Lucas:
Esta vez la rubia y la pelirroja me habían abandonado. Mi mamá me había prácticamente obligado a venir con ella al estudio, porque en casa no había nadie. No quiso dejarme en ninguna casa, ya que "se le hacía tarde".
Estuve sentado como de costumbre en la parte de atrás de lugar mirando a las chicas bailar, hasta que en un momento me quedé dormido.
Sentí que alguien me sacudía el hombro y repetía mi nombre. Abrí los ojos lentamente y me encontré con el rostro de una chica. Su cercanía me sobresaltó, a lo que me enderecé rápidamente, chocando nuestras cabezas. Ambos nos quejamos por el golpe.
— Lo siente — le dije luego de unos minutos.
— No importa — se encogió de hombros. Tenía el pelo castaño atado en una coleta, y tenía unos grandes ojos cafés. No era muy alta y era flaca, como cualquier bailarina. — ¿Lucas, cierto?
— Sí, ¿y vos cómo te llamas?
— Lisa — sonrió tímidamente. Me paré, haciendo notar la gran diferencia de altura. Parecía más chica que el resto de las chicas.
— ¿Cuántos años tienes? — le pregunté sin pensármelo dos veces.
— Trece — teníamos la misma edad. — ¿No me recuerdas? —la miré confundida. ¿Recordarla? ¿De dónde? Ella rió. — Vamos al mismo colegio, compartimos una clase — intenté ver en mis recuerdos si la había visto en algún lado, pero no lo conseguí. — Literatura con Stevenson.
Chasquee mi lengua. Ahora entendía porque no la recordaba. En esa clase me sentaba con Sam, y nunca prestaba atención a otra cosa que no fuese el profesor o Sam.
— Siempre te sientas con tu novia... — continuó, pero no logró terminar la frase ya que no logré contener la risa. — ¿De qué te ríes?
— Yo no salgo con enanas diabólica, rubias de ojos celestes, y mucho menos si se llaman Samanta Simons — le sonreí de lado. — Ella es mi mejor amiga.
— Oh — fue lo único que dijo antes de que mi mamá entrara en la sala.
— Lisa, llegó tu madre — anunció y ella depositó un beso en mi mejilla y se fue corriendo en dirección a la puerta. Mi mamá se acercó y me pellizcó una mejilla. — ¿Ahora no es tan malo venir, no?
Sentí como mis mejillas se calentaban y me alejé bufando.
— Sigue siendo una tortura — le dije, aunque no era totalmente cierto.
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Un Kiss, SamNovels