Había cometido un error.
Eva maldijo entre dientes y decidió levantarse. Llevaba horas dando vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño después de despertarse de una pesadilla gracias a los truenos. Se colocó la bata sobre el fino camisón de raso y dejó la habitación de puntillas. Si de algo estaba segura era de no querer despertar a su marido. Ramiro se había acostado hacía poco y ella había fingido dormir para evitar cualquier tipo de confrontación.
El viejo caserón estaba silencioso y, a pesar de la calefacción de los dormitorios, el aire de los corredores estaba frío. Mientras caminaba, su respiración se condensaba frente a sus labios después de cada suspiro. Recorrió el pasillo superior y se asomó por el hueco de la escalera. En la planta inferior no había luz pero eso no la intimidó a seguir su derrotero nocturno. Bajó los escalones lentamente, evitando los chirridos habituales y, sin encender ninguna lámpara, se dirigió decidida hacia la cocina.
Había cometido un error. En realidad, varios y, para complicar aún más la situación, esa noche sobradas cosas le recordaban aquella otra, tres meses atrás. La tormenta, la oscuridad, el viento aullando entre los árboles y, sobre todo, esa vulnerabilidad interior y el deseo de liberarse de una vez y para siempre, de la terrible sensación de vacío y soledad.
Accionó el interruptor y la luz amarillenta de la araña bañó la amplia y confortable habitación. El ambiente era más cálido allí gracias a la cocina económica que había permanecido encendida todo el día pero sus pies descalzos sufrían la embestida de las heladas piedras del suelo. Colocó la pava con agua sobre la hornalla y se sentó en una de las pesadas sillas de algarrobo que rodeaban la mesa redonda. Subió los pies y se hizo un ovillo mientras recostaba la cabeza sobre sus rodillas.
Había cometido demasiados errores pero el principal era haberse casado con Ramiro Montiel. Las dudas despertadas por los crípticos vaticinios de Lautaro la habían corroído durante las semanas previas a la boda. Eso y las sospechas estimuladas por su propia experiencia habían logrado que los días anteriores a la ceremonia fueran los más largos de su vida. Pero si en algún momento había pensado seriamente en cancelar todo, la conmoción que le produjo descubrir que estaba embarazada había inclinado la balanza definitivamente hacia el sí. Apretó los brazos alrededor de las piernas hasta que sintió la presión en el vientre. Allí estaba ahora, aunque todavía no se notara, su razón para luchar por una vida mejor.
Aún no podía creer que las cosas se hubieran complicado hasta ese punto pero la verdad era irrefutable. Para cuando ella comenzó a preguntarse si el embarazo no sería una última e insospechada consecuencia de su pérfida noche de pasión, Ramiro ya estaba propagando a los cuatro vientos que el heredero estaba en camino. No tuvo más opción que dibujarse una sonrisa en el rostro y aceptar las felicitaciones cuando lo único que realmente deseaba era huir lo más lejos posible, preferentemente con Lautaro.
No había vuelto a hablar con él, ni siquiera se le había acercado el día de la boda. No lo culpaba, él tenía razón en todo lo que había dicho, pero no por eso le dolía menos. Había fantaseado con su irrupción en la ceremonia oponiéndose al enlace en el momento crucial, quitándole a ella el peso de la decisión y evitando tener que enfrentarse con Ramiro. Pero solo había sido un sueño vano que nunca se llegó a concretar. Nadie habló en su defensa, nadie la rescató. La ilusión del príncipe azul que salva a la princesa no fue más que eso, una quimera.
El ruido de la puerta abriéndose de golpe y estrellándose contra la pared la sobresaltó. La inmensa figura del guardaespaldas de su marido irrumpió la habitación y se dirigió velozmente hacia la cocina. Eva ahogó un grito y se levantó de un salto. Descalza, con los oscuros rulos alborotados, la bata suelta sobre el delicado camisón, blanca como el papel y temblando por una extraña combinación de frío y terror era un cuadro digno de contemplar. Lucas Santillán no pudo menos que admitirlo antes de encararla furioso.

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EL INFIERNO DE EVA
Bí ẩn / Giật gânTodo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal. Friedrich Nietzsche 1844-1900 ¿Cuantas veces podemos tomar decisiones equivocadas sin autodestruirnos? ¿Cuantas veces podemos decir te amo y arrepentirnos sin pagar las consecuencia...