Miedo

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Yo me quedé callada. Esperé a que siguiese hablando. Adrien clavó en mí sus grandes ojos verdes. El labio superior le temblaba.

-Y la he cagado. No sólo el año pasado, si no que hace unos días también y ahora se ha generado todo este odio contra ti que...

-¿Qué has hecho?-Pregunté.

Adrien suspiró. Apoyó los codos en sus muslos y se tapó la cara con las manos.

-Fui a pedirle ayuda a Amel. Ella lo sabe casi todo de gran parte del instituto. Sé que me aprecia, por lo que estaba seguro de que me ayudaría. Y así lo hizo. Le conté lo nuestro y le pedí inventar un pretexto para que te dijera lo de...Mi madre-Suspiró- Para que de alguna manera, te ablandases. Pero como no viniste a hablarme, decidió tomar las riendas e inventarse tal barbaridad. Y lo fuerte es que aquí estás, hablando conmigo. Yo nunca le pedí a Amel que difundiese esos rumores tan absurdos y horribles.

-Vaya, pues sí, ha funcionado-Tuve el impulso de levantarme e irme. Me sentía inocente y engañada. Había confiado en Amel. Entonces, comprendí que tal vez, Bel no era exagerada. Tal vez Amel sí que era mala.

-Pero no era mi intención que ella fuera inventando tales historias, de verdad. Esta mañana hablé con ella y le hice prometer que desmintiría todo-Aseguró.

-Ahora, déjame preguntarte de nuevo. ¿Por qué me olvidaste?

-Nunca te he olvidado. Amel no se inventó lo de mi madre. Mi padre entró en la cárcel, mi custodia completa pasó a ser de mis tíos. Tuve miedo de que estuvieras tan lejos. Tenía miedo de estar sin mis padres para siempre. Miedo de todo. Me hundí, me escudé en una personalidad que no era la mía...

Yo parpadeé muchas veces seguidas, intentando asimilar tal cantidad de información tan chocante

-¿Qué tu padre qué?

-¿Seguro que quieres que te lo cuente?

Yo me lo pensé dos veces. Eran temas personales. Y posiblemente, muy fuertes.

-No sé si lo quiero saber, pero el caso es que no me puedes dejar así.

Adrien me miró.

-Quiero que sepas antes, que sé que da igual lo que te diga, lo que te he hecho no tiene excusa. De hecho, intenté llamarte hace cuestión de un mes o menos, pero, como esperaba, de poco sirvió.

-¿Por qué hiciste como si no nos conociéramos el día de la bomba?

-Porque pensé que lo preferirías así, por un momento. O pensé que sería mejor empezar de cero. Es cierto que he sido un pedazo de capullo.

-No hace falta que lo digas dos veces-Repliqué, dándole la razón, arisca- Pero cuéntame...Lo de tu padre-Ahora tenía toda la intriga removiéndose por mi estómago-¿Qué pasó el dos de septiembre?-Pregunté, con la garganta reseca.

-Mi madre murió esa noche. No me dijeron ni la razón. Inmediatamente, mis tíos y yo cogimos el coche dirección a Toulouse, dejando a Adéle a cargo de la casa. Cuando llegamos al pequeño apartamento, la policía estaba en casa. Fuera, había una ambulancia, con un cuerpo inerte dentro, cubierto por una bolsa negra. A mi padre lo encontramos con unos anillos de metal encarcelándole las muñecas.

-¿Tu padre había as...?-No quería decir la palabra. Era demasiado fuerte.

El rubio negó.

-Eso es lo que todo el mundo pensaba. Lo lógico. Además, había antecedentes, o podía haber razones. Recuerdo que hubo una época en la que mis padres no estuvieron juntos porque mi madre había encontrado a otro hombre. Pero, al volver, todo iba bien. No, él no la había matado.

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