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Emma estaba atrasadísima. El día anterior su madre la había agotado con sólo hablarle y por si no fuera poco, la obligó a salir a correr. Le costaba creer que no había sufrido un paro cardiaco a mitad de camino. En la mañana despertó y casi sufre uno, al ver la hora. Se había puesto la blusa al revés. Los pantalones no eran los correctos y para terminar, tuvo que volver a su hogar de nuevo, corriendo a toda velocidad, porque había olvidado ponerse los zapatos. Logró entrar unos segundos antes de que cerraran la entrada principal y corrió a toda velocidad al salón, atropellando a cualquiera que estuviera merodeando por los pasillos.

-¡Abran, abran!- gritó desesperada, pero fue en vano.

Nadie le tomó importancia.

Su guardarropa era un desastre. Estaba luchando por respirar y se había perdido una de las clases más importantes. Su día iba de mal, en peor. Prácticamente arrastrándose, caminó hasta su casillero. Estuvo a punto de sacar sus cosas cuando, algo se calló. Otra carta. Sonrió y un suspiro escapó de sus labios. Miró al interior de su casillero y vio otro pequeño paquete. Lo abrió, despedazando el papel salmón como una desquiciada. Entre sus manos tomó el pequeñísimo objeto.

Era de forma triangular y estaba cubierto por un ligero color azul. En el frente, tenía un pequeño dibujo parecido al de una rosa y debajo sus iniciales. Colgaba de una cadena de plata fina y brillante. Lo apretó contra su pecho e imaginó tantas cosas sobre su autor desconocido pero que para ella, era él.

-¡Izzy!- otra vez comenzó a correr como loca y se tiró a sus brazos, asfixiándolo.

-¡E…mma!- exclamó con la voz entre cortada- Nena, me… dejas… sin… aire- cerró los ojos y fingió un desmayo.

La pelirroja se cayó junto a él.

-Ay, no- juntó sus manos cubriendo su boca- ¡Lo maté!- ahogó un grito y los adolecentes a su alrededor la miraban como si de  una psicópata se tratara.

-¡Taran!- enderezó su espalda mientras la abrazaba- ¡Reviví!- sonrió.

-¡Eres un idiota!- lo golpeó en la cabeza de una manera graciosa.

-¡Auch! Eso duele- se quejó- no soy un idiota, soy un milagro- enarcó una ceja, sonriendo- Por cierto, lindo atuendo.

-Bobo- embozó una sonrisa con un tierno rubor en las mejillas- Adivina qué.

-¿Qué?- tomó su mano y ambos se pusieron de pie.

-¡Otra carta!- chilló como niña pequeña.

-¿Ah, si?- pasó uno de sus brazos por los hombros de la chica-  Dámela.

Izzy sabía perfectamente lo que decía y no era algo que le agradase. Un escalofrío recorrió toda su espalda. ¿Celos? ¿Ahora sientes celos, Stradlin? Recordó abofetearse mentalmente luego y miró a Emma. La chica le miraba con ojos brillantes e impaciente.

-¿Qué dice?- le cuestionó con voz temblorosa.

Izzy dio un largo suspiro.

-Hoy vas a conocerlo- sonrió abiertamente, mientras, en su cabeza, gritaba de sufrimiento.

Ella se le quedó mirando boquiabierta.

-¡¿Qué?!- vociferó emocionada, tomándolo de las manos.

-¡Hoy lo conocerás, sorda!- Unió sus gritos a los de ella como si fuera una autentica mujer.

Ambos ahora estaban sentados en la tribuna de la cancha de fútbol. Emma había comenzado preguntar cosas hasta por los codos e Izzy, sólo podía pensar en una cosa y eso era, celos. Desde el día que Axl prácticamente le había implorado de rodillas que lo ayudara a conquistarla, un nuevo sentimiento lo invadió.

-Izzy… Izzy- la chica trataba de captar su atención- ¡Jeffrey!- gritó sacudiéndolo un poco.

-¿Eh? Ah, ya perdón- bajó la mirada.

-¿Pasa algo?- tragó saliva.

-No, no, no- sonrió algo nervioso- estoy perfectamente bien.

Emma mordió su labio inferior.

-Él me dio esto- le mostró el pequeño dije que colgaba de su cuello- Tiene una forma extraña- hizo una mueca.

-Eso es porque no es un dije- Izzy rió- Es una púa.

-¿Una qué?- enarcó una ceja.

-Ay, enana- volvió a reír- ¿Cómo esperas aprender a tocar la guitarra si no tienes ni idea de qué es una púa? Es un accesorio de guitarra, sirve para tocar.

-¡Ah, si!- exclamó- Oye… tú… ¿me podrías… enseñar?- susurró en voz baja.

-¿A qué?- Subió ambas cejas.

-¡A tocar la guitarra! – se ruborizó a más no poder.

Soltó una carcajada.

-Claro- posó su cabeza en su hombro- mañana, luego de la escuela.

-¿Qué?- le miró confusa.

-Tu primera lección, tonta.

-Tonto tú- sacó su lengua a modo de burla.

Volvió a reír y besó su mejilla.

-Tengo que irme, suerte, rojiza- giñó un ojo y comenzó a caminar hacia el instituto.

A Emma le temblaba todo el cuerpo. Estaba demasiado nerviosa. Ahora sus rectas uñas estaban llenas de mordidas y se había arrancado varios cabellos sólo del miedo. Su alrededor se volvió negro cuando un paño tapó sus preciosos ojos.

-“Indovinate chi sono, carino”- susurraron suavemente en su oído.

Y a pesar de no entender ni la mitad de la frase, reconoció al instante la rasposa voz y si que conocía bien a quién era su dueño. 

Ayúdame |Izzy Stradlin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora