Paulatinamente, la tenue llovizna había logrado empapar su sobretodo oscuro.
Como una titánica estatua incrustada en la vereda encharcada, Lucas Santillán esperaba pacientemente, sin inmutarse por las inclemencias del tiempo. Las piernas levemente separadas, el torso erguido, las manos en los bolsillos y la mirada alerta que no despegaba de la entrada del edificio aledaño.
La noche había avanzado agazapada detrás del cielo cubierto de nubes oscuras. Poco después del inadvertido atardecer, el movimiento comenzó a declinar. Los esporádicos transeúntes que aún deambulaban por la calle evitaban toparse con él, dando un gran rodeo o cruzando a la vereda de enfrente.
A un par de horas de iniciada su atenta vigilancia, la figura que aguardaba cruzó las puertas de vidrio y se dirigió decidida hacia la calle. Con pasos rápidos y enérgicos, él alcanzó a interceptarla en cuanto dejó atrás el último escalón del edificio.
- Buenas noches.
La mujer de ojos café, rizos caoba y un vientre abultado, no pareció sobresaltarse al descubrir su proximidad. Alzó la cabeza para enfrentarlo y lo observó insolente
- ¡Comisario Santillán, que sorpresa! – saludó impasible -. Creí que ya habíamos terminado con todo el papeleo.
Él la observó detenidamente, intentando descubrir que era lo que la hacía tan diferente a la Eva que había conocido algunos meses atrás.
- En realidad tiene razón, los casos ya están cerrados – explicó comedido -. Esta no es una visita oficial.
Con un gesto inconscientemente refinado, ella sacudió la cabeza para quitarse el cabello del rostro y lo enfrentó sin titubear.
- ¿Es decir que no tengo obligación de hablar con usted si no lo deseo? – preguntó impertinente.
Era una de las posibilidades para las que se había preparado. Sin embargo no pudo ocultar totalmente su decepción por el súbito final que prometía la charla
- No – respondió sombrío -. No tiene obligación de hablar conmigo si no lo desea.
Ella no tuvo ninguna de las reacciones que él esperaba. Permaneció quieta y observándolo como queriendo leer en sus ojos los profundos secretos de su mente. Lentamente, una suave sonrisa espontánea fue instalándose en su rostro.
- Me alegra poder decidir al respecto – comentó despreocupada -. ¿A qué se debe su visita?
Abiertamente aliviado por el giro inesperado de los acontecimientos, el comisario se atrevió a devolver la sonrisa.
- Quería saber cómo se encuentra – explicó amable mirando el brazo que había sido herido.
Eva movió el miembro en cuestión con soltura y se encogió de hombros.
- Ya casi no me duele pero aún no me dejan manejar – comentó indiferente –. Por otro lado, me estoy empapando.
La sutil observación lo hizo volver a la realidad. Desconcertado, Lucas advirtió que la leve llovizna había comenzado a transformarse en un aguacero. Algo incómodo por su falta de cuidado señaló el vehículo estacionado en la acera.
- Tengo mi auto allí – dijo diligente -. Vamos, así no se moja.
Ella asintió y ambos se dirigieron rápidamente hacia Chevrolet azul. El comisario abrió la puerta del acompañante para dejarla subir y luego rodeó el vehículo mientras se quitaba el sobretodo. Lo arrojó en el asiento trasero y se acomodó al volante.
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EL INFIERNO DE EVA
Mystery / ThrillerTodo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal. Friedrich Nietzsche 1844-1900 ¿Cuantas veces podemos tomar decisiones equivocadas sin autodestruirnos? ¿Cuantas veces podemos decir te amo y arrepentirnos sin pagar las consecuencia...