22.Pequeños saltamontes.

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Cuando a la mañana siguiente desperté, claro está que no deseaba hacerlo. Me quedaría con él, abrazada a su pecho, por toda la eternidad, pero como todo sueño que alguna vez acaba, aquella noche también culminó.  

Seguía en la misma posición en la cual el sueño le había vencido. No se movió un milímetro más ni menos. Observé cada parte de su ser, cada poro de su piel, cada lunar en su cuerpo, y no me cansaba de hacerlo. Hasta que él despertó, con mi rostro cercano al suyo y solo sonrió. 

-Hola -Dijo curvando sus labios. 

-Hola bello durmiente. Has descansado un buen rato hoy. -Acaricié su mejilla y él imitó mi gesto. 

-Creo que cuando alguien está muy cómodo, lo menos que quiere es despertar. 

-Supongo que así es. Tampoco yo quería hacerlo. Además es sábado y digo, tenemos todo el día para los dos. 

-Así es princesa. ¿Sabes que? -Me miró como si una gran idea se le ocurriera. 

-¿Qué? -Respondí ansiosa. 

-Me invaden las ganas de llevar a Mati a alguna parte. Es muy compañero nuestro, últimamente, vive cerca de nosotros todo el tiempo y lo noto muy hiperactivo. 

-Bueno, es activo, demasiado diría yo. Así ha sido desde niño. 

-Llevémoslo a un parque de juegos. 

-Me parece una buena idea, ama treparse en esos juegos de colores, los que tienen muchos fierros  y parecer un monito. 

-Se de cuales hablas, también yo amaba hacerlo. -Rió, no sé si de mi tan clara descripción o de sus recuerdos.

-Y bueno, luego lo llevaremos a tomar un helado. Tengo mis ahorros aún.

-Fresa es su favorito. Pero no hace falta, yo también tengo mis ahorros, pagaré esta vez. 

-Bien, ve a despertarlo, voy a cambiarme. 

-Entonces me quedaré unos minutos, y bajo luego. -Él rió y se cubrió con la sábana. 

-Soy muy tímido para esto. 

-Era una broma señor tímido que se enamora de personas tímidas. -Sonreí y lo besé, para luego ir a buscar a Mati a su habitación y encontrarlo ya despierto. 

Miraba por la ventana, a una pequeña ave que se posaba en la cima de un árbol. 

-Mati, hola pequeñito. ¿Que miras? -Dije sentándome a su lado. 

-A un canarito que está solo. Seguro esté esperando a su mamá. 

-Seguro que si, pero no se demorará en llegar, no te preocupes. Oye ¿Quieres ir a dar un paseo? 

-¿Un paseo? ¿Dónde? -Aplaudió repetidas veces y sonrió.- Si quiero. 

-Genial, ponte una linda muda de ropa, y nos iremos en -Miro mi reloj- Unos diez minutos. Apúrate. 

Apronté mis cosas y en segundos, él estaba a mi lado. Me abrazó por la cintura y sonrió. 

-Veo que ya estas lista. 

-Así es, espero a que Mati baje. 

-Rico perfume , huele a rosas. -Dice besando mi cuello. 

-Será porque su envase tiene una rosa dibujada. No lo sé -Reí. 

-Ya me he vestido -Dice el pequeño, bajando las escaleras casi corriendo. 

-Genial campeón. -Chocan sus puños y yo sonrío al verlos tan felices juntos. 

-Vamos pequeños saltamontes, no quiero regresar tarde a casa. 

Caminamos unas tres cuadras, hasta llegar a la parada de autobús. Demoramos unos veinte minutos como mucho,  para llegar al lugar que queríamos, a la plaza más cercana.  Estaba repleta de niños corriendo de un lado al otro, brincando entre los juegos del parque. La única melodía que se lograba escuchar, era la de esas risas indomables, aquellos gritos y sonidos de leves caídas al bajar de los columpios o los tobogánes.

-¡Quiero en ese, quiero en ese! -Gritaba Mati, mientras yo solo observaba a mi alrededor. Quería subirse a ese juego de trepar, que tanto le gustaba. 

-Vamos Fran, ve con él. -Dije tomando su mano. 

-Pero soy una persona grande, sería estúpido que me vieran todos allí, entre los pequeños.

-¿Sabes lo que es estúpido? Que te preocupe lo que los demás piensen de tí, que no hagas las cosas que quieres solo por temor a que no le guste al resto del mundo. ¿Que importa el resto del universo? Ve y recrea esos momentos que tanto disfrutaste algún día, por Dios. 

Él solo me miró sorprendido de que tantas palabras salieran de mi boca en cuestión de tan pocos segundos. 

-Claro, tienes toda la razón, como es habitual. -Respondió.

Y al instante los vi, juntos, trepando aquella cosa, sonriendo y tomándose de la mano al subir. Él ayudaba a que Mati no se resbalara en los fierros coloridos. Y es cierto, las personas lo miraban asombrado, pero a ninguno de los tres nos importaba eso, estábamos felices, juntos. 

Todo pasó mientras yo tomaba mi batido de frutilla, que le había comprado a un señor, el cual se paraba todas las tardes en la plaza a venderlos. Eran realmente exquisitos, no probé en mi vida mejor batido que ese. Y además del batido, no podría tener mejor vista que aquel par de pequeños, jugando juntos  entre aquellos coloridos juegos, entre los 'que dirán' de la gente. Y amaba esa vista panorámica, amaba ser tan afortunada, de tener a mis dos hombres favoritos, frente a mi, aquel día.

Libérame (Completa, en fase de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora