25. Búsqueda.

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Recorrimos cada espacio en el cual creíamos encontrarlo, pero no sucedía, no sucedió. Hablamos con un par de individuos que decían haberlo visto por las calles, caminando solitario, sin rumbo, como un niño perdido buscando refugio. 

Pero nadie sabía que le ocurría y tampoco se atrevían a preguntar, pues sabían la clase de hombre que era, conocían su carácter y su forma de ser agresiva, jamás se acercarían. 

Estacionamos el coche frente a uno de los últimos sitios donde existía la posibilidad de encontrarlo, y allí descendimos, con la esperanza en mano. El bar se hacía nombrar ¨La oscura¨ y supongo que el nombre venía de donde se ubicaba. 

Al final de un pasillo largo y estrecho, ausente de cualquier rayo de luz que podría filtrarse, se encontraba el temible bar, donde según recordaba Francisco,  su padre solía ir por las noches, se esfumaba cuando la luz de la luna se hacía notar y las estrellas alumbraban cada esquina, cuando todos en el vecindario dormían, menos los dueños de ¨La oscura¨. 

Nos adentramos en aquel sitio y solo vimos a siete personas, sentados con botellas de cerveza en la mano o copas de tequila, vodka, whisky , o quien sabe qué. La edad promedio no bajaba de los cincuenta y no era un buen ambiente para dos adolescentes de ciudad.  Nos dirigimos hacia el mostrador, donde un hombre de unos treinta años nos atendió. 

-  ¿Qué desean? 

- Por ahora nada, simplemente teníamos una consulta que hacerle - Respondo sin más. 

- Disculpen pero no pueden permanecer aquí si no van a consumir. 

Su mirada era fría y escalofriante, poco amigable para un hombre de su edad, no le sentaba para nada bien. 

- Bien. Dos vasos de coca- cola light, si puede ser. 

Francisco me observó perplejo, como advirtiéndome que estaba llevando por mal camino la situación, o algo por el estilo. El chico del mostrador comenzó a reírse a carcajadas y no paraba de mirarme con esos ojos malditos. 

- Oye, si no tienes lo que te pido simplemente dime y nos iremos. 

- Brenda no, no podemos dejarlo por aquí, debemos encontrarlo. 

- Está bien. Dos cervezas, Corona por favor. 

Él destapó las botellas y nos las dio, aún sonriendo. Claramente era difícil que dos jóvenes frecuentaran el lugar. Teníamos un solo objetivo y debíamos cumplirlo esa noche. 

- Disculpa. Acabo de ordenar, así que ya puedes contestar lo que te pido. Necesitamos saber si este hombre ha sido visto por los alrededores. - Dije enseñándole una fotografía. 

El chico nos dio la espalda por cinco segundos, mientras recogía los vidrios de un vaso roto y le sangraban los dedos al mantenerlos en sus manos. Luego se dio la vuelta y nos miró fijamente para pronunciar unas simples líneas.  

- No sé absolutamente nada de este tipo y tampoco deseo saber. Retírense. Se los pido por su bien, no son horas de que dos niños estén en esté lugar. 

-  Lo conoces. ¡Maldita sea, lo conoces! -Francisco tomó las botellas que se ubicaban en el mostrador y  las derramó al suelo, haciéndolas volar en pedazos. Mientras todo el público presente quedaba perplejo ante tal reacción, el chico seguía recogiendo pedazos de vidrios rotos. 

-  Lárguense de aquí si no quieren problemas. -Expresó una voz a lo lejos. El supuesto dueño del bar, quien se encontraba sentado en un sofá de dos cuerpos, con sus botellas de alcohol en mano. 

Francisco se encaminó hacia él y yo lo seguí detrás, por miedo a que cualquier cosa ocurriera. 

-  Se quien eres y mi padre concurría a este bar todos los días de su vida. ¿Me dirás que no sabes nada acerca de su ausencia? Por favor, no seas tan cruel. 

Con un cigarrillo entre los labios y la botella de vodka en una mano, el hombre respondió. 

-  No me importa tu maldito padre, niño. Podría estar muerto y tirado en un hoyo mil metros bajo tierra que jamás me importaría, ni a mi ni a nadie en este mundo. 

-  Púdrete en el infierno, rata inmunda. 

Él se retiro por la puerta dando un golpe brusco a esta. Tomé su mano cuando logramos salir del local y lloraba desconsoladamente. Se acurrucó contra la pared y sus ojos no paraban de emanar ese duro sufrimiento. Me senté junto a él, como muchas veces lo había hecho, desde que nos conocíamos, lo abracé y besé su frente, mientras posicionaba su cabeza en mi pecho. 

-  Tranquilo Fran, por favor tranquilo. Quedan dos lugares por visitar y algo en el fondo de mi alma me dice, que tu papá estará en uno de ellos. 

- Es inútil, mi ángel. Gracias por intentar esto conmigo, pero debemos retomar el camino a casa. Hemos conducido cientos de kilómetros para nada. 

- Y no me importaría conducir unos miles más, si eso causara en ti una sonrisa. Un simple esbozo de felicidad, quiero a mi Francisco de nuevo. 

Libérame (Completa, en fase de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora