Capítulo veinticuatro
Emma soltó un gran suspiro, sintiendo el olor a café recién hecho ingresar en su sistema. Los últimos días habían estado difíciles.
Con mucha tarea de la universidad para entregar en fecha, y un novio quejándose metido en el hospital hasta nuevo aviso, Emma debía repartir su tiempo entre las dos cosas que más amaba en el mundo: la antropología forense y el idiota que le hacía ser la persona más feliz de la raza humana.
Pero a la lista, ahora se sumaba el pequeño bulto que crecía dentro de su vientre. Aún no había encontrado la ocasión perfecta para decirle a Izzy que esperaba un hijo suyo, porque pensaba que si le daba la noticia en el estado que se encontraba ahora, tendría un infarto, y en consecuencia, se caería de la camilla quebrándose otro hueso.
Y por último, estaba el mayor problema de todos y el que más concentración le quitaba: su madre. Sus pensamientos se veían ocupados la mayor parte del día por sentimientos de odio, repudio y aborrecimiento a su progenitora, la persona que se supone, debería haberla apoyado en todo.
Pasó su dedo por el teclado del ordenador, arrastrando mugre y tierra de éste. Hizo una mueca de frustración; aún tenía que terminar un ensayo de más de cinco mil palabras para dentro de dos días, y apenas iba dos mil.
También tenía que visitar a Izzy y escuchar sus lamentaciones respecto a la horrible comida del hospital, que se sentía un viejo por estar todo el día tirado en la cama con dolor de huesos. Además de insinuársele diciendo que no sería mala idea que ella le cure las fracturas.
Ah, y cómo olvidar que debía pasar a dejar el perfil de su madre en la comisaría más cercana. Y obviamente, si quería conseguir justicia, insistir hasta que sus quejas sean escuchadas.
Emma se abrazó a sí misma, subiendo las piernas a la silla giratoria donde estaba sentada. Son demasiadas preocupaciones para una joven de casi veinte años y embarazada.
"¿Será niño o niña?" pensó, esbozando una pequeña sonrisa. Desde pequeña, Emma había sentido cierta fascinación y ternura por los niños pequeños, la cual se reflejaba en las —casi inexistentes— reuniones familiares, donde sus tíos llevaban a sus hijos infantes para jugar con ella.
La puerta del departamento sonó con un golpeteo, sacando a Emma de sus dudas sobre si su novio tendría idea de cómo cambiar un pañal. Y es que tenía miedo; no de que Izzy no supiera cómo cuidar a su hijo, pero sí de que no acepte el embarazo y comience a culparla de que es un error, tal y como Ángela hubiese hecho.
—Hola, Emmy —su papá la esperaba con una sonrisa cansada, parado en el corredor.
—¡Papá! —ella se lanzó a él dándole un gran abrazo. ¿Acaso Dylan sabría quién había atropellado a su novio? Si tenía noción que era su ex mujer, entonces el peso en sus hombros se habría multiplicado.
Ambos pasaron a la sala, sentándose en el sofá donde días atrás Emma e Izzy, habían comenzado una guerra de helado. Ella sonrió con tristeza, pensando que la casa estaba muy vacía sin sus quejas y carcajadas estruendosas.
—¿Cómo has estado, pequeña? —preguntó, tomando sus pequeñas manos entre las de él.
—Sinceramente, he estado mejor —y es que eso era obvio—. Oye, papá. Tengo que decirte algo...
¿El embarazo o la bruja Ángela? Quizá la respuesta estaba demasiado clara. Tanto, que Emma no podía visualizarla.
—¿Qué ocurre, pequeña? —tomó bastante aire, conteniendo sus ganas de huir cobardemente como hubiese hecho en sus años de secundaria.
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Ayúdame |Izzy Stradlin|
FanfictionIzzy conoce a Emma en el momento que su mejor amigo le implora de rodillas ayuda para conquistarla. Es la propuesta más rara que le ha hecho hasta ahora y la más sospechosa. Aún sabiendo que Axl no tiene inconvenientes para que las chicas caigan ren...