El viernes había llegado muy rápido, como si la semana entera solo hubiese sido un simple suspiro. Eleanor y yo decidimos que dormiría en su casa y ahí me encontraba:
Con un pijama de conejos rabiosos y pantuflas de Goofy que conseguí de Disneyland que alguna vez habían pertenecido a mi hermano mayor Adam. Él tenía veintitrés en la actualidad y nunca pasaba por casa. Apenas lo conocía solo por nombre o algún recuerdo borroso. Pero en fin, la relación con mi hermano era casi inexistente. Nadie hablaba de él y yo no hacía preguntas.
—Creo que Neil me pedirá ser su novia.—Comentó Eleanor mientras se fotografiaba a ella misma con muecas divertidas.
En cambio, mi cámara se rompió, me dio un error diciendo "Exceso de fealdad" o algo así. Mejor no tocar ese tema.
Me reí ante sus gestos, sin duda mi amiga era la chica más coqueta que conozco. Chanel corría por sus venas y Bloomingdale's adornaba su armario. Su cabello nunca se encontraba sin cepillar repetidas veces y sin algún peinado especial, siempre le quedaban hermosos. Lo haría pero es lamentable que sudo vagancia y gula.
—Me alegro por ti, El. Neil parece ser un buen chico.—Asentí mientras llevaba a mi boca una cucharada azucarada de helado sabor vainilla.
En definitiva, yo era una chica vainilla. Sea lo que sea que Keegan quiso decir.
—Y tú, sangresucia.—Volteó y enarcó su ceja con complicidad—. Tu propio príncipe encantador.
—Todavía sigo sin creerlo.—Arrugué mi nariz y levanté levemente mi labio superior.
—Tal vez perdió una apuesta.—Bromeó Eleanor y la fulminé con la mirada. Ella se rió entre dientes por mi reacción.
Le tiré una de mis amadas pantuflas.
Eleanor me recordaba a la tía Lydia. La tía Lydia era la buena onda, la que tenía esas uñas falsas de dos metros, y como si fuera una abuela, siempre escondía sus caramelos de miel en los bolsillos. Siempre entraba en cada Navidad con una gran sonrisa y sus brazos repletos de regalos. Y como olvidar, su insistencia divertida y a veces intolerable interrogatorio sobre mis novios, cuando me casaré y como llamaré a mis hijos.
Me levanté dejando la ambrosía de los Dioses sabor vainilla para acercarme a Eleanor. Rodeé la cama pero al pasar por la esquina me tropecé y caí.
—¡Auch!—Salté sobre mi pie tratando de alguna manera ilógica, aliviar el dolor. No entendí por qué todos hacían eso.
Yo seguía agonizando.
Escuché a Eleanor chasquear su lengua y negar con la cabeza.
—¿Por qué tienes que ser tan idioteishon?—Inquirió.
El inglés no era el fuerte de esa chica. Me reí sin humor de su broma y contesté sarcástica.
—Me entender very poquito.—Farfullé y sobé el lugar de mi herida la cual ardía un poco, pero al tiempo el dolor se aliviaba.
Estaba segura, Eleanor era alguna clase de reencarnación o Horrocrux de mi tía Lydia. Las dos se ausentaron en el reparto de sensibilidad.
—Sorry pero mi no entender.—Siguió soltando una estruendosa carcajada. Llevó su cabello almendrado hacia atrás y comenzó a barnizar sus uñas.
La puerta se abrió abruptamente y alguien se encontraba parado en la entrada de esta, luciendo una sonrisa radiante.
—¡Llegó por quien lloraban!—Douglas exclamó ingresando a la habitación con los brazos en alto. Y Eleanor volteó sus ojos.
—Sí, para que no vinieras.—Respondió mientras soplaba sus uñas recién pintadas de un color carmesí.
La expresión de Douglas se transformó a un semblante serio.
—¡Aaaa...—Comenzó a arrastrar la palabra—taque!—Gritó por último y sonrío como enajenado para lanzarse arriba de Eleanor.
Mi amiga chilló como un cerdo en el matadero. Se retorcía tratando de escapar del ataque de Douglas.
—¡Suéltame!—Rogó zarandeado para ser libre. Pero Douglas la tenía aprisionada—. ¡Suéltame, pejelagarto!—Gritó mientras golpeaba el pecho de Douglas con sus puños.
—¡Mira lo que hiciste, Eleanor!—Douglas se quedó incrédulo al ver su camisetas embarrada con esmalte de uñas—. ¡La arruinaste!
—Créeme, Doug.—Rodó sus ojos y chasqueó su lengua de manera escéptica—. Te hice un favor.
Douglas se apartó de Eleanor y solo por las dudas, me entremetí en ellos dos. No quería llevar a nadie al hospital.
Era muy temprano para eso.
—¿Y a ti quién te dejó entrar?—Indagó la chica a mi lado. Quien estaba ocupada buscando algodón para remover el barniz el cual era un desastre en sus delicadas uñas.
—Tu madre, ¿quién más?—Douglas bufó y se lanzó sobre la cama mirando al techo.
—Le dije que no tenían que entrar idiotas a la casa.—Mi amiga exclamó sarcástica.
—¿Por qué no?—Douglas se encogió de hombros y frunció sus labios—. Tú ya vives aquí, ¿no?
Me reí para mis adentros. Mis dos mejores amigos se amaban, lo único que tenían un modo especial de expresarlo. Nada de lo que decían era cierto, era solo su fuente de diversiones. Y la verdad, yo nunca paraba de reír. Los adoraba a ambos. Cuando salía con uno de ellos por separado eran normales. Pero cuando estos dos locos de remate se juntaban... Adiós humanidad.
—Si serás retardado.—Eleanor farfulló para volver a encargarse de su manicura.
Pude escuchar los pensamientos de mi amiga desde aquí:
Suripanto, Suripanto, Suripanto.
N/A Me reí con este capítulo, perdonen que no haya pasado nada interesante ❤️❤️ Ya vendrán cosillas 😏🙄😉
Mitchy Bebi💕
ESTÁS LEYENDO
Sonrisas Amargas
Teen FictionKeegan Wayne era el raro de la escuela. Una persona altamente desagradable y con una gran capacidad para fastidiar. Con un cigarrillo en su boca y un extenso vocabulario de malas palabras, digamos que no era el chico ideal para nadie. Y eso lo sabía...