Lo único que podía escuchar en este momento eran el ruido de varios tenedores y cuchillos y también el de varias personas masticando. Yo todavía me sentía un poco humillada por mi ruidosa y muy notoria caída. Sentí una calidez en mi mano izquierda y al observarla, Keegan me dio un poco apretón con su mano, sonreí cohibida, esperando que la retire pero eso no sucedió. Él la mantuvo allí. Mi corazón comenzó a palpitar rápidamente.
—¿Desde hace cuanto que conoces a Keegan?—La hermana del mencionado inquirió.
—Bueno... lo conozco bien de hace apenas unos meses pero ya había escuchado de él...
—Fuimos al kinder juntos.—Me cortó él y yo lo miré con el ceño fruncido.
—¿Qué?—Indagué confundida.
—Fuimos juntos desde que tenemos cuatro años, Sam, ¿no lo sabías?—Esta vez él profundiza los pliegues de su frente, su rostro se tornó serio. ¿Era algo que debería haber sabido?
¿Él y yo íbamos juntos al kinder? Tal vez era solo una mentira y tenía que seguirle la corriente, aunque esto siguió rondando en mi cabeza. Por alguna razón, me concentré en escrutar su rostro.
—¿Se te perdió algo, linda? Vas a lograr que me sonroje.—Dijo él, descubriéndome y cerniéndose sobre mí, Mis mejillas se colorearon levemente y negué con la cabeza.
—Oh, ustedes son tan lindos.—Comentó Sebastian con una sonrisa surcando su rostro para luego dirigir u mirada hacia el techo—. Me dan tantas arcadas.
A mi lado, Kencie soltó una risa seca y elevó una de sus cejas al mismo tiempo que suspiraba.
—Los cerebros son tan hermosos, desearía que todos tuvieran uno.—Dirigió una mirada calculadora a su hermano—. ¿Estas haciendo algo de tu vida, Keegan?
—¿Hablas de algo más que la escuela?—Fingió detenerse a pensar su respuesta, para luego responder con despreocupación—. No. Lo llamo "selección participativa".
—Espero que Sam te ayude a guiarte, hacen una linda pareja.
Pude notar el pecho de Keegan subir, listo para dar una respuesta cuando algo lo interrumpió.
—Entonces, Miranda, ¿no te cansaste de Keegan todavía?—Una voz no perteneciente a nuestro circulo de conversación se alzó.
Debí haber parecido una idiota, al voltear y ver con una cara de boba al padre de Keegan cuando me dirigió esa pregunta. Tardé varios segundos en reconocer que me estaba hablando a mí. Quise corregirlo y decirle que me llamaba Samantha pero mi boca no se atrevió a hacerlo.
—Eh, yo...—Miré a los ojos de mi supuesto novio pero él tenía la vista clavada en la mesa—, no. No creo que él sea una persona con la que uno se cansa fácil o se le olvida, señor.
El señor Wayne se rascó su barbilla sopesando mi respuesta, acto seguido largó una carcajeada dejándome confundida.
—Tiene sentido, el interior de la cartera de un hombre es algo difícil de dejar, ¿verdad, Jill? Lo que me extraña, por lo que tengo entendido él no tiene ni un centavo.
La madre de Keegan esbozó una sonrisa tensa y no respondió. Traté de no dar vueltas en mi cabeza que el padre de Keegan me acababa de llamar interesada indirectamente.
—No creo que el dinero lo sea todo en una relación, hay más allá de ello. Discúlpeme por sonar como una película cliché, pero, de lo contrario nada tendría un propósito.
Keegan padre dio una sonrisa apacible y negó imperceptiblemente con su cabeza.
—Es agraciado que creas eso, cariño, pero créeme, tengo bastantes años y no he visto a ninguna pareja que se haya mantenido junta a la primera señal de problemas. Esos son cuentos de hadas, queramos o no. Yo he echo un gran sacrificio con esta familia y todo se ha resuelto con el tiempo.
ESTÁS LEYENDO
Sonrisas Amargas
Teen FictionKeegan Wayne era el raro de la escuela. Una persona altamente desagradable y con una gran capacidad para fastidiar. Con un cigarrillo en su boca y un extenso vocabulario de malas palabras, digamos que no era el chico ideal para nadie. Y eso lo sabía...