Capítulo 44: Un Corazón Para Romper

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Abrí el grifo y dejé el agua correr hasta que la pequeña habitación, conocida como el baño, se inundara de vapor. Necesitaba urgentemente quitarme un peso de encima, mis hombros dolían por el estrés acumulado. Me quité toda mi ropa y me puse debajo del agua caliente. Dudaba sinceramente, que el agua caliente durara, por ello me apresuré a lavar mi cabello y enjabonar mi cuerpo. Aún cuando quería quedarme algunos minutos más para despejar mi mente, no podía, no quería que comenzara solo a echar agua helada y agarrarme un resfriado. No cuando hoy conocería finalmente a mi padre.

Cerré el agua y me coloqué fuera de la lucha. Decidí reproducir Feeling Good de Nina Simone mientras secaba mi cuerpo. Recorrí la habitación buscando mi toalla y quise golpear mi frente cuando caí en cuenta que la dejé en mi equipaje. Era una tonta, ¿y ahora que haría? Me daba mucho pudor incluso ver si Keegan se encontraba allí para ir a buscarla corriendo a la velocidad del rayo. Suspiré y traté de despejar mi mente, este día, el día que por fin conocería a mi progenitor, hacía estragos en mi cabeza y no podía lidiar con ello justo ahora. Entreabrí la puerta y me asomé con ojos curiosos.

—¿Keegan estás allí?—pregunté.

Sep.respondió—. ¿Por qué preguntas?

Bueno... necesito que voltees.apreté mis ojos y agradecí que no podía ver mi sonrojo. Olvidé mi toalla.

—Déjame adivinar, ¿tu rostro está rojo en este momento, verdad?

Sí.afirmé cohibida, siendo descubierta.

—Bien, ya, no estoy mirando.Me confirmó.

—No hagas trampa.sentencié y abrí la puerta. Corroboré por mi misma si cumplía con su palabra y lo hacía. Me apresuré en agarrar mi toalla y envolverla en mi cuerpo lo más rápido que mis manos podían.

—No lo haré.—Me aseguró y lo percibí sonreír, aún cuando estaba de espaldas hacia mí—. Aún cuando la tentación es grande.

Mordí mi labio y sentí en mi pecho esta, ahora familiar, calidez. Era agradable, era asombrosa, me hacía sentir cosas que nunca había sentido y me provocaba hacer cosas que nunca había intentado. Me balanceé en la puntillas de mis pies y me atreví a hacer lo que mi mente deseaba hacer. Oculté mi vergüenza y cohibición por un segundo en mi vida y caminé lentamente, sin tratar de salir corriendo, hacia Keegan.

¿Keeg?

¿Sí, S?—inquirió mientras giraba sobre sus pies y su mirada caía en mí. Sus ojos se abrieron ligeramente al igual que su boca.

—Hiciste trampa.—susurré en su boca y me elevé para besar sus labios.

Él cedió después de que la sorpresa abandonase su cuerpo. Keegan apretó mi cintura con sus manos y enredé las mías detrás de su cuello. Me aparté con una risa soltando mis labios al igual que una niña.

—Oh, ya veo.dijo asintiendo—. Utilizas mi cuerpo y luego me abandonas.—reí con una gran carcajada y él solo siguió dramatizando, ubicando su mano dónde estaría su corazón. Encima te ríes, yo no puedo seguir, ¿dónde esta la doctora Polo cuando se necesita? Ay, lo que callamos los hombres.

Me dirigí al baño y cerré la puerta, luego proseguí a apoyarme en ella. Con una gran sonrisa estúpida bailando en mi cara. Cómo quería a ese idiota de chico.

Terminé de vestirme y secar mi cabello rubio, el cual necesitaba aparentemente dos horas de uso de un secador para estar más o menos no húmedo. Me rendí, y coloqué todas mis cosas en su lugar, debía mantenerme ocupada o mi cabeza explotaría, en unas horas conduciríamos a donde sea que mi padre vivía y tocaría su puerta. Y lo que más me estaba carcomiendo: si esa puerta me permitiría entrar o se estrellaría en mi cara. Abrí la puerta del baño y salí a la habitación. Alguien tomó mi mano y observé como mi muñeca se encontraba aprisionada por los dedos de Keegan. Él me atrajo a su pecho, mi respiración no tardó en acelerarse y que esa corriente nerviosa y cálida recorriera mi cuerpo.

Sonrisas AmargasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora