Sean:
Había ido solo a la plaza. Estaba anocheciendo. Los chicos estaban cada uno en su casa descansando. Pero yo no quería irme a casa. No quería ver a mis padres. La gente ya se estaba yendo a su casa, a verse con sus familias.
Un chico se sentó a mi lado. Ya lo había visto un par de veces. Era el que boxeaba en los galpones. Había peleado con Silver. ¿Qué hacía acá? Lo miré de reojo. Él estaba recostado, con los ojos entrecerrados, mirando hacia arriba. Llevaba puesto...
— Deja de mirarme, es extraño — soltó una risa. Volví mi vista al frente rápidamente. ¿Cómo se había dado cuenta? — Debes relajarte... no sé cómo te llamas. Estás muy tenso todo el tiempo.
— Es que me pongo nervioso — ¿Por qué había admitido eso? Soltó una risa.
— Te entiendo, pero no deberías, acá no hay que simular nada. — Parecía tan tranquilo, tan feliz, que lo envidiaba. — ¿No vas con tu familia?
— No quiero — miré mis pies. — No los soporto. ¿Y vos?
— Ellos son mis padres adoptivos — dijo tranquilo. — No tengo interés en ir a cenar con ellos hoy, les dije que iba a verme con un amigo.
— Pero estás acá.
— Si, pero la estoy pasando mejor. — Se levantó de golpe. — Ven, tenemos que comer algo.
Comenzó a caminar por uno de los caminos de la plaza. ¿Qué le sucedía a este? No sabía. Pero... lo seguí igual. Corrí hasta su lado y luego seguí su paso tranquilo.
— Con que eres de la pandilla de Silver — tiró la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. — Me sorprende.
— ¿Por qué?
— Porque eres demasiado bueno como para estar con esos patanes. — No le respondí, pero si lo miré. De un momento para otro, me tiró un puño. Pero no me dio. Lo esquivé por el costado y le pegué en las costillas. Este se retorció de dolor, pero así y todo soltó otra carcajada. — Te lo dije.
— ¡¿Y a vos que te sucede?!
— Sabía que eras bueno, amigo. — Amigo. Me había llamado amigo.
— Y yo pensaba que eras intocable — de repente me sentía mejor. Liberado y tranquilo... En paz. Solté una risa real, y hasta a mi mismo me sorprendió.
— Y ahora sabes que no — me giñó un ojo. — Pero esto queda entre nosotros.
Ambos reímos. Seguimos hablando, contando cosas. Me contó de los galpones y de cómo era. Eso quería yo. Me contó de Samanta, la chica con la que andaba en algo. Del mejor amigo de esta: Lucas. Parecían bastante unidos. Yo quiero algo así, pensé.
— Este viernes vamos a ir a comer a lo de Sam, me dijo que si quería podía invitar a alguien — comentó cuando ya estábamos volviendo. — Si quieres puedes venir, y tal vez te convenzamos de que te nos unas al fin.
— Me encantaría — dije luego de unos segundos. La sonrisa que tenía en mi rostro no la borraba nadie. Intercambiamos números y me dijo que pasaba por mi casa antes de ir a lo de Sam, así llegaban juntos.
Él se fue a su casa y yo seguí camino a la mía. Eran las dos de la mañana. Ni me molesté en avisar a que hora llegaría, así que no me sorprendió encontrar las luces del comedor prendidas cuando llegue. Mis padres estaban ahí, y en cuanto entre, con mi sonrisa, me empezaron a gritar.
Yo los escuché apoyado en la pared, recostado. Relajado y con una leve sonrisa dibujada en los labios. Estaba tranquilo. Yo solo asentía a lo que ellos decían, sin decir nada e ignorando cada una de las palabras. Después de mucho tiempo, podría decir que estaba realmente feliz.
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Un Kiss, SamNovels