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- ¡Izzy! – Le llamó.

El pelinegro subió las escaleras, adormilado. Asomó su cabeza por el marco de la puerta y Emma rió por su expresión. -¿Qué sucede, princesa? – Bostezó.

- Nada. – Se puso de pie y caminó hasta él. – Buen día. – Abrazó su cuello y suspiró.

- Buen día, preciosa. – Esbozó una sonrisa y presionó los labios contra su frente. - ¿Tienes hambre? – Acarició su cintura por debajo de la blusa gris.

- Sí… - Sus mejillas se tornaron rojizas, como cada vez que estaba con él.

- ¿Y qué tiene ganas de comer, señora Stradlin? – Ríe, aún sonrojada, ante el apodo que le ha puesto.

- No lo sé. – Sonrió con picardía. Izzy entiende la indirecta al instante y se carcajea levemente. Ella vuelve a sonrojarse y él le aprieta las mejillas.

- Eres adorable, mi pequeña cabellos de fuego. -  La besa con ternura, y la temperatura de Emma sube al instante, volviéndose a convertir en un tomate parlante.

- Izzy… - Habló entre besos. – Te… recuerdo… que… tengo… hambre. – El pelinegro soltó una risotada. – Y no necesariamente de ti. – Bromeó, sonriente.

- ¿Cómo? – Se ofendió. – Querida, nadie puede resistirse a éste cuerpazo. – Emma soltó una estruendosa risa e Izzy sonreía para si mismo. Adoraba verla feliz.

- Ya, señor cuerpazo griego. Ve a preparar el desayuno. – Suspiró resignado y, bajando con pereza, se dirigió a la cocina.   

Emma se sienta en la cama de su novio y aprovecha para enviarle un mensaje de texto a su padre. ¡Que hermosos eran los días cuando su madre no estaba en casa! La mascota de Izzy subió a la cama junto a ella y deja rastros de su pelaje por todas partes. - ¡Jack!

El perro le mira, y obedeciendo al llamado de su nombre, baja del mueble. – Nadie dijo que te bajes. – La pelirroja se ríe sola.

El gran animal vuelve a subir y el celular de Emma emite su canción favorita. - ¿Hola? – Enarca una ceja al escuchar la voz apresurada en la otra línea. - ¿Axl? – Por un momento había olvidado la situación de su ex-novio. ¡Mierda! ¡Ya habían pasado nueve meses!

- ¿Rojiza? ¿Con quién hablas? – Ella hizo un ademán con las manos, en señal de silencio. Izzy dejó la bandeja en la cómoda y tomó asiento a su lado. - ¿Qué sucedió?

- Jenna tiene contracciones. – Le miró sin entender. - ¡Entró en trabajo de parto!

                                                                           [***]

- ¡Estoy aburrido! – Steven comienza a caminar por la sala de espera, inquieto. - ¿No podemos jugar a algo por menos?

- No tienes ocho años, Steven. – Hace puchero e Izzy sonríe. Abraza más fuerte a su novia, quien permanece dormida. – Pero, haz lo que quieras.

El rostro del rubio se transforma en una gran mueca de alegría. Sólo él tiene semejante sonrisa. Corrió hasta la máquina expendedora, y sacando un billete de su overol, compró una bolsa de mentas. - ¿Qué planeas, Popcorn?

- Ya verás. – Se acerca hasta Duff, que al igual que Emma, está en brazos del Morfeo. Abre el paquete y una por una tira las bolitas cuidadosamente en la boca abierta de su amigo. - ¿Aún tienes tu refresco? – Slash asiente algo adormilado también, le pasa la lata y Steven la vierte dentro de la boca de su compañero. Fue cuestión de segundos para que la cavidad bucal del más alto se convirtiera en un volcán.

- ¡¿Pero qué…?! – Duff reaccionó, y ahogándose, escupió todo. - ¡Steven! ¡Te voy a matar!

- ¡Atrápame si puedes, teñido! – Ambos comenzaron una persecución entre ellos y algunos doctores que traban de calmarlos.

- ¿Qué pasó? -  Emma despertó y al ver el desastre que habían hecho los chicos, comenzó a negar con la cabeza. – Steven ¿verdad? – Su novio rió.

- Así es. – Pero la diversión terminó cuando la partera junto al obstetra salieron apurados de la sala de partos.

- ¿La familia de la señorita Carter? – Los dos se pusieron de pie, junto a Slash. A sus espaldas, tomados por las orejas, Duff y Steven fueron posicionados. - ¿Y a ustedes que les pasó?

- Nada. – Duff negó rápidamente.

- Problemas de pareja. – Y Steven embozó una sonrisa.

Los cinco rieron, pero los profesionales seguían serios como roca. – Pueden pasar a verla. – De la nada ellos sonrieron también.

El grupo se dirigió hacia la habitación indicada. La número seis. Slash tomó el picaporte y lentamente abrió la puerta. La escena que se vio a continuación emblandecería hasta al más duro.

Jenna sonreía débilmente, cansada de las cinco horas de parto consecutivas. Sostenía a un hermoso niño, igual a Axl. Pero lo más impactante, fue que éste último, también sostenía un bebé, sólo que era una niña.

- Buen día. – Emma fue la primera en adentrarse. Sí, la rubia le había hecho la vida imposible, pero en los últimos meses había aprendido a quererla. – Por Dios, son hermosos chicos.

Cada uno cargó a los recién nacidos en brazos. Irradiaban felicidad hasta por las fosas nasales, rompiendo esa tensión que alguna vez había podido existir entre ellos. Todo era simplemente perfecto.

- Muchachos… - Jenna acarició el brazo de Axl y Emma quienes permanecían a su lado, y miró a los demás, que formaban un círculo. – Perdón por todo. Y simplemente, gracias. – Dicho esto cerró los ojos, le esperaba un largo año de maternidad.

                                                                                [***]

- ¡Elizabeth! – Izzy la llamó, fingiendo uno de sus tantos berrinches. - ¡Ven aquí!

Emma salió de la cocina confundida. - ¿Qué sucede? – Rió por lo bajo al ver la expresión de niño pequeño que se había formado en el rostro de su novio.

- ¿Cómo puedes hacer el desayuno, vestirte y hacer todas tus cosas, sin darme un beso de buenos días? – Frunció el entre cejo. Ella soltó una carcajada.

- Por favor, Stradlin.  – Se sentó junto a él. – Tengo todo el día para besarte, berrichudo. – Se acercó a él, rozando sus labios. Pero cuando Izzy iba a reaccionar, se alejó.

- Touché, querida mía. – Enarcó una ceja. – Aún así, eres muy mala.

Volvió a reír y se acercó de nuevo a él, pero esta vez, sus labios si hicieron contacto. – Te amo.

- Y yo a ti. – Izzy sonrió. Esa sonrisa enamoraba cada día más a la pelirroja.

- Abre la puerta. Yo estoy ocupado. – Exclamó desde la cocina, llevando las tazas de café a la mesa de centro.

Ella se levantó del sofá sin objeción y caminó hasta la puerta. Tomó su chaqueta que anteriormente, descansaba en el perchero,  y sin prenderla, se la puso. – Izzy… - De repente se puso blanca, como un papel.

- ¿Qué sucede? – Corrió hasta ella, asustado. - ¿Qué viste? ¿Quién es?

- Es… mi… madre. – Se apoyó contra la puerta y se dejó caer.

Ángela. Oh no, eso no significaba nada bueno. ¿Qué harían ahora?

Ayúdame |Izzy Stradlin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora