Lo había evitado durante toda la mañana.
Aunque probablemente había logrado su cometido porque él no la estaba buscando. Si Ramiro la quisiera cerca, todos sus esfuerzos por mantenerse a distancia hubieran sido en vano. Caminó entre la multitud pretendiendo pasar desapercibida mientas divagaba. El día continuaba tan radiante como se había vislumbrado durante las primeras horas de la mañana y el movimiento de gente había aumentado después del almuerzo. Ajena a toda la algarabía, había pasado las últimas horas intentando develar el misterio de los negocios de su marido. Se esforzó por recordar las conversaciones que había escuchado durante el tiempo que llevaban juntos, buscando una pista para descifrar sus actividades. No sabía si él era muy bueno ocultando las cosas o ella era una absoluta estúpida incapaz de entender nada pero, aunque sabía cuáles eran los negocios legales, no podía siquiera suponer a que actividades clandestinas se estaba dedicando.
El resoplido del caballo a sus espaldas la sobresaltó. Se giró apurada pensando en cómo evitar ser atropellada por un montador distraído y se encontró cara a cara con una hermosa yegua alazana preparada para jugar. El jinete desmontó a su lado.
- Hola.
A pesar del casco y del atuendo nada convencional, lo había reconocido inmediatamente. El impacto la descolocó haciendo que sus piernas se aflojasen y se le disparase el corazón. Se dio cuenta que la atracción y el deseo no había desaparecido después de aquella desdichada mañana ya que irrumpieron con más fuerza ahora que lo volvía a enfrentar.
- ¡Lautaro, que bueno es verte!
La sorpresa jugó en su contra. En vez de encararlo con calma y cierta despreocupación, las palabras brotaron con aires de desesperación. Tendría que tranquilizarse pues no podía dejar que él sospechase la verdad. Su cuñado la miró desconfiando. Sus ojos negros, esos que le despertaban recuerdos y nostalgias, la escudriñaron como intentando descubrir sus pensamientos más íntimos.
- ¿Está todo bien? – preguntó con aire preocupado.
Por un momento, Eva deseó fervientemente arrojarse a sus brazos, decirle que lo amaba y pedirle que la sacase de allí. Sería fácil huir en ese momento, en medio de la confusión de la multitud. Pero el recuerdo del arma en el cajón fue suficiente para descartar la idea. Con un esfuerzo supremo compuso una sonrisa plástica.
- ¡Por supuesto! – mintió descaradamente -. ¿Por qué no habría de estarlo?
El efecto de sus palabras fue inmediato. Con una agonía indescriptible ella percibió cuando sus ojos se endurecieron y el rostro se cubrió con una máscara de indiferencia.
- Bueno – dijo con frialdad –. Me alegro.
Eva sintió que su alma se retorcía de dolor ante el evidente desprecio que destilaba su mirada. Deseaba revelar la verdad y suplicar por su ayuda pero no podía sacar de su mente las palabras de Ramiro: "me vería en la obligación de matarlo". Lautaro contempló a su alrededor como evaluando el panorama antes de volver a hablar.
- Es más, te felicito – dijo mordaz.
Eva lo miró ansiosa, intentando descifrar en esa frase ambigua algo que jugara a su favor. Pero los gestos y el tono dejaron muy claro que tendría que esperar algún comentario insultante. Se volvió hacia la yegua y comenzó a acariciarle el cuello como distraída. Lautaro rechinó los dientes y se interpuso entre ella y el animal lanzándole una mirada de advertencia, su respiración algo más agitada que lo normal daba cuenta que su actitud lo estaba provocando.
- Has conseguido todo lo que deseabas – murmuró en tono punzante – Has jugado bien tus cartas y tienes todo lo que siempre quisiste para ti.
Eva se recordó una y otra vez que debía mantener la farsa por el bien de los dos pero le dolía el reproche contenido en sus palabras.

ESTÁS LEYENDO
EL INFIERNO DE EVA
Mystery / ThrillerTodo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal. Friedrich Nietzsche 1844-1900 ¿Cuantas veces podemos tomar decisiones equivocadas sin autodestruirnos? ¿Cuantas veces podemos decir te amo y arrepentirnos sin pagar las consecuencia...