Capítulo 10: Encargo Especial

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Me observé, críticamente, en el espejo de mi habitación.

Dios mío, esto debería ser ilegal.

Las orejas de ¿conejo?, ¿liebre?, ¿leopardo?, lucían en mi cabeza. Y el pequeño vestido me incomodaba. Todo el tiempo trataba de ajustarlo más hacia abajo, pero la estúpida prenda seguía subiéndose.

—Creo que me cambiaré.—Le informé a Eleanor.

Ella dejo de aplicarse lápiz labial y fijo sus ojos en mí y mi atuendo. Me estudió con la mirada y luego se encogió de hombros. Su traje de gatúbela me intimidaba de alguna forma. Es decir, yo tenía curvas pero como ya dije, no era nada más que ordinaria. No era fea, no era linda. No era alta, no era baja. Mis ojos castaños están rodeados por pestañas cortas y hay unas pequeñas y discreta pecas por mi nariz y mejillas. Mi cabello rubio (ahora de un horrible rojo, gracias a mis hermanos) hasta un poco más de los hombros, lucía opaco. Traté con ese tratamiento para nutrirlo pero no pude estar por la casa con una sustancia en mi cabeza por dos horas, una vez a la semana.

—Te ves preciosa, incluso disimula el tinte rojo.–Señaló luego a mi cabello.

Esos demonios del infierno. No tuvieron mejor idea del que poner tinte en mi champú. Apenas me di cuenta de lo que estaba pasando al ver el agua teñida de rosa. Proferí un grito, el cual cualquiera diría que me estaban asesinando. En conclusión, perseguí a mis hermanos por toda la casa.

Pero eso no me preocupaba en este momento. Iríamos a la fiesta de ese Nick, la cual había que ir disfrazado. Por eso, mi traje consistía en unas orejas de algún animal en mi cabeza, un poco de maquillaje artístico en mi rostro, y una cola peluda en mi trasero.

No preguntas, por favor.

Estaba feliz de que me vería con Damien, eso dijo al menos. Pero ahora, con mi cabello pelirrojo—por el momento irreparable—, ya no me sentía tan segura. Y como no olvidar el incómodo momento en el cual me di cuenta de que dejé plantado a Keegan en el parque. ¡Me encontraba en mi casa en ese entonces! Traté de comunicarme con él, para pedirle disculpas pero nunca me atendió, o respondió mis mensajes. Hubiera ido a su casa pero no tenía la menor idea de dónde podría vivir Keegan. Y me resultaba un poco incómodo ir a preguntarle a sus amigos, eso no pasaría. Así que, en cuestión, hace dos días que no hablé con él.

—Vamos, pelirrojita.—Fulminé a Eleanor por su comentario—. Hay que asistir a esa fiesta.

***

Llegamos a la fiesta y Douglas se nos unió. Al parecer, él vestía algún tipo de  versión de Batman.

—Hola, preciosas.—Nos atrapó con sus brazos y nos dio un beso a cada una—. ¿Cómo están?

Antes de que pudiera responder, Eleanor chilló al sorprenderse de la presencia de Neil a su lado, quien vestía como Robin, el ayudante de Batman.

En cuestión, teníamos a una sexy gatúbela atenta ante el cortejo de Robin, y a su lado, un celoso Batman.

¿Cuándo confesará Douglas su problema? No lo sabíamos. Le comenté sobre esto a Eleanor, ella me aseguró que Douglas solo estaba celoso pero no en ese sentido. Simplemente, no le caía bien Neil. Yo no estaba tan segura pero no dije nada.

—Esta totalmente loco.—Comentaba una chica a mi lado. En su grupo se escuchó un rumor de asentimiento.

Dirigí mi vista a lo que sea que todos veían. Era un chico parado en el segundo piso de la casa, al lado de las escaleras. Sus manos sujetaban una tirolesa, el cable de esta, atravesaba toda la sala y terminaba en una ventana. Concordé con la chica, estaba loco. Pero al parecer, todavía no estaba dispuesto a lanzarse.

—¿Quieren ir a bebe alg...—Mi pregunta se disipó en el aire al instante.

Neil y Eleanor bailaban animadamente en la pista y Douglas los miraba con recelo. Rodé mis ojos, no había nada que podía hacer. Fui hasta una de esas pequeñas neveras refrigerantes, tratando de parecer madura, saqué una cerveza. Pero la devolví al instante, al ver la soda de frambuesa a un lado. Eso estaba mejor.

—¿Cereza, eh? Eso explica el color de tu cabello.—El aroma de cigarrillo me asqueó.

Volteé para enfrentar a Keegan. Él no vestía ningún disfraz. ¿No podría ser más cliché?

—¿Así que conejita?—Keegan frunció sus labios y me miró con desdén—. ¿No podías ser más original?

Entrecerré mis ojos hacia él. Ya me había acostumbrado a sus comentarios pero de igual manera, decidí responder.

—¿Y qué hay de ti?—Indagué con sorna—. ¿El típico chico como tú, que al venir a estas fiestas, no trae disfraz? Qué original.—Alcé unas de mis comisuras. Keegan se quedó callado.

Lo había leído en libros, esta clase de chico, asistía a estas fiestas sin disfraz. Y era el único que no quedaba al ridículo. ¿Quién se creía este rubio?

—En realidad, hubiese venido con un disfrazas pero prefiero gastar mi escaso dinero en cosas que valgan la pena.—Dijo. Y esta vez, yo fui la que me quedé callada.

¿Ves, Sam? Por estas cosas tú decides ser amable. Uno nunca sabe las verdaderas razones de las acciones de las personas. Nunca hubiera creído que Keegan no decidiría usar un disfraz por qué me prefiriese usar su dinero en otras cosas. ¿La verdad? Tenía razón. Tampoco veía a Keegan como una persona con problemas económicos.

—Lo siento por lo que pasó en el parque.—Cambié de tema y comencé a disculparme—. Perdón por olvidarme de ti.

Keegan rió secamente y chasqueó su lengua para que no me preocupase.

—Lo creas o no, yo también me hubiera ido de esa horrible clase de yoga si Claire me hubiese invitado a algún lado.—Se encogió de hombros y lo miré atónita—. Te vi con Damien.

—Lo siento.—Volví a insistir.

—Esta bien, Sam.—Sus ojos celestes se achinaron—. Después de todo, veo que recibiste mi encargo especial.

Lo miré sin comprender. Hasta que....

—¿Conspiraste con mis hermanos?—Grité sobre la música. Oh, no podía creerlo.

Keegan Wayne tiñó mi cabello a un rojo ridículo.

—Hey, yo solo les di la idea...—Trató, sin esfuerzo, de parecer inocente. Iba a replicar pero alguien apareció frente a mí.

—Hola, Sam. Me gusta tu peluca.—Damien sonrió mostrando sus hoyuelos. Suspiré encantada—. ¿Una cerveza?

Acepté la cerveza que me ofrecía Damien. Y aunque no me gustaba la cerveza, me gustaba él. Le susurré un hola y traté de no sonar atragantada por el gusto amargo de la bebida.

—¡Oh! ¿Keegan, verdad?—Damien notó la presencia del chico detrás suyo—. Soy Damien.

Por supuesto que Damien sabía quién era Keegan, pero supuse que jamás habían tenido una conversación personal. Keegan arrugó su frente y no le devolvió la sonrisa a Damien. Todavía seguía molesta con él por formar parte del plan "arruinemos el cabello de Sam". Resoplé al notar que tal vez me lo merecía un poco.

—¿Qué se supone que eres?—Keegan preguntó con desdén mientras estudiaba a Damien. Al parecer, este no percibía el disgusto de Keegan.

Mi Damien solo veía lo bueno en las personas.

—Soy Jack Sparrow.—Exclamó Damien señalando su disfrazas.

Vestía, exactamente, como el personaje. Las ropas holgadas e incluso las rastas en su cabello.

¿A caso cualquier cosa le quedaba bien a este chico?

—Ajá. Adiós Ariel.—Keegan volvió a bromear sobre mi cabello pelirrojo y luego clavó sus ojos en los de Damien y prosiguió cortante—. Adiós, tú.

N/A holaaaaaaaaaaa :) que capítulo largo, Dios mío. Mañana lo seguiré, pero tuve que cortarlo aquí, estaba muy extenso y es tarde. Gracias por comentar y votar. Adiós :)
Mitch

Sonrisas AmargasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora