Capítulo 35 - Problemas en casa (Byron)

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Byron se despertó. La doctora Li, desnuda, estaba abrazada a él bajo la fina sabana que los cubría hasta la cintura. Miró su PipBoy, y tal como temía, se había quedado dormido. Eran casi las once de la mañana y amanecía a las siete. Se levantó despacio de la cama para no despertar a Madison y se puso el mono de refugio reforzado. Charon y Jericho debían de estar esperándole fuera, en el gran patio.

─Te marchas sin despedirte ─oyó decir a la doctora Li a sus espaldas, antes de que abriera la puerta.

Byron se giró y no pudo evitar sonreír al verla.

─Pensé que lo de anoche pudo servir como despedida ─dijo en tono jocoso─. Ahora debo marcharme.

─Si quieres podemos despedirnos de nuevo ─propuso la doctora Li con voz sensual.

─No creo que pueda ─dijo Byron, sentándose a su lado, cansado─. Debo irme ya. Te garantizo que encontraré el G.E.C.K., Madison.

─Llámame doctora Li ─bromeó ella juguetona, dándole un beso─. Te esperaré.

Byron le dio un último beso. Por un momento se pensó dos veces la propuesta que le había hecho la doctora, pero no podía retrasarse más. Salió de la habitación al tiempo que ella se volvía a acostar. Recorrió los pasillos del anillo b y a. Fuera aguardaban sus camaradas. Jericho sonrió cuando lo vio acercarse.

─Bastardo con suerte ─dijo dándole una palmada en el hombro─. La doctora Li tendrá unos cuarenta y cinco y en lugar de fijarse en mi indudable atractivo va y se fija en un enclenque como tú.

─¿Habéis conseguido armamento y munición? ─le preguntó Byron, ignorando su comentario.

─Nos han confiado unos rifles láser con munición de sobra para llegar a Little Lamplight, una docena de granadas, comida en lata y una botella de litro llena de agua potable para cada uno, ¿qué te parece?

A pesar de que les habían dado rifles láser, Charon seguía portando su escopeta de combate. Parecía no querer cambiarla por nada del mundo. Byron dio el visto bueno y salieron de la Ciudadela. Debían dirigirse hacia el noroeste, lo cual los llevaría a Megatón y podrían ver como había quedado.

Fueron por la vera del río Potomac y pronto llegaron a Grayditch. Era un alivio no tener que enfrentarse a hormigas de fuego. Se escuchaban ruidos en el interior de la casucha del doctor Lesko y de pronto se le oyó gritar:

─¡Bryan deja eso!

Al parecer el joven Wilks se dedicaba a molestar al doctor Lesko, y era comprensible, no tenía a nadie más con quien pudiera jugar.

Continuaron la vera del río hasta llegar a las tiendas Superguay. El aire ya se notaba irradiado. Subieron por la cuesta hacia el oeste hasta llegar a Springvale. No quedaba ninguna casa en pie, ni siquiera en la que vivía Plata. Desde allí ya no se veía la muralla de Megatón, como cabía esperar. Caminaron entre las rocas hasta llegar al asentamiento. Era un ruina. Todo estaba destrozado y mantuvieron la distancia para no morir de radiación. Una leve niebla amarillenta lo cubría todo.

─¡Hola! ¿Eres Byron? ─oyó a su espalda. Al girarse vio a una necrófaga─. Aún me pitan los oídos de la explosión. ¿Qué ha pasado?

La necrófaga tenía dos mechones de pelo rojo, e iba ataviada con un mono de trabajo azul. Y su voz... Era Moira Brown, la dueña del almacén de Craterside.

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