23

1K 105 34
                                    

23.

Izzy frunció el ceño. Las uñas de su novia estaban clavadas en la palma de su mano, mientras ella miraba a la mujer que era un supuesto intento de madre con los ojos impregnados en odio.

— ¿Y ahora qué? —la voz de Emma, fría y dura como una roca, impactó justo en el corazón de su madre. ¿Cómo es que una persona puede cambiar tanto, en tan poco tiempo?

El dolor cambia a la gente.

— ¿No puedo venir a despedirme de mi hija? —una sonrisa torcida por parte de Ángela, revolvió el estómago de Izzy. ¿Hace cuánto tiempo esa mujer no se lavaba los dientes?

—Ah, vale… —Emma elevó sus cejas—. Ó sea, después de maltratarme todos los putos años de mi vida —comenzó a enumerar con sus dedos—, obligarme a que odie todo centímetro de mi piel, vomitar casi todo alimento que podía consumir, ¿HAS VENIDO A DESPEDIRTE?

—Hey, hey, linda —Izzy miró la pantalla donde estaba apuntado su vuelo, y luego volvió la mirada a Emma—. No vale la pena, ya es tarde…

—Tenía un sueño, mamá —se acercó un poco más a Ángela—. Ser feliz. Y tú has hecho hasta lo imposible para que no logre mi objetivo, ¿pero sabes qué? Mírame ahora, míralo a él —sus ojos azules se encontraron con los de Izzy, oscuros como el abismo—. Él es mi felicidad. Adiós, Ángela; suerte con tu vida.

Y cuando hicieron el último llamado para su avión, los pies de la pareja volaron a la salida, y con el corazón en el pecho, abordaron ese avión que probablemente cambiaria sus vidas, para siempre.

+++

—No hagas eso —Emma apuntó su rostro sonrojado al suelo, sosteniendo el pote de helado entre sus manos.

— ¿Hacer qué, mi amor? —Izzy sonrió, besándole suavemente la mejilla, mientras discretamente, le robaba un poco de la deliciosa crema.

— ¡Eso! —apuntó a su dentadura blanca, y su novio rió con ternura—. No sonrías, me enamora.

—Es usted un jodido cliché, señorita Emma Elizabeth Miller —la pelirroja hizo puchero—, por ende, yo también lo soy.

—Te amo —rozó su nariz con la de él, y tomó su rostro entre las manos para poder besarlo.

—Y yo a ti —las manos de Emma adentrándose en su abundante cabello negro, le causaban cosquillas. Izzy abrazó por la cintura a su novia, y sintió como una sustancia fría recorría su abdomen… Helado de chocolate—. ¡Puta madre! ¡Está frío!

La risa de la muchacha no se hizo esperar, y en un segundo, esa melodía tan hermosa proveniente de su garganta, se calló al ver el torso desnudo de su pareja frente a ella. Las mejillas se le tiñeron de rojo, e Izzy rió bajito.

—Vaya…, no sabía que ese color te quedara tan bien —los ojos azules de Emma miraron inocentemente al chico, quién sonreía con gracia.

—Supongo que eso fue un cumplido —enarcó una ceja, y tomando un poco de la mancha oscura, se la pasó por la nariz a Emma, mientras ésta arrugaba la misma en una mueca de disgusto. No hubo tiempo a protestar, ya que Izzy se encontraba encima de ella besándole boca, cuello y pecho.

—I-Izzy —arrastrando las palabras, Emma cerró los ojos—. T-Tengo t-tarea… d-de la u-uni…

— ¿Y eso a quién diablos le importa? —mordió con suavidad la piel sensible de su cuello; eso seguro dejaría una marca—. Cariño, hace calor afuera.

— ¿Y eso que tiene que ver, Stradlin? —se rió, empujándolo levemente—. El clima no hará que el profesor apruebe mi trabajo.

—Por favor, deja de lado la antropología forense y todo eso de lado, por un rato —la siguió hasta la silla de su escritorio, mientras la abrazaba por la cintura—. Si quieres, puedo fingir ser tu saco de huesos.

Ayúdame |Izzy Stradlin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora