La herida de la mano le latía intensamente.
Eso, la tormenta y a los últimos acontecimientos dentro de la Delegación Departamental de Investigaciones, había logrado ponerlo de un humor peligroso.
La oficina del jefe era una de las más acomodadas. Muebles nuevos, paredes impecables, cuadros de buen gusto y una computadora de última generación. Sin embargo, para él, no dejaba de ser una jaula de cristal. Deambulaba de un lado a otro como un animal aprisionado, haciendo crujir los vidrios que aún quedaban en el suelo, vestigios de su escaramuza horas atrás.
- ¿Por qué no se sienta?
El tono del Comisario Mayor estaba lejos de ser cordial. El Comisario Santillán lo miró furibundo desde su metro noventa de altura. Se estaba conteniendo para no responder algo indebido.
- No, gracias.
Su voz sonó como un gruñido profundo, sugestiva mixtura de rabia y dolor.
El jefe esperó pacientemente que los empleados de mantenimiento terminasen de colocara el vidrio nuevo de la puerta de su despacho antes de volver a dirigirse a su subordinado que continuaba caminando sin pausa.
- Por favor, siéntese – reiteró en voz baja.
A pesar de sus palabras educadas, la frase fue imperativa. El policía no se dio por aludido, apoyó ambas manos sobre el escritorio y se inclinó hacia adelante con el ceño fruncido y los dientes apretados.
- Señor, si tiene algo que decirme, dígalo y no perdamos más tiempo – gruñó ofuscado.
Para cualquier otra persona la imagen de un hombre enorme a punto de estallar de ira sería suficiente para desistir de cualquier tipo de conversación, pero el Comisario Mayor Sánchez estaba acostumbrado a este gigante iracundo en particular y no le prestó atención a la amenaza velada que encerraba el tono de voz. En su lugar, se detuvo a mirar la mano vendada que continuaba sobre el escritorio.
-¿Cómo está su mano? – preguntó con algo de preocupación – El médico me dijo que tuvieron que darle siete puntos.
El comisario se incorporó rápidamente y metió la mano en cuestión dentro del bolsillo de su gabardina. La luz blanca del tubo fluorescente resaltó aún más el color arrebatado de su rostro.
- Está bien – gruñó entre dientes – El médico exageró, yo solo necesitaba que quitase los restos de vidrios.
El Comisionado chasqueó la lengua al tiempo que sacudía la cabeza en forma negativa.
- ¡Siéntese, Santillán!
La orden directa no admitía réplicas. Estoico, la gran mole se dejó caer sobre la silla en medio de una sinfonía de gruñidos incoherentes, pero no se relajó. Estaba listo y atento para ponerse de pie de un salto a la menor provocación.
- No fue muy inteligente de su parte atravesar el vidrio de mi puerta con su puño. Es más, fue una muestra de negligencia imperdonable – comentó el jefe mirándolo disgustado -. Y lo peor es que lo hizo frente al Secretario del Ministro de Seguridad.
Santillán se encogió de hombros.
- No me importan esos estúpidos políticos – escupió con gran resentimiento -. Son unos idiotas que tiene un cargo de jerarquía y no saben nada en realidad.
Sánchez bufó fastidiado.- Pero tienen el poder para dejarlo fuera de la Fuerza – le recordó ceñudo.
El Comisario Santillán no pudo contenerse y volvió a ponerse de pie. Había perdido el poco control que le quedaba. El rumor de los truenos se sofocaba ante el sonido de su voz.
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EL INFIERNO DE EVA
Mystery / ThrillerTodo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal. Friedrich Nietzsche 1844-1900 ¿Cuantas veces podemos tomar decisiones equivocadas sin autodestruirnos? ¿Cuantas veces podemos decir te amo y arrepentirnos sin pagar las consecuencia...