—Samantha Jenkins, ¿harías el favor de explicarme cómo te terminaste en la casa de los padres del chico que elegiste y todavía no le dices que te gusta? Por favor, pásame con alguien, necesito decirle urgentemente que te abofeteé.
Puse los ojos en blanco aún cuando mi mejor amiga no podía verme desde el otro lado de la línea telefónica. Al segundo en pisar la casa de Keegan, al ser recibidos por Elva con una gran sonrisa, me excusé para ir directamente al baño y llamar por un grito de ayuda. No sabía en qué me estaba metiendo.
—Es decir, no me malinterpretes, todavía sostengo que Damien está como para comérselo con mantequilla y azúcar pero... si esta es tu decisión, al menos haz algo bien al respecto. Me sacas de quicio, Sam.
No contesté que yo misma no me soportaba y no era necesario decir que era una idiota en todo sentido. Ir a la casa del chico que te gusta, conocer s sus padres y familiares, que te presentes como su novia... pero que al final no seas completamente nada para él dolía.
—Además, ¿no te estás olvidando de alguien? ¿Si quiera sabes dónde está Damien?
—Yo no...—Mi respuesta fue interrumpida cuando escuché unos ruidos en la otra línea.
Sinceramente, me sentía mal por ser una egoísta al no saber nada sobre Damien últimamente y lo peor; ni siquiera me molestaba eso, ni me preocupaba en saberlo.
—...mierda, Eleanor, solo pásame el teléfono... ¡Auch! ¿Sam?
—¿Si?—Respondí al escuchar la voz de Douglas un poco agitada.
—Sal con los dos, ¿no es lo que dijo Hannah? Lo mejor de dos mundos.
—Douglas, no basaré las decisiones de mi vida en un personaje de Disney.—Me quejé frunciendo mi ceño.
—Bien, bien... Olvídate de Damien, él no importa en este momento. Después de todo, él no es tu caballero de armadura dorada, solo uno cualquiera envuelto en papel aluminio. Solo concéntrate en Keegan y si puedes, guárdate algunos pastelitos de la fiesta, ¿eh?
—¿Sam? ¿Estás bien?—Una voz del otro lado de la puerta del baño inquirió.
Genial, ahora todos creerían que tendría algún problema intestinal. ¡Hurra, Sam! Tu día no puede mejorar.
—Sí, sí.—respondí demasiado rápido en mi opinión—. Salgo en un segundo.
Corté la llamada que sin éxito pensé que me ayudaría en algo esta noche. Tal vez solo le diría a Keegan que me sentía mal y me iría de una vez por todas.
Pero yo era Samantha Jenkins y nunca nada saldría como yo esperara.
Al salir del baño, un chico se interpuso en mi camino. Su pelo azabache estaba peinado hacia atrás elegantemente, me pregunté si habrá usado gomina o algo parecido. Sus ojos azules me taladraban profundamente y luego de que yo me removiera incomoda, él habló.
—Mi hermano tenía razón, eres preciosa.—Una gran sonrisa se formó en su rostro y elevó una de sus cejas con gracia—. El otro Wayne.—Se acercó un poco hacia mí con confidencia y susurro—. Pero el más atractivo, obviamente.
—Piérdete, Sebastian.—Una voz femenina con un toque inglés se alzó y el chico frente a mí se apartó.
Al girar para ver a la chica, me encontré con una castaña de ojos claros fulminando al invasor. Ella al acercarse a nosotros, apartó la mirada del chico para luego dirigirse a mí y en un segundo, envolverme con sus brazos en un asfixiante abrazo. Al apartarse, todavía se reflejaba una gran alegría al verme.
—Oh, no sabes lo que he esperado para este momento. Siempre quise llevarme bien con la novia de uno de mis hermanos.—Acto seguido, ella señaló a Sebastian—. Pero este estúpido solo seguirá tirando a rubias huecas que solo quieren su dinero, ¿verdad, Seb? Oh, espera, no te ofendas por lo de las rubias.
La castaña pestañeó varias veces hacia su hermano y este hizo una mueca de enfado y burla.
—Cállate, Kencie. Y deja de hablar como británica, nadie te soporta.
Bueno, el temperamento era de familia.
En ese momento, Jill, la madre de Keegan fue nuestro encuentro y con unos rápidos gestos de la mano nos avisó que la cena estaba por comenzar.
—Uh, ¿asustada de conocer al suegro, rubia?—Sebastian dijo a mi lado y mordí mi labio.
—No.—Negué con la cabeza.
—Déjala en paz. Tú tranquila, Sam, él no es tan malo, solo un viejo gruñón cualquiera.
—No nos olvidemos del hecho de que exilió a Will y tú eres su novia, pero tú tranquila.—Sebastian copió la forma de hablar de Kencie solo para burlarse de ella y esta giró los ojos en fastidio.
—Algún día se pondrá de moda ser idiota y no sabrás qué hacer con la fama, Sebastian.
Tomó mi brazo y por primera vez, ingresé al comedor, donde varios ojos se clavaron en mí. Al final del comedor, un alto señor de alrededor de cincuenta años, se encontraba conversando con Keegan. Sus cejas estaban tan elevadas que parecía una mirada de escepticismo constante. Sus labios reprochaban mientras que sus ojos mostraban desencanto hacia su hijo. Este último giró sintiendo mi presencia y lo vi tragar. Su padre lo notó y también me observó. La sala entró en un absoluto silencio mientras que todas las miradas de clavaban en mí.
—Te presento al Keegan Wayne original, linda.—Pronunció Sebastian, dándome un pequeño empujón hacia adelante.
¿Podía ser esto peor? Caí al tropezarme con los tacones, esperé que nadie lo haya notado.
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N/A
Perdón por estar tan ausente, juro que este capítulo lo tenía hace bastante pero ahora entré en vacaciones y podré escribir más. Gracias por los comentarios :) ¿Qué piensan de Sam? ¿Les ha pasado alguna tontería en frente de sus suegros?
-Mitch
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Sonrisas Amargas
Novela JuvenilKeegan Wayne era el raro de la escuela. Una persona altamente desagradable y con una gran capacidad para fastidiar. Con un cigarrillo en su boca y un extenso vocabulario de malas palabras, digamos que no era el chico ideal para nadie. Y eso lo sabía...