Diecinueve de octubre.
El mes había transcurrido pacíficamente, sin ninguna alteración. Tal vez cabía destacar que yo y Dan habíamos sido los observadores en primera fila del desarrollo de la relación entre Bel y Thian.
Día tras día, había ido descartando la idea de que Thian le podía hacer daño a Bel de alguna manera. Parecía que le gustaba. Le seguía el juego. La buscaba.
Y justo antes de ayer, lo suyo se había hecho oficial.
¿Tal vez todo un poco rápido? Ninguno de nosotros lo sabría. El caso es que parecían muy felices. Y yo era una de las primeras que se alegraba de ello.
A veces saludaba a Adrien por los pasillos. Nos sonreíamos. Pero nada más.
Los chicos estaban todos bien. A Kintan le habían dado una pequeña beca de catorce días para ir a Bélgica, en un cursillo de arquitectura o algo parecido, que era lo que él quería estudiar, y Gabriel se había ido a Lyon. Le iba muy mal en los estudios, así que los dejó para reencontrarse con un amigo allí.
La boda de Diane había sido atrasada debido a que se prefería aprovechar las semanas de vacaciones que comenzaban en el fin de semana del diecisiete.
Y por fin, hacía dos semanas que nos habíamos mudado. Digo por fin porque se agradecía no estar todo el día entre tantísima gente, aunque bueno, casi siempre bajábamos a comer con Camille, Michelle y Diane cuando podía, o ellas subían.
El piso no era muy diferente al otro. Tenía un pequeño pasillo que conducía a todas las habitaciones. La mía era la más amplia, y había forrado las paredes de posters, ilustraciones de Benjamin Lancobe que me había dadon Bernard, al ser su ilustrador favorito, y muchas fotos hechas con la polaroid de André. Tenía un pequeño escritorio con una silla con ruedas, un gran armario y una pequeña cama, con muchos cojines.
Mi hermano tenía cuarto propio, por supuesto. Teníamos muy pocos muebles, pero supuse que poco a poco, en cuanto fuésemos ahorrando y con un poco de ayuda de mis tías, avanzaríamos en lo que a la casa nos referíamos.
Eran las ocho de la mañana. A las once debíamos de estar en el ayuntamiento. Aunque no necesitaba mucho tiempo para arreglarme, debíamos ayudar a Diane.
Observé el vestido, colgado en una percha en la puerta de la habitación.
Era verde helecho y tenía el cuello amplio y ovalado, sin mangas. Se ataba justo debajo del pecho con un lazo verde cartuja, del mismo color que la corbata que llevaría Dan. A partir de la cadera, el vestido era suelto y fino, con capas ligeras por debajo verde pino, hasta la mitad de los muslos aproximadamente.
Llevaba unas cuñas negras y un pequeño bolso negro. Había ido a comprármelo todo con Diane y mi madre.
Tras desayunar lo más rápido posible, bajé las escaleras para ir al piso de mis tías, con los tacones en la mano. Michelle me había llamado, ya que quería peinarme.
Me había crecido un poco el pelo. Casi me rozaba los hombros y se había oscurecido un tanto. Michelle me onduló el pelo con las tenacillas, me dejó el flequillo delicadamente colocado sobre la frente y a ambos lados del rostro y trenzó la parte de atrás lateralmente, intercalando pequeñas horquillas con florecillas verdes y negras.
Mientras me peinaba, me miré la cicatriz. Me habían quitado los puntos hacía ya bastante, pero la fea segunda sonrisa sin dientes seguía ahí. Cada vez que la tocaba, me recorria un escalofrío la espalda. Tenía miedo de taparla con maquillaje. A lo mejor podía ocurrir algo. Así que, no. Debía aguantarme. Debía aprender a vivir con ella.
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Fideos al Horno- #Wattys2017
Teen FictionRaquelle es una chica que pasa todos los veranos en Nantes para visitar a su familia. Ese año, sin embargo, debe ayudar a una de sus tías en su puesto del mercadillo, donde conoce a Dan, un chico de origen vietnamita que trabaja con su hermano y su...