Sean:
Solo, otra vez. De los trece años de vida que tuve, solo pocos momentos fueron felices, con mi familia completa. Convencer a mi madre de salir a la plaza había sido difícil, pero lo había logrado. Pero ahora que me encontraba aquí, viendo como todos los otros chicos juegan, charlan y se divierten, me arrepiento. Ellos tienen amigos, yo no. Siempre andaba solo, encerrado en mi casa. Me senté debajo de un árbol, tiré mi cabeza para atrás y cerré mis ojos.
Imaginé que tenía amigos, que no estaba solo. Que todas las noches comía con mis dos padres sentados en la mesa. Me imaginé llegando al colegio la siguiente semana, caminando hacia un grupo de chicos, mis amigos. Eso era lo único que quería. Un amigo, solo eso. Pero era imposible.
— ¡Hey! — la voz de un chico me sacó de mis pensamientos. Abrí los ojos y vi a un chico de mi edad parado enfrente de mí. — Sí, tú.
Me paré y me sacudí los pantalones con las manos. Al instante los reconocí. Eran cinco chicos. Ellos eran alumnos de West High School. Tenían mi edad, y yo compartía algunas clases con ellos. Siempre estaban juntos, y ninguno menor o de nuestra edad hablaba con ese grupo. Algunos hasta les tenían miedo. ¿Qué querrían conmigo?
— Sean, ¿cierto? — preguntó Silver. Ese no era su nombre, pero así le decían. Nadie sabía el por qué, pero tampoco se sabía su verdadero nombre. Yo asentí nervioso. — Yo soy Silver — señaló al pelirrojo que tenía al lado. — Él es Simon. — Señaló al chico rubio que se encontraba al lado de este. — Él es Marco. — Luego señaló a un chico un poco más bajo que el resto que era rubio también. — Él es Benjamin. — Y por último señaló a un chico que era muy similar a él. Era morocho, alto y de tez blanca, pero este último, a diferencia de Silver, tenía pecas y ojos verdes, y Silver tenía ojos celeste claro y no tenía pecas. — Él es mi hermano, Chuck. — Miré a cada uno de los miembros de esa… ¿banda? — Queremos que te nos unas.
Me quedé petrificado. ¿Qué acababa de decir? Era imposible. No lo podía creer.
— ¿Q-qué-é? — estaba nervioso. Muy nervioso.
— Queremos que formes parte de nuestro grupo — habló Chuck.
— ¿P-por qué? — mis nervios no lograban desaparecer.
— Pareces solo.
Y eso fue lo que logró que reaccionara. Ellos me ofrecían unirme a su grupo, a ser parte de su banda de amigos. Amigos. Finalmente tendría amigos. Alguien con quien estar. Sonreí. Los nervios desaparecieron, y la alegría me inundó, embragándome como nunca antes había sucedido. La soledad había desaparecido. Ahora tendría amigos.
Una vez mi madre, en las pocas veces que había estado, me había dicho que había una clase de deseos que siempre se cumplían. Esa clase de deseos que deseabas con el corazón. Mi deseo del corazón era tener amigos, alguien con quien estar. Y mi deseo del corazón se volvió realidad.
-.-.-
Un Kiss, SamNovels