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- ¿Qué ha pasado, linda? – Lila, su tía, bebió un sorbo de café.

- Pues… -apoyó los codos sobre la mesa – Digamos que han sido muchas emociones para una sola semana – sonrió junto a la mujer a su lado.

Lila abrazó a su sobrina por los hombros, besó con cariño su frente y acarició suavemente su cabello anaranjado. Era como la madre que jamás tuvo y que tanto deseaba tener.

- Cariño – enarcó una ceja - ¿Tendrá que ver con muchachos?

La joven desbió sus ojos azulinos de un lado a otro, ruborizada. Lila se carcajeó y sobó sus brazos.

- Habla, jovencita – le animó, sonriente.

Emma finalmente accedió suspirando. Acomodó su cabeza en el pecho de la otra y habló pausadamente, sintiendo una por una las emociones en cada una de sus palabras. Alegría, felicidad, amor, tristeza, confusión. Las últimas eran las que mejor definían su situación en el momento.

Palabra tras palabra, el corazón de Lila se encogía al escuchar la verdadera odisea que estaba sufriendo su querida princesa. Desde un principio ella supo que Ángela no era la indicada para su hermano y, aunque lo ocultó por varios años, siempre le dio mala espina.

Terminó el relato entre lágrimas. Odiaba el sufrimiento pero, ciertamente, ni siquiera había intentado detenerlo.

La mujer acercó la pequeña taza a la pelirroja para que le diera un trago. La tomó entre sus manos y obedeció a las órdenes de la mayor, despacio. Emma le tenía una gran confianza a su tía, pero algunas cosas era mejor no decirlas.

La visita finalizó con un largo abrazo, unas palabras de aliento y uno que otro chiste malo que a pesar de todo, logró sacarle una sonrisa. Ojalá Lila viniera más a menudo a la ciudad.

                                                                       [***]

- Idiota.

- Teñido.

- ¡Idiota!

- ¡Teñido! ¡Edificio parlante! ¡Jirafa! – Axl le gritó a su amigo entre risas.

- ¡Si, soy teñido, pero con orgullo! – le respondió - ¡Tú con ese cabello de niña pareces un…! – la puerta sonó unas cuantas veces.

- ¡No sé quién seas, pero adelante! – el pelirrojo lanzó un grito.

Izzy entró con el ceño fruncido y cada paso que daba era tan fuerte, que resonaba en toda la casa.

- ¡Tú, imbécil! – riñó entre dientes.

- ¡Yo le dije lo mismo! – rió Duff. Cerró la boca al instante en que se dio cuenta que el moreno no estaba para bromas.

- ¿Yo, imbécil? ¿Por qué? – se puso de pie, sonriendo.

- Yo hago las preguntas. ¿Te acostaste con la plástica, verdad?

- No, ¿algo más?

- ¿Seguro, “tontito”? – sonrió, amargo.

Axl relamió sus labios y el rubio a sus espaldas soltó un pequeño “Uh”.

- Será mejor que de ahora en adelante – Izzy golpeó su pecho con un dedo – Si en verdad te importa Emma, dejes las tonterías y empieces a jugar limpio – lo empujó levemente y salió dando un estruendoso portazo.

- ¿En qué carajo te has metido, Axl? – exclamó el otro muchacho, molesto.

- No lo sé – abrió sus ojos como platos. Izzy había escuchando todo.

                                                                     [***]

- Sara, entiendo que te guste cocinar, y lo hagas con todo el cariño del mundo… pero la próxima vez deja que papá lo haga – la menor de las hermanas torció los labios, la castaña definitivamente no sabía preparar el almuerzo.

- ¡Oye! Come o muere de hambre, así es en la jungla, bebé – dio un mordisco al emparedado de queso, quemado.

Lea rió y vio a Emma caminar lentamente por el patio con una gran enciclopedia en sus manos. Un chico salió detrás de un árbol y nubló su vista con sus manos. La pelirroja soltó una risita y quitó lo que le obstruía la vista.

- ¡Mira, es Axl! – Sara golpeó su hombro.

- ¡Sh, calla idiota! – entrecerró sus ojos y pudo distinguirlo bien. Así es, era Axl.

Ambas vieron como el muchacho le proporcionaba un tierno beso a Emma. Lea abrió aún más sus ojos y Sara cubrió una rara sonrisa que asomaba en sus labios. Luego de unos minutos de estar embobadas mirando la escena, sintieron un tercer peso sobre el largo asiento de madera.

- Primas – Izzy hizo una reverencia extraña - ¿Cómo les va en esta... magnífica tarde? – enderezó su espalda y miró al cielo, pensativo.

La menor soltó una carcajada y lo abrazó sonriendo. La otra observaba, pensando como es que dos personas podían ser tan iguales.

- Bueno – Sara sacudió sus jeans – Tengo que irme a Historia – bufó – Nos vemos luego.

Hizo una seña con la mano y caminó torpemente hasta el edificio.

- Y entonces… - la chica lo miró.

- ¿Entonces qué? – sonrió.

- ¿Qué te pasa?

- ¿A mi?

- No, a tu perro. ¡Si, a ti!

- Nada –rió- ¿Por qué?

- Te veo… distinto – enarcó una ceja- Hiciste algo malo – chasqueó la lengua, satisfecha.

- ¿Qué? No, no, no.

- Si, ya suéltalo.

Izzy suspiró y cerró sus ojos.

- ¿En serio quieres saber?

Ella asintió.

- Bien… - se puso de pie- ¡La respuesta está en tu corazón! – y salió corriendo a todo lo que daba con la pelinegra pisándole los talones.

Siguió corriendo. Como si alguien estuviese robándose su preciada guitarra. Como si Emma estuviera en peligro. Como si Emma estuviera a punto dañarse.

Paró en seco y Lea, que aún corría detrás de él, se estampó de cara contra su espalda, haciendo que ambos cayeran al césped.

- ¡Y a ti qué cojones te pa…! – la chica se levantó rápidamente molesta. Tenía preparados millones de insultos para lanzar a su querido primo pero no dijo ni uno al ver lo que este observaba. 

Ayúdame |Izzy Stradlin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora