Capítulo 32: Grietas

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Al dar el paso para acercarme a los labios de Keegan, nunca pude imaginarme que él también daría un paso hacia mí para unir nuestras bocas y corresponderme. Mi cuerpo fue sacudido por la absoluta sorpresa. No tuve mucho tiempo de analizar la situación, solo sentí los cálidos labios de Keegan sobre los míos. Oh... fue el paraíso. Apoyó una se sus manos en mi mejilla para acercarme unos milímetros más si eso era posible. Quedé pasmada cuando Keegan se apartó de repente, lo miré atónita y una sonrisa un poco tonta comenzó a dibujarse en mi rostro. Mi respiración entrecortada era imposible de calmar al igual que los latidos de mi corazón. Observé a Keegan, su cabello rubio y sus preciosos ojos. Me enamoré cuando me sonrió. Dios, había hecho la decisión correcta.

—Keegan, yo estoy...

—Sam.—Fui abruptamente interrumpida. En sus labios había una sonrisa condescendiente y pude notar un poco tensa. El cosquilleo y la calidez en mis labios fue descendiendo—. Quiero presentarte a mi madre.

Keegan se movió a un lado para que yo pudiera a la mujer sentada en su sofá. Debía ser una señora en sus cuarentas, tenía cierto aire de elegancia y sus facciones eran finas. Su cabello rubio estaba atado en un prolijo moño y sus manos estaban cruzadas sobre su falda. Su rostro con algunas pequeñas arrugas se iluminó al verme, ella se paró de inmediato y me escrutó con sus ojos verdes. No sabía como sentirme ante todo esto.

—Oh, Samantha, mi hijo no mentía en absoluto cuando me dijo que su novia era muy hermosa.—Sus comisuras se elevaron al mismo tiempo que se acercaba a mí con sus brazos abiertos y me envolvía con ellos.

Observé a Keegan bajo mis pestañas mientras abrazaba a su madre. Ella había dicho... ¿novia? Esperen, ¿Keegan le dijo a su madre que yo era su novia? Es decir, no tenía ningún problema con serlo pero... Esto me decepcionó, ese beso solo fue uno falso, una actuación pero al mismo tiempo emocionante y me hizo sentir miles de sensaciones. ¿Fui la única que lo habrá sentido? Mi humor se acababa de tirar de un edificio de veinte pisos contra el duro cemento de la realidad.

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—Estoy tratando de convencer a Will de acompañarnos esta noche.—La señora Wayne me mira apaciblemente bajo sus parpados. ¿Will? ¿Ella acababa de decir Will? Mi desconcierto era demasiado. Parecía una buena mujer pero yo no podía dejar de lanzarles miradas a cierto chico que las evitaba al mismo tiempo—. Deberías venir con nosotros, Samantha, será esplendido que la familia te conozca.

Tragué duro. ¿A donde quería esta mujer que vaya? ¿Y... conocer a la familia de Keegan? Volví a buscarlo con mi mirada y esta vez, él no la apartó pero pude ver como apretaba sus labios para luego articular un silencioso no sin que su madre se percatara.

—Señora, yo no...

—Oh, Jill, por favor.—Dijo cortésmente.

—Jill...—Repetí e inhalé profundamente y proseguí—. No creo que debería ir, yo no...

—Vamos, cariño. Tal vez de esta forma William decida ir, un hijo no debería perderse el cumpleaños de su padre.

¿El cumpleaños de su padre? Bien, esto ya era demasiado. Clavé mi vista nuevamente en Keegan y él negó imperceptiblemente con la cabeza. Debía tomar una decisión, me fijé en Jill y sentí un poco de pena al ver la esperanza de que su hijo acudiera al cumpleaños de su esposo. No me sentía con ánimos de pasar toda una velada con Keegan, la verdad, estaría muy incomoda al respecto de que había ido allí exactamente para declararme mis sentimientos. Y ni hablar de ese beso, por un segundo, me imaginé que él me correspondía y el mundo no podría ser más perfecto pero luego... el saber que para él ese beso solo fue algunas clase de escape o lo que sea no me hacía feliz. Y todo esto de fingir ser su novia... no lo comprendía, y esperaba explicaciones muy pronto.

Sonrisas AmargasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora