33.Espera.

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Me quedo sentada en la sala de espera, porque sé que en algún momento nos vamos a cruzar y porque no comprendo como se enteró del incidente desde la cárcel. 

Estoy  asombrada del tiempo que he pasado aquí y como estoy llevando adelante toda la situación. Pensé que me costaría aceptar todo lo que ocurrió, pero sin embargo descubrí que para algunas cosas puedo ser muy fuerte. 

El hospital está sumamente tranquilo,  no se escuchan  niños llorar,  ni madres alborotadas, ni sujetos llorando por los rincones porque su familiar se ha ido o lo han desconectado. Hoy nada destruye la paz del lugar. Hasta que veo unas enfermeras correr por el pasillo.

-¡El paciente de la 227! - Grita la muchacha morochita, la más amable de todas. 

-Necesito al médico de guardia. - Dice otra de ellas. 

Reacciono al instante, es el  número de habitación de Francisco. Van hacia él. 

-Disculpe. ¿Puede decirme lo que ocurre? - Tomo el brazo de una de las enfermeras y la retengo. 

-No puedo, no estamos seguros. 

-¡No están seguros de lo que le pasa! - Le grito en su rostro y ella se asusta, recula sus pasos y corre hacia la habitación. 

-Señorita por favor, mantenga la calma, de lo contrario tendremos que pedirle que se retire. - Trata de calmarme la enfermera que está frente al teléfono llamando insistentemente.

-Voy a entrar. 

-No podrá ser posible, están en medio de una intervención médica. - Dice mientras cuelga el teléfono y se acerca a mi.

Miro hacia todas las direcciones y a lo lejos se acerca el médico que lo atendió el primer día. Me mira dos segundos, me sigue la mirada, entra a la habitación y cierra la puerta, dejándome afuera.  Me dirijo hacia la enfermera. 

-Dígame qué es lo que pasa. ¿Ha despertado? 

-Aún no, ha tenido una recaída. Se ha alterado con la visita, reaccionó pero no de la manera esperada.  Su pulso se aceleró y estamos tratando de ayudarlo. 

-Quiero verlo,  necesito verlo. 

-Lo mejor es que esperes a que el médico se retire de la sala y pueda informarte de lo ocurrido. 

Me dirijo hacia la ventana y trato de quitar los malos pensamientos de mi mente. Miro hacia afuera, como hago todos los días, y espero. Se que es imposible seguir peleando por entrar, ya que  no está permitido que esté dentro mediante la intervención. Por lo tanto, prefiero alejarme hasta que todo se calme. 

No puedo dejar de pensar en que esa persona que entró a verlo le hizo mal. Tendría que haber impedido su entrada  pero   no soy quien para hacerlo. 

Veo a un sujeto alto, de tez blanca y cabello rubio casi platinado salir del hospital y subirse a un   auto en la avenida. Es al único que veo abandonar el hospital desde que se armó el conflicto, pero no lo conozco, por lo tanto  no tiene que ver con  nada. Arranca el coche y  gira en el primer cruce, hasta donde llego a visualizar. Ni siquiera entiendo el porqué de mi curiosidad con ese sujeto. 

Hace quince minutos que espero respuestas y nadie es capaz de dármelas. Tengo miedo de lo que pueda suceder con Francisco, tengo miedo de acabar perdiéndolo.

-Acompañante de Francisco. -Escucho la voz de la enfermera y corro hacia ella. 

-Yo, Brenda.

-Tranquila linda, él se repondrá. Es muy fuerte, está en perfectas condiciones, solo tuvo un desliz, eso es todo. No llores. 

Ella me abrazó mientras mi rostro se teñía de lágrimas y me contuvo. No sé si el llanto es producto de la tristeza que siento, del enojo por haber permitido que esa persona entrara, o de emoción al saber que por fin está bien. Creo saber que es una mezcla de todo.          

-¿Por qué no puedo entrar? Dije separándome de sus brazos. 

-Solo será por unos minutos más, el doctor Will está tratando de controlarlo nuevamente. Pero está fuera de peligro, sigue en estado de coma, pero saldrá. Tú y yo sabemos que saldrá. ¿No? 

-Claro que saldrá de ello. Gracias por todo. 

-De nada Brenda. Y por cierto, mi nombre es Elizabeth, estoy siempre aquí, por cualquier cosa. 

-Gracias Elizabeth, lo sé, siempre te observo por aquí. Gracias. 

Intento sonreír ante su amabilidad y me quedo allí en la puerta, esperando respuestas. Al menos ya no me siento tan sola, por lo menos los funcionarios me apoyan cada día y se interesan por la situación. Mamá también se preocupa por mi, pero le he dicho que no venga, que no es necesario.  

-Brenda. ¿Cómo estás? ¿Puedo hablar contigo un segundo? -Me dice el doctor mientras se asoma por la puerta.

-Claro, dígame. 

-Sígueme a mi consultorio por favor. 

Me guía hacia una pequeña sala que se encuentra en ese mismo piso y nos adentramos a ella. Me señala una de las sillas que se encuentran allí y saca algunos papeles. 

-Yo voy a ser sincero contigo, como lo fui la vez anterior. ¿De acuerdo? 

-Claro. - Respondo sin saber que es a lo que se refiere con ''sincero'' en  este caso, tal vez haya encontrado algún inconveniente en la recuperación. 

-Ese hombre no puede visitarlo ya más.  Necesito que lo mantengas fuera de esto, si vuelve a escuchar su voz tal vez no lo resista, porque fue eso lo que ocurrió. El cerebro de Francisco actúa ante las voces y nunca ha pasado en más de dos semanas lo que pasó hoy. Lo cual quiere decir que ante tu voz, él se siente tranquilo , su pulso es normal y él está bien, tú lo tranquilizas. El problema radica en su alteración ante otras voces, que tampoco son las nuestras, tanto las enfermeras como yo le hablamos a diario y esto nunca se había notado. La visita fue quien lo altero, y tú no debes permitir que vuelva a ocurrir. Nadie puede estar en la sala salvo tú, desde ahora. 

-No lo entiendo, fueron las mismas enfermeras quienes lo dejaron entrar, incluso me obligaron a apartarme porque solo una persona podía estar en la sala y supuestamente el sujeto no quería cruzarse conmigo. 

-Seguro que no querría. ¿Quién se acercaría al único testigo del accidente? Eso sería entregarse a la boca del lobo. 

-¿Qué quiere decirme? Ese hombre... 

-Ese hombre es quien hirió a Francisco, pude notarlo apenas me explicaron la situación. Además, conduce un Audi R8, no hay muchos de esos en la ciudad. Necesito que me ayudes, que cooperes conmigo en esto. Te entregaré este papel, autorizado por mi, léelo en voz alta.

Tomo aquella nota que había estado escribiendo el doctor desde que llegamos y la leo. 

-La señorita Brenda, acompañante de Francisco, paciente ingresado por traumatismo de cráneo es desde el día de la fecha, la única civil que puede acercarse al paciente. Debido a ciertos inconvenientes, queda en ella todo el derecho de permitir o no el acceso de cualquier otra visita a la sala 227.  

Firma: Dr Will Oberlin

-Así será desde ahora. Y me ayudarás a seguirle los pasos a ese hombre. 

-Claro que lo ayudaré. Cuento con usted y usted cuenta conmigo. - El me extendió la mano y me dio un suave apretón, nos despedimos y salí de la sala. Por única vez, siento que esto depende de mi, que aquel hombre que vi afuera, seguro era el maldito conductor, tal vez por eso no pude apartar mi vista de su auto, porque lo reconocí sin darme cuenta. Pero sé que encontraré su identidad lo más pronto posible. 



Libérame (Completa, en fase de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora