el chocolate. Gustave era el chocolate... Y las donuts era la vida.



Salimos a un pequeño parque y nos situamos en el césped a observar el lago que se ubicaba frente a nosotros, en él, el reflejo del cielo que estaba ceñido de un azul púrpura. Charlamos un instante sobre cosas triviales y llegamos a un tema del que no me había preocupado antes.


- Pequeña, ¿qué haremos cuando termine el año?


Había pensado en eso, cuando terminara el instituto, me marcharía a una universidad instalada en Boulevard a estudiar literatura inglesa, pero no sabía que querría él.


- No lo sé. ¿A dónde te irás a estudiar?


- Me mudaré a Clyde Hill o quizá a Boulevard.


- También había pensado en Boulevard.


- Es un buen sitio, sin embargo Prefiero Clyde Hill, no está lejos de Seattle para visitar a mis padres.


- Pero está muy lejos de Boulevard.- dije taciturna.


- Lo está.


Nos quedamos en silencio un momento y cada uno se ensimismó en sus pensamientos. Estaríamos muy lejos si se trasladaba a Clyde Hill, ya que estaba al lado contrario de la ciudad que yo pretendía. Pero entendía su postura, yo también tendría como prioridad a mis padres.

eróticamente enamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora