CAPÍTULO 18

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La oficina había ido quedando vacía.

La noche acometió lenta e inexorable dejando a su paso silencio y quietud. Solo dos personas aún permanecían en las dependencias de la Departamental rodeados de papeles, jarras de café vacías y computadoras apagadas. Lucas, absorto en sus pensamientos, los codos sobre el escritorio y la cabeza entre las manos, parecía no haberse dado cuenta del transcurso del tiempo. Lara, agotada de dar vueltas sin sentido dentro de la habitación saturada de aire viciado, se acercó y le colocó la mano sobre el hombro.

- Ya pasaron casi tres semanas, Lucas, y no hemos avanzado en nada – comentó fatigada -. Lautaro Montiel no parece querer seguir los pasos de su hermano y Miguel Calderón ha desaparecido completamente de nuestro radar.

Esperó a que él la mirase antes de proseguir

- ¿Por qué no te olvidas de todo por esta noche y salimos a cenar? – invitó persuasiva – Pizza por metro en La Esquina y el postre en la cama.

Lucas sonrió pero sacudió la cabeza, las invitaciones de su colega hacía tiempo que no lo sorprendían pero, últimamente, le provocaban demasiados dolores de cabeza.

- ¡Vete, son las diez de la noche! – ordenó cansado - No sé qué diablos estás haciendo aquí.

Lara se sentó en el borde del escritorio atiborrado de carpetas, envoltorios sucios y manchas de café, enfrentándolo.

- Exactamente lo mismo que tú, grandísimo idiota – escupió enfadada -. Pierdo mi tiempo.

Él no pareció ofenderse por el insulto, por el contrario, volvió a sonreír agobiado.

- Estoy tratando de cerrar este caso de una vez por todas – comentó con aire resignado -. No tienes por qué quedarte a hacerme compañía.

Ella empujó el viejo sillón de ruedas con el pie alejándolo del escritorio.

- Vamos, ya es tarde – reiteró con un guiño cómplice -. Deja los papeles y salgamos de ronda.

Lucas le dio una palmada en el delicado tobillo para quitar su pie del medio.

- Lara, tienes más de veinte tipos embobados que esperan que les des una oportunidad para hacerte la mujer más feliz de la tierra – masculló fastidiado -. ¿Por qué no sales de aquí y llamas a alguno para que te haga compañía?

Ella sacudió su cabeza en una negativa rotunda y se desperezó como si fuera un felino a punto de iniciar su actividad nocturna.

- Tal vez mañana me decida por uno de ellos – dijo estirando los brazos sobre su cabeza - Esta noche quiero pasarla contigo.

El comisario masculló algunas maldiciones mientras acercaba nuevamente su negro sillón de cuero maltratado al escritorio.

- ¿Por qué yo? – interrogó exasperado - Soy un viejo malhumorado que no tiene nada que ofrecerte.

Lara, esbozando una sonrisa mordaz, volvió a empujar el sillón con su pie, alejándolo aún más que la vez anterior, y lo miró desafiante.

- Debe ser porque eres el único que no me acosa – comentó con una mueca burlona -. Me gusta más cazar que ser cazada.

Lucas resopló fastidiado ante la imposibilidad de mantenerse en su sitio, tomó el tobillo de la oficial con su gran mano y lo levantó colocándola en una posición precaria mientras la observaba especulativo.

- ¿Es decir que si empiezo a perseguirte me vas a dejar en paz? – preguntó reflexivo.

Con un movimiento brusco ella consiguió que la soltara, luego subió ambas piernas sobre el escritorio estirándolas para impedir que él tuviera acceso a los documentos.

EL INFIERNO DE EVADonde viven las historias. Descúbrelo ahora