Todavía sintiéndome de alguna manera incompleta, me acerqué a uno de los asientos de cuero sintético de la sucia barra. Apreté la opción de aceptar llamada y acerqué mi oído al teléfono.
—¿Damien?—Pregunté aunque era más que obvio.
Normalmente se me dibujaba una sonreía de inmediato al ver de quién era la llamada pero esta vez me sentía fuera de mi mente, había un pensamiento que ocupaba mi cabeza pero estaba bloqueado con doble cerradura.
—Hola, preciosa. ¿Sigues en lo de tu abuela?—Indagó y apoyé mi frente en mi mano izquierda.
Esto estaba mal, en tantas maneras que ni siquiera podría numerarlas. No me sentía bien mintiéndole, odiaba hacerlo pero tampoco quería decir la verdad. Me encontraba en una gran encrucijada pero sinceramente, en este momento no sentía ganas de atender mis valores morales.
—Sí.—Respondí sin saber que más agregar.
—Fantástico. Ey, ¿recuerdas que hablamos del baile?
—Eh, ¿no?—Froté mi sien, comprobando en mis recuerdos esa charla pero no encontré nada útil.
—Bueno, hablamos sobre ello y... eh, lo siento, sé que dije que podría ir pero un familiar está enfermo y debo ir con mi familia ese viernes.—Su voz quedó en silencio por un segundo y al escuchar que yo no tuve reacción, continuó—. Te juro que quisiera pasar todo ese tiempo contigo, de verdad. Solo hiero besarte y tener un fantástico tiempo contigo pero... ¿Sam? ¿Eh, estás ahí?
Mi vista estaba desenfocada y clavada en un punto indefinido. Me sentía cansada y sentía que solo al hablar me producirá un dolor físico. Colgué la llamada, no entendía por qué me sentía así. Me sentía con un gran desgano y solo deseaba poder descansar mi mente un segundo.
—Haga lo que haga no puedo sacarte de mi cabeza...—Susurré para mí misma y con un gran esfuerzo mental, la siguiente palabra brotó de mis labios—. Mierda.
Jugué con mis dedos, con mi mente sin pensar en algo específico. Mis ojos se clavaron en algo que a mi vista le llamó la atención. Era un vaso de plástico descartable, pude notar labial rojo marcado en él. Lo tomé con mis manos y lo examiné, lo llevé a mi nariz y el horrible olor casi me produce una arqueada. Tenía una gran laguna mental, tantos pensamientos contradictorios. No lo pensé dos veces en tomar un sorbo de ese asqueroso líquido.
Lo escupí inmediatamente
Hice un segundo esfuerzo en tragar otro sobro y esta vez logré pasarlo por mi garganta. Escuché unas risas a mi lado, debía de parecer una niña recién descubriendo el alcohol y casi en efecto, eso es lo que estaba pasando. Quemaba mi garganta y juraba que si comiera vomito, sabría a algo como esto. Me mareó mínimamente. No me importó demasiado, y el tercer sorbo llegó. No supe que estaba sucediendo conmigo, solo quería ahogar esta duda que me atormentaba y no quería enfrentar.
Dios, esta bebida era muy fuerte, no podía creer que no la haya vomitado hasta ahora.
—Bueno, dicen que cada mujer es un mundo, ¿no?—Oí la voz de Shawn acercándose.
—Y a ti te encanta el turismo...—Replicó Susie...¿o era Holly?
Aguantando la respiración, llevé el vaso a mis labios nuevamente.
—Hey, madre del niño, no sabes lo que...
—¿Sam?—La voz de Keegan se escuchó a mi lado—. ¿Estás bien?
—Fantástica.—Respondí y noté que se sentaba a mi lado.
Lo observé, él me miraba con su ceño fruncido y analizándome.
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Sonrisas Amargas
Roman pour AdolescentsKeegan Wayne era el raro de la escuela. Una persona altamente desagradable y con una gran capacidad para fastidiar. Con un cigarrillo en su boca y un extenso vocabulario de malas palabras, digamos que no era el chico ideal para nadie. Y eso lo sabía...