Capítulo 6

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El resto del día transcurrió con cierta normalidad –comparado con los hechos anteriores–, que consistía en mí estando en mi habitación leyendo cualquier libro que encontré por allí o pintando, y Jared... Bueno, no sé muy bien con exactitud qué estaba —está— haciendo en este momento. Almorzamos en silencio comida recalentada y transcurrido un rato me dijo que iba a salir con unos amigos y luego agregó unas gloriosas palabras:

—Yo me encargo de que haya pizza para la cena.

No cuestioné ni pregunté nada después de esas palabras que alegraron mi tarde. Unos diez minutos más tarde se oyó el claxon de una camioneta afuera, y dedicándome una media sonrisa, cerró la puerta. Eso fue como a las tres de la tarde.

Dejo el libro marcado en la página en la que estaba y lo guardo en la librería de nuevo.

Alcanzado mi teléfono, que indicaba que eran las 4:52pm me encamino hacia el que yo llamaba Mi lugar de trabajo... o de ocio para ser exactos. No era más que el patio trasero de mi casa, el cual si no fuera por mí, estaría lleno de maleza abundante, hierba seca y lleno de bichos, o cualquier otro ser que se arrastrara o moviera de forma asquerosa. Asco.

Normalmente, cuando tenía suficiente inspiración para venir aquí, traía mi caballete que me había regalado mi tía Eleanor –la hermana de mi mamá– y pinturas, tizas, crayones, etc. Pero hoy estaba mucho más aburrida que cualquier otro día, así que dejé mi teléfono en la mesa de picnic reproduciendo mis canciones y corrí hacia el armario y saqué mis pinturas súper especiales. Y sé que acabo de sonar cómo una niña pequeña, pero es que estas pinturas aparte de ser especiales para superficies duras, eran especiales para mí por quien me las había regalado. Casi nunca las utilizaba por ese motivo. Pero hoy el sol brillaba más, igual que mi imaginación.

Ah, soy toda una poeta, lo sé.

Lo más sensato era que buscara mi caballete, pero como en otras varias ocasiones, busqué una superficie diferente... cómo el tronco de un árbol. Lo bueno de ese árbol era que tenía un viejo columpio hecho de neumático –saben, esos que aparecen en las casa de las muñecas Barbie y en las películas de gente ilógica y ridículamente antigua– por lo que pintar en el tronco no sería tan incómodo. Me senté entre el hueco del caucho y contemplé por un momento qué pintar. Teniendo más o menos mi idea clara, mojé el pincel con pintura blanca y comencé a pintar con Here de Alessia Cara sonando en el fondo.

Después de una hora, me dieron unas muy fuertes ganas de hacer pis, y si no iba en este momento mi vejiga explotaría cómo la bomba islámica en París. Ja. Chiste cruel.

Me levanto descuidadamente dejando las pinturas en cualquier lugar y corro escaleras arriba cerrando la puerta fuertemente. Después de esa liberación, bajo las escaleras hacia el patio con más calma. Me detengo un momento en la mesa de picnic para cambiar la canción por una mas animada y regreso a mi puesto.

Entonces estaba tranquila de la vida sin molestar a nada ni nadie, casi sentanda en el columpio para las Barbie's cuando de inteligente, si, se me ocurre pisar sin cuidado en el pasto... Justamente donde están las pinturas. Todas. Tan atenta yo cómo siempre.
Mi pie –el que por cierto, aún me duele de la caída de ayer– se resbala con las sustancias espesas y caigo obviamente al suelo de trasero. Las pinturas se mezclan entre si con rapidez tanto en la grama como en el aire un momento antes de caer encima de Jean azul. Oh dios.

—¡Me lleva la que me trajo! —apoyándome en la grama para levantarme termino cayéndome de espaldas otra vez por esa estúpida mezcla—. ¡Argh!

A este punto no me sorprende que tenga el rostro lleno de pintura por llevar mi manos descuidadamente allí, frustrada. No se qué me pasa hoy con la coordinación de mi cuerpo. ¿Será un tipo de karma por hacerle bullying a Jared? ¿O era por el chiste cruel del atentado en París? Quizá.

Una chica rubia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora