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Emma no sabía que contestar, sólo se limitó a asentir y hundir más su rostro en el cuello de él. Izzy sonrió mientras un leve suspiró se escapaba de sus labios. Ninguno sabía cuanto permanecieron así pero lo cierto era que ninguno quería separarse. Él bajó sus manos hacia la pequeña cintura de Emma y la miró fijo a los ojos. Sin emitir palabra alguna se acercó más a ella al punto de chocar sus frentes. El teléfono comenzó a sonar y sobresaltó a ambos. Emma se separó aún más roja que su cabello y corrió torpemente a atenderlo. Izzy soltó una risa nerviosa y avergonzado desvió la mirada de la chica posándola en una foto enmarcada en la pared.

-Si mamá, estoy bien- frunció el ceño- no aún no he comido nada... si mamá lo sé pero... ¡Ag! ¡Adiós!- colocó el tubo en su lugar con rabia y volvió a tirarse en el sofá.

-¿Qué pasó, rojiza?- Sonrió al escuchar el apodo que él le había puesto y que le hacía morir internamente al escucharlo salir de su boca.

-Nada... es sólo qué bueno... -tragó saliva- no sé como decirlo...

-Hey, no te estoy presionando para que lo digas- la tranquilizo con una sonrisa- puedes guardártelo, si quieres.

En la mente de Emma comenzó una batalla entre el decirle o no. Por un lado no quería preocuparlo o que pensara que era una exagerada pero por otro necesitaba descargarse y que alguien estuviese ahí para consolarla. Se decidió por la segunda opción y comenzó a contarle todo a Izzy. Él la miraba atónito, ahora las palabras de la noche anterior comenzaban a cobrar sentido y sintió el dolor en cada una de ellas. Emma terminó su relato y las lágrimas se apoderaron de ella. Un suspiro triste se le escapó a Izzy y la abrazó con fuerza, necesitaba ayudarla, maldita sea, la necesitaba a ella. Sentía su camisa mojarse por la pequeñas gotitas de agua salada provenientes de los azulados ojos de la pelirroja. Con una mano, delicadamente, levantó su rostro e hizo que lo mirara a los ojos.

-Rojiza, tenemos una promesa.

-¿C..uál?

-No más lágrimas- curvó los labios en una hermosa sonrisa y volvió a acurrucarla como una niña pequeña.

Para Izzy era imposible saber cuanto tiempo paso con ella en sus brazos, era imposible distraerse con otra cosa que no fuera ella. Se había dormido en sus brazos y para él era la reencarnación de un pequeño ángel, frágil como una rosa. Sin esfuerzo comenzó a caminar escaleras arriba con ella aún en brazos, fue directo a su habitación y la dejó en la cama delicadamente como si de un cristal se tratara. Giró sobre su eje para irse pero Emma lo tomó fuertemente del brazo.

-No te vayas...- susurró entre sueños.

Izzy apretó los labios. Irse o no, claramente la decisión estaba echa.

Con cuidado de no aplastarla colocó todo el peso de su cuerpo del lado derecho de la cama mirando en dirección hacia ella. Emma pasó sus delicados brazos por debajo de los de él y los posó en su ancha espalda apegándose a su pecho. Izzy repitió la acción colocando sus manos en la cintura de la chica y así formar un perfecto abrazo.

La luz solar se filtró por el balcón y con pereza Emma abrió los ojos. Miró a sus lados y no se encontró con nadie, era idiota pensar que Izzy se quedaría con ella, justo cuando se levantó un poco abatida encontró un papel descansado en la cama.

-"Rojiza:

Quería decirte que tuve que irme a casa antes de que mi madre me matara o la tuya en cualquier caso, te he dejado el desayuno preparado, ah y por cierto, hablas y roncas mientras duermes.

Te quiero enana, Izzy."- leyó en voz alta mientras una enorme sonrisa se dibujaba en su rostro.

"Hablas y roncas mientras duermes", rió divertida ¿enserio hacia eso?. Terminó de calzarse las botas negras y salió corriendo hacia la planta baja. En efecto, se encontró con el desayuno preparado, todo olía delicioso y si su madre se llegase a enterar que iba a devorar todo eso la mataría. No le importó demasiado y disfrutó de cada una de las cosas sobre la mesa, aunque sabía que luego se arrepentiría. Con el estómago lleno comenzó la larga caminata hasta la escuela, hoy iba a ser un buen día probablemente, o quizás no tanto.

El instituto estaba casi vacío ¿había llegado tarde otra vez? Corrió al aula de Biología y en efecto, había llegado tarde.

-Miller, otra vez tarde- la profesora le miró por encima del marco de sus anteojos.

-L..o siento- bajó la mirada y caminó hasta su asiento.

La clase continuó aburrida hasta que fue hora de entregar los trabajos.

-Carter, Miller, entreguen el suyo.

Jenna lanzó una mirada a Emma diciéndole que si no había traído el trabajo la mataría. Revolvió entre todas sus cosas y la campana sonó, todos los alumnos, incluyendo Jenna, salieron disparados sin siquiera pedir permiso.

-Emma si no lo trajiste...

-¡Aquí está!- exhausta de tanto buscar le entregó el trabajo a la mujer.

Esta sonrió y negó divertida.

-Ay Emma, no pierdes la cabeza por que la tienes pegada, puedes retirarte.

Cerró la mochila y salió corriendo del aula, ahora le quedaba esperar que Jenna no la golpee.

A pasos lentos se dirigió a su casillero y guardó algunas cosas, la cerró y ahí estaba la rubia con el ceño fruncido.

-Espero que no te hayas olvidado el jodido trabajo porque...

-No lo he olvidado- negó rápidamente- ya lo entregué.

-Bien... así me gusta- sonrió y se posicionó a centímetros del rostro de Emma mientras tironeaba levemente del cuello de su camisa- porque a mi no me gustaría reprobar Biología.

La pelirroja tragó saliva. Estaba asustada, muy asustada. Las piernas le flagearon. Jenna la soltó bruscamente contra las taquillas y una figura femenina a sus espaldas la tomó del cabello.

-A ver si aprendes a meterte con una de tu tamaño, hermanita.

Esto era imposible.

Ayúdame |Izzy Stradlin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora