Capítulo 42: Mil Años Luz

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Mi teléfono no se detenía ni apenas un segundo. Vibraba intermitentemente y cuando pensé que el infierno había finalizado, volvían a llegar miles de mensajes nuevamente. Es decir, apenas utilizaba mi teléfono para mensajear, no tenía tantos amigos. Y esta situación no me sorprendía, porque sabían de parte de quiénes eran: Eleanor y mi mamá. Mi amiga no paraba de parlotear en un grupo en el que Douglas también estaba incluido. Aparentemente se viralizó un video de un chico un año menor, Alex Crizzo, en ropa interior. Me lamentaba por el pobre chico, no parecía mucho escándalo, pero yo no quisiera que toda la escuela me viera en mis pantis. Luego, mi madre repitiéndome sin parar sino me olvidaba algo, y yo le volvía a repetir que chequeé tres veces. Aunque la maldecía porque ahora me hacía dudar y tenía el presentimiento de que me faltaba algo.

Iba al lado de Keegan mientras el conducía su viejo honda, logró recuperarlo con la influencia de su madre. Lo utilizaríamos para ir a visitar a mi papá. Así era, yo me moría de ansiedad y nervios. Él parecía sentir mi energía y envolvió mi mano con la suya mientras seguía conduciendo. Convencer a Julia Jenkins había sido un gran desafío, casi soltó unas lágrimas cuando tuvimos la conversación en la que yo tenía el derecho de conocer a mi progenitor si quería, aunque me partiera el corazón. Ella se negó una y otra vez, supuse que era más una negación para ella introducir ese hombre a su vida otra vez. Pero mamá siempre fue una mujer lógica y me dijo que lo hiciera si yo de verdad lo quería, me advirtió que lo único que no podía hacer era acompañarme hasta Chicago a verlo. Ofreció pagarme el pasaje hasta allí pero al decirle que Keegan quería acompañarme en el proceso se alegró. Debía verdaderamente confiar en él. Amaba eso.

Llegamos a su departamento a buscar su equipaje, solo pensábamos quedarnos unos dos o tres días en la ciudad, si todo iba como lo planeado en mi cabeza. Se reproducía como una película el reencuentro con mi padre, mi pecho se encogía al pensar que eso no sucedería. El último con algún tipo de contacto de mi papá fue mi hermano mayor Adam. Mamá tuvo el coraje de preguntarle, él simplemente estaba distanciado de mi familia por razones que desconocía, mi mamá solo me repetía que de más grande entendería todo. Adam nos pasó su teléfono y su dirección. Ya había intentando llamarlo pero lamentablemente la línea no estaba funcionando.

Entramos a la casa y como lo esperaba Ethan estaba descansando plácidamente en el sofá. Al verme se paró de un salto y vino hacía mí.

—¡Madre del pequeño Ethan!—Me envolvió en un gran abrazó y Keegan carraspeó—. ¿Cómo anda el renacuajo? Me han informado que irán a visitar a su abuela, ¿eh?

Reí sonoramente y me separé de él.

—Sería el abuelo, iremos a ver a mi papá.

—Te lo dije Ethan.—recalcó Keegan mientras tomaba sus cosas y salía por la puerta. Ethan me observó y levantó sus comisuras.

—Oh, bueno.—Se encogió de hombros—. Mi cerebro es como el Triángulo de las Bermudas—posicionó su dedo índice en su cabeza—, la información entra y nunca más se vuelve a encontrar.

—Tonto.—murmuré y reí entre dientes—. ¿Y como va todo? ¿Sigues en el taller?

—Ah, pues sí. Al parecer le gusto a Satán porque me sigue haciendo trabajar en ese infierno.—suspiró y puso los ojos en blanco— Pero bueno, acabo de ir a ver mi cuenta bancaria y averigüe que puedo vivir cómodamente sin trabajar el resto de mi vida.

—¿En serio?—parpadeé varias veces.

—Mientras muera el miércoles, sí.

Intercambiamos algunas palabras más y después ingresamos nuevamente con Keegan a su vehículo. Los mensajes de la preocupación de mi mamá ya me tenían harta. Ella estaba nerviosa de que emprendiera este viaje sola, y aunque estaba con Keegan, seguíamos siendo adolescentes. Leí sus mensajes por las dudas y decía que llovería un poco pero que tengamos cuidado, le respondí que se quedara tranquila. Cualquier cosa tomaríamos precauciones. El camino comenzó en silencio, Keegan estaba concentrado en conducir y yo en imaginarme los miles de escenarios cuando viese a mi padre. Sabía que estaba la opción de que no quisiera verme, me dolía, pero ya me había hecho la idea de que era posible. Pasó una hora de viaje y miré fijamente a Keegan. Lo quería tanto por hacer esto por mí, acompañarme en un momento tan marcado para mi vida, para bien o para mal. Si todo saldría bien, festejaríamos juntos, sino él me consolaría. Él tomó mi mano y comenzó a masajear la palma, tranquilizándome, sonreí discretamente. Observé atentamente sus labios, me sorprendió cuando volteó su rostro para verme y sonrió. Me derretí completamente. ¿Cómo se atreve a mirarme y no besarme? Dios, esto me mataría y apenas había transcurrido una hora. La lluvia comenzó a caer de a poco, en media hora pude notar la preocupación de Keegan al ver su ceño fruncido tratando de ver a través del cristal.

Sonrisas AmargasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora