Las luces del automóvil iluminaron los vidrios empañados.
En la cocina, Eva suspiró resignada y apoyó las manos sobre la mesada de mármol buscando apoyo. Ramiro había llegado más temprano que lo habitual, demasiado pronto para su gusto. Esperaba que no pretendiera cenar con ella. Había decidido prepararse unos sándwiches y un jugo y no tenía ningún interés en pasar las próximas horas compartiendo una agotadora y aburrida velada con él.
La última semana había sido difícil. La había mantenido enclaustrada en la mansión. Durante el día, era custodiada por el personal de la estancia, quienes creían realmente que ella estaba pasando por una depresión debido a su embarazo. La sombra de la internación psiquiátrica con la que Ramiro la había amenazado ahora era más tangible. De la vigilancia nocturna se encargaban media docena de röttwailers asesinos que hacían de los jardines y el parque su territorio de caza. Cualquier intento de escape o ingreso ilegal sería cruelmente reprimido por varias decenas de dientes. Por otro lado, estaba siempre su marido, omnipresente y omnipotente. Con la facultad de cobrarse en cada oportunidad la supuesta afrenta recibida aquel fatídico domingo por la tarde. Volvió a suspirar cuando escuchó los pasos que se acercaban por el pasillo. A pesar de oír abrirse la puerta no se dignó girar para saludar al recién llegado hasta que escuchó una voz inesperada.
- Buenas noches.
El guardaespaldas de su marido se encontraba apoyado en el marco de la puerta. Eva lo miró con frialdad y sin responde el saludo continuó con su tarea. Tenía que aceptar la presencia de Ramiro pero no tenía porque aguantar a su lacayo. Decidió ignorarlo y terminó de preparar su jugo exprimido. Sintió que el sujeto entraba en la cocina manejándose con soltura. Por el ruido que hacía, sospechó que estaba preparándose alguna bebida. A pesar de su decisión, el paso de los minutos la estaba poniendo nerviosa y comenzó a mirar la puerta por la que debería entrar su esposo. Al final, maldiciendo por lo bajo, se volvió hacia el guardia para encontrarlo apoyado en la mesa, mirándola divertido.
- ¿Ramiro? – gruñó nerviosa.
La escueta pregunta fue hecha en un tono belicoso. Lucas continuó bebiendo el líquido ambarino que colmaba su vaso sin apurarse en contestarle. Solo después de algunos minutos al ver la mirada rabiosa de su interlocutora se dignó responder.
- Tuvo que viajar – respondió de la misma forma.
El alivio que sintió al saber que se vería libre de la aborrecida presencia de su marido duró solo hasta que se percató que estaba aislada del resto del mundo, en compañía del custodio. La aparición, hasta ese momento fastidiosa, ahora se le antojaba un tanto amenazadora.
- ¿Y usted que hace aquí?
La interrogación no sonó todo lo indiferente que ella quería. De alguna manera, la inquietud se filtró en su voz. Él se encogió de hombros y sonrió.
- Su marido me dejó encargado de cuidarla – explicó solícito.
Cuidarla era un eufemismo. Había más de veinte personas a su alrededor durante todo el día que decían que la cuidaban pero que estaban dedicados a brindarle a Ramiro un pormenorizado listado de lo que hacía o dejaba de hacer. Lucas Santillán era simplemente otro sirviente encargado de impedir que ella pudiera librarse de las garras de su esposo. La ira se abrió paso dejando de lado cualquier tipo de recelo que pudiera existir con respecto a la presencia del guardaespaldas a su alrededor.
- No necesito que me cuiden – soltó furiosa -. Mucho menos usted.
Lucas se encogió de hombros y apuró el último trago de su vaso.
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EL INFIERNO DE EVA
Mystery / ThrillerTodo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal. Friedrich Nietzsche 1844-1900 ¿Cuantas veces podemos tomar decisiones equivocadas sin autodestruirnos? ¿Cuantas veces podemos decir te amo y arrepentirnos sin pagar las consecuencia...