16
Anonadado, sorprendido. Así se encontraba él. Los labios de Emma estaban pegados a los suyos, dando señales de vida. Pero, como el grandísimo idiota que era, comenzó a pensar y a darle más vueltas de las necesarias al asunto. Se abofeteó unas cuarenta veces antes de poder poner sus manos en la cintura de ella y seguir el juego. La pelirroja enredó sus dedos en el ya alborotado cabello de Izzy y comenzó a jugar con este, dando leves tirones. Mordió su labio inferior, más precisamente el de ella y estiró su pierna, dándole un buen golpe a la puerta.
Emma comenzó a retroceder lentamente. Su espalda dio con la pared llena de adornos de cerámica. Las pequeñas figurillas y demás cosas, amagaron a caer en cuanto sintieron el impacto. Ninguno le tomó importancia, estaban ocupados en cosas más importantes que eso.
De un momento a otro, la cazadora de mezclilla que llevaba Izzy ya se encontraba en el suelo. Era obvio a donde terminaría todo eso. La falta del vital oxigeno interrumpió el momento, haciendo que sus bocas se separaran y sus respiraciones agitadas poco a poco pudieran calmarse.
La culpa comenzó a invadir sus corazones pero poco importaba ya. Lo echo, echo está. Era una regla que valía la pena romper.
En los labios del moreno, asomó una sonrisa y en los de Emma, también. La estrechó entre sus brazos, besando su coronilla. Empezó a mecer sus cuerpos mientras tarareaba una canción en un susurro. Ella colocó sus manos en su pecho y cerró sus ojos, aún sonriendo. Si tan sólo ese momento durara para siempre. Con Izzy era fácil olvidar los problemas.
Con facilidad, la dejó reposar en el sofá. Se sentía un bastardo. Acarició su rostro una vez más antes de proporcionarle un beso de despedida. Quizás, por su bien, sería mejor no volver a verse.
[***]
Metió su cabeza por el cuello de la estrecha camiseta roja con el número diez en la parte trasera. Eso era él, un diez. En todo, y más en las mentiras.
Izzy observaba desde la otra punta de los vestidores como su mejor amigo terminaba de acomodar su cabello para el partido de ese día.
Él odiaba el fútbol, los deportes y todo lo que tuviera que ver con correr. Además de tener que aguantar al grupo de porristas gritando el nombre de cada uno de los jugadores de la cancha, menos el de él.
Suspiró bajando la mirada a sus agujetas. Cuando por fin estuvo listo y por salir, oyó unos murmullos del lugar donde Axl estaba sentado.
-¡Ay, por favor, lindo! –una voz femenina resonaba fuerte en toda la habitación.
-Jenna, basta. Ha sido suficiente –el joven sonaba molesto, como siempre que escuchaba algo que no quería.
-¡Axl, no seas así conmigo! ¿Acaso ya has olvidado lo que pasó la otra noche? –estiró su cuello, asomándose un poco. Vio como la rubia se sentaba en las piernas del futbolista, haciendo un berrinche.
El pelirrojo frunció el entrecejo y se paró bruscamente.
-Esto es en serio, Jenna –cruzó sus brazos, formando una cruz.
-¡Pero ya los tenemos ambos en la bolsa! ¿No es así?
-¿A ambos? –enarcó una de sus finas cejas.
-Dah, pues sí. La marginada y su amigo, Ditzy, Blizzy…
-Izzy –corrigió, cambiando su semblante por uno serio.
-¡Ajá! Ese –sonrió- Aceptó mi invitación al festival de danzas, vaya idiota –soltó una risa tan chillona que por un momento pensó que iba a quedarse sordo.
¿La invitación? ¡Oh, claro! ¡La invitación! ¡Definitivamente era un estúpido!
-¿Acaso tu eres una arpía o algo por el estilo? –Axl achinó sus ojos esmeralda- ¡No habíamos acordado eso!
-Debiste haber pensado en eso antes de acostarte conmigo, cariño –embozó una sonrisa de lado, arrogante. Tanto, que bastó para que el pelirrojo pensara dos veces antes de lanzar un “Sí”, como respuesta.
Jenna salió de la habitación haciendo sonar una vez más sus rojos tacones aguja. Axl volvió a sentarse en la banca, masajeando sus cienes. No había palabras para describir la idiotez que había cometido y tampoco las había para describir lo dolido que se sentía por Emma. Él estaba arrepentido de sus acciones e Izzy, de haber escuchado.
[***]
El pequeño y ajustado traje blanco estaba asfixiándola. Aplanó con sus manos la tela mullida debajo de este, nerviosa. Miró a través del rojo telón como por décima vez en los últimos cinco minutos. Quedaban unos cuatro lugares vacíos y entre esos, faltaba él.
Tomaron su mano suavemente y dio una vuelta brusca.
-Hey, tranquila, cabellos de fuego- Lea le sonrió- Falta poco para que salgamos.
Emma suspiró, devolviéndole su sonrisa.
-Yo… no quiero –hizo una mueca.
-¿Por qué?
-T…engo miedo –susurró para que Ángela, quien pasaba por allí, no la oyera.
-Tranquila, todo saldrá bien –acarició su hombro- Verás que habrá alguien apoyándote.
Tragó saliva y asintió, no muy convencida. Uno de los asistentes que controlaba todo lo técnico del evento, anunció que sólo quedaba un minuto. Emma calentó una vez más, esperando lo mejor.
Por fin salieron a escena. Los aplausos del público inundaron todo el estadio. Dio una mirada a este, esperando encontrar a Axl, pero no. Él no se encontraba ahí.
Reprimiendo las lágrimas traviesas que trataban de escapar por sus ojos, siguió bailando, pretendiendo que todo estaba bien, como siempre. De un lado, Sara, actuaba como su ángel guardian, del otro, Jenna como un demonio.
En el momento que Emma debía dar un giro, la chica a su izquierda, la empujó levemente, provocando que rápidamente pierda el equilibrio, terminando en el piso.
Todo pareció congelarse de repente. Los segundos en que estuvo de rodillas, parecieron eternos. Logró levantarse y miró a su alrededor. Las primeras lágrimas comenzaron a salir corriendo el perfecto delineado que poseía. Sus pies, tomaron el control y comenzaron a correr a la velocidad de la luz. Se abrió pasos a empujones por el pasillo. Atravesó las imponentes puertas de roble y siguió su largo camino por la acera en la oscura y fría noche.
El fuerte viento hacía temblar cada poro de su cuerpo. Cubrió su rostro con una de sus manos mientras las lágrimas seguían cayendo. Bajó la mirada a sus gastadas zapatillas, era hora de deshacerse de ellas.
Se sentó en la entrada de su hogar, congelándose. Las gotas saladas se deslizaban sin parar por su pálido rostro. Sus labios comenzaron a temblar también. No le importaba el hecho de que podía morir de frío, ya todo estaba arruinado.
Cuando estuvo a punto de cerrar sus ojos y rendirse, escuchó el ruido de las hojas crujir. Alguien venía hacia ella. No tuvo el valor de ver sobre quién se trataba, sólo se acurrucó más. Sintió unas manos posándose en su rostro. Su dueño llevaba guantes de cuero. Emma apretó sus labios. Sólo conocía una persona que los usaba.
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Ayúdame |Izzy Stradlin|
FanfictionIzzy conoce a Emma en el momento que su mejor amigo le implora de rodillas ayuda para conquistarla. Es la propuesta más rara que le ha hecho hasta ahora y la más sospechosa. Aún sabiendo que Axl no tiene inconvenientes para que las chicas caigan ren...