Se escuchaban ruidos extraños. Una sierra parecía cortar algo con gran esfuerzo. Más tarde, un soplete quemaba algo. No veía nada, pero podía escuchar. Un hombre con voz quemada hablaba con una mujer con la voz muy ronca. Dialogaban sobre unos necrófagos resplandecientes. Más tarde una puerta se abrió y se volvió a cerrar. En algún momento consiguió ver borroso. Un techo de color cobre, le pareció. Parecía que estaba tumbado sobre una camilla. Alguien se acercó a él.
─¡Por fin despiertas! ─dijo la persona.
Su voz era muy ronca. Se trataba de la mujer. No podía verla bien, lo único que apreciaba es que vestía con una camiseta de tirantes blanca y unos pantalones anchos marrones. Pasado un rato, pudo verla más nítida. Su pelo eran mechones sueltos color magenta. Sus ojos no tenían vida. No tenía nariz, ni labios. La piel de su cara estaba podrida y dejaba ver el interior de su boca por una mejilla. Sus brazos apenas tenían piel y se podían ver los músculos en algunas partes. Byron se dobló hacia un lado y vomitó en el suelo. No sabía si era por su estado o por el asco que le había causado la necrófaga. La mujer limpió el vómito enseguida.
─Te doy la bienvenida al Desguace. Soy la enfermera Graves, ayudante del doctor Barrows ─Byron no pudo evitar asustarse al oír el nombre del lugar─. No te fíes del nombre del sitio ─se apresuro a decir la enfermera─. El doctor es un experto en heridas, amputaciones y traumatismos. Iré a decirle que has despertado.
Dicho esto, la enfermera Graves salió por una puerta.
Byron apenas se acordaba de nada. Lo último que recordaba era que se había enfrentado a un supermutante cuerpo a cuerpo, una caminata a través de un campo de batalla y unas luces rojas parpadeantes.
Se inclinó un poco para poder ver mejor donde se encontraba. Era una sala rectangular y él estaba acostado en un extremo. Frente a él estaba la puerta por la que había salido la enfermera, y entre ambos, junto a la pared, un escritorio con un terminal y varias herramientas. En el otro extremo de la sala había otra puerta. Un necrófago descansaba sobre una camilla entre ambas puertas. Byron dedujo que era salvaje, debido a que no tenía ropa. Además, parecía estar muerto. Pudo ver que frente a la puerta del otro extremo descansaba una mujer rubia. En el centro de la pared opuesta a las puertas, había una ventana de cristal de vidrio que recorría toda la pared, protegido con una malla metálica. Al otro lado se oían pisadas y gemidos extraños.
La puerta volvió a abrirse. La doctora Graves entró en la sala acompañada de un necrófago ataviado igual que ella. La única diferencia era que en lugar de una camiseta de tirantes llevaba una de manga corta, con varias gotas de sangre. No tenía pelo y su piel estaba incluso más podrida que la de la enfermera. Dejó unos objetos sobre su escritorio y echó un vistazo a su terminal. Luego se acercó a Byron.
─El doctor Barrows a tu servicio. ¿Cómo te encuentras? ─su garganta parecía estar llena de cuchillas por el tono de su voz.
─Confuso.
─No me extraña ─replicó el doctor Barrows, sentándose en la silla de su escritorio─. Cuando te trajeron aquí presentabas múltiples laceraciones, contusiones, una mano rota, hemorragia interna y traumatismos. Yo diría que te enfrentaste a algún supermutante y saliste derrotado. Es un milagro que no hayas muerto.
El necrófago había dado en el clavo. Lo que a lo mejor no sabía era que la mayor parte de su combate con el supermutante había sido sin armas.
─¿Cuántos días hace que me trajeron aquí? ─inquirió Byron.
─Cuatro días. Alguien te había dejado a la entrada de nuestro hogar y la enfermera Graves te encontró por la noche. Nadie sabe que estás aquí aparte de la enfermera y yo. Si hubiéramos tardado un poco más en encontrarte ahora no estarías respirando.
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Fallout 3
Ciencia FicciónLa guerra... La guerra no cambia nunca. Desde los albores de la humanidad, cuando nuestros antepasados descubrieron que podían matar con rocas y huesos, se ha derramado sangre en nombre de Dios, de la justicia o simplemente de la rabia psicótica. E...