Varicela

61 11 0
                                    

Días después, Dan apareció. Tenía buena cara, pero conservaba unas costras en el rostro. Nos encontramos detrás de las furgonetas, a las doce. Apenas había gente.

Hice amago de tocarle las marcas de la cara, pero no llegué a hacerlo. Tenía una en la mejilla derecha, otra en la barbilla y unas cuantas en el cuello.

-Varicela-Murmuró, con una sonrisa, apartando mi mano.

-¿No lo habías pasado? ¿Ni vacunado?-Pregunté, extrañada. Yo la había pasado a los cinco años. Me quedaban algunas marcas en la espalda y piernas, de haberme rascado de más. Se decía que, cuanto más mayor eras, más dura era. Él negó con la cabeza. ¿Y cuántos años tenía? ¿Diecisiete? ¿Dieciocho? Se lo pregunté.

-Mañana cumplo diecisiete.-Dijo, rascándose la cabeza.

-¿En serio? ¿¡Y no me habías dicho nada antes!?-Exclamé, tal vez demasiado alto.

-Sólo es un cumpleaños. Además, tú tampoco me has dicho el tuyo.

-Cumplí dieciséis el tres de abril. Pero venga, ¡Son tus diecisiete! ¡Un año antes de que te puedan meter en la cárcel! ¡Tienes que disfrutarlo!

-¿Acaso tengo cara de delincuente?-Preguntó, divertido.

-Qué va-Contesté yo.

-Menos mal-Dijo, y acercando su cara a la mía y con voz más baja, añadió-Porque lo soy.

Yo lo miré, desconcertada.

A tan pocos centímetros, podía notar sus paletas, ligeramente torcidas, pero blancas cual espuma de mar. Sus labios, algo cortados y muy finos, y sus ojos, achinados, con una curva muy bonita que enmarcaba unos oscuros iris, casi negros, que brillaban mucho.

Retrocedí, riendo.

-Delincuente, con lo bueno que eres-Reí.

-Un delincuente no tiene por qué ser malo-Contestó.

Lo había echado de menos, pero no se lo dije.

-¿Entonces, ya estás bien?

-Listo para trabajar-Sentenció, levantando ambos brazos, haciendo fuerza.

-Tu hermano y tu padre parecen habérselas arreglado muy bien sin tu ayuda-Le pinché.

Él se encogió de hombros.

-Normal. Si sólo estoy de relleno.

Yo arqueé una ceja.

-Era broma. No es verdad.

Él seguía mirándome, intentando mantenerse serio, pero no pudo evitar que su sonrisa saliese a flote de nuevo.

Nos sentamos, apoyados en la furgoneta. Suspiré. Fue un suspiro largo, desesperado y profundo.

-¿Qué pasa?

-Estoy cansada. Y harta. Muy harta. Todos los días lo mismo. ¡Es verano! ¡No es justo! No se supone que tendría que luchar por no morirme del sueño. No se supone que tendría que estar tan alejada de mis amigos. No debería...-Dan me cogió por los hombros y me atrajo hacia sí, haciendo una especie de abrazo lateral apoyé mi cabeza en su pecho y callé. Tenía ganas de llorar, pero no lo hice.

-Estás siendo muy egoísta, Relle-Me regañó Dan de improviso. Supe que tenía razón.

Tenía la cabeza apoyada en la furgoneta y miraba al cielo claro y limpio. Me acarició el pelo lentamente.

Mierda, tenía razón. Tenía mucha razón. Me estaba quejando yo cuando él llevaba toda su vida así. Sin otra alternativa que trabajar en verano y probablemente el resto del año también. Y mi tía, que de verdad necesitaba ayuda, que de verdad me necesitaba, a mí, iba yo y me quejaba.

Fideos al Horno- #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora