Las risas provenientes de la sala principal habían logrado alterarla.
Reconoció la voz de la mujer policía mientras bajaba la escalera y sintió el calor de la ira arrasar todo su ser. No soportaba más las visitas reiteradas, ni los llamados telefónicos que habían hecho que Lautaro saliese con prisa rumbo a la ciudad durante la última semana. A su ya precaria situación emocional, había tenido que sumarle la certeza que no era competencia para la escultural beldad.
Se miró en el espejo del hall y odió cada centímetro de su cuerpo. Sus pechos hinchados, la cintura desaparecida, el vientre que empezaba a abultarse a causa del embarazo, el cabello rebelde cada vez más rizado, las ojeras azules y la palidez casi espectral por tantas noches de insomnio. El cansancio, la ansiedad y el mal humor también habían causado estragos en su trato con el mundo. Comparada con ella, la belleza nórdica y la gracia sensual de la oficial Braun eran joyas relucientes en medio de la oscuridad.
Fuera eso, existía el problema de su relación con Lautaro que había quedado estancada en el vacío. Superado el impacto de la noticia de la muerte de Ramiro, había creído que las cosas entre ellos se arreglarían y retomarían donde se habían quedado. Sin embargo, después de casi diez días de permanecer juntos debajo del mismo techo, él aún no había intentado ni siquiera un sutil acercamiento.
Por supuesto la situación se había salido de su cauce por culpa de la diosa pagana que estaba en la sala, de eso no tenía ninguna duda. Con su voz ronca, sus sonrisas incitantes y sus miradas lascivas había logrado separarla de Lautaro, pero la cosa no iba a quedar así. Si ella pretendía seducirlo no lo haría bajo sus narices ni dentro de su casa. Esa fulana no sabía con quién se estaba metiendo.
Respirando profundamente y colocándose una gélida máscara de simpatía, Eva entró en la sala y se enfrentó a su cuñado con una sonrisa venenosa.
- Lautaro, no me avisaste que teníamos visita – dijo con helada amabilidad.
Sin esperar respuesta, siguió hasta el sillón donde él estaba sentado y se acomodó a su lado. Recién en ese momento se dignó dirigirse a la antipática invasora.
- ¿Qué sorpresa usted otra vez por aquí? Parece que la ley no descansa.
Lautaro se removió incómodo en su lugar y apoyó la mano en su brazo llamando su atención
- Lara,....la oficial Braun, tenía algunas preguntas pendientes – explicó deferente -. No creí necesario molestarte.
- ¡Qué atento! – comentó Eva regalándole una mueca irónica, luego se volvió a la visitante - En realidad estamos muy agradecidos por su interés en resolver cuanto antes los asuntos relacionados a la muerte de mi esposo, pero creo que su responsabilidad la lleva a extralimitarse.
Lara se enderezó en su asiento y la miró con algo de sorpresa.
- ¿Perdón?
Eva dibujó una sonrisa condescendiente.
- Por cumplir de la mejor manera sus obligaciones no se da cuenta que hay lugares y horarios que debería respetar – explicó cáustica -. No creo que lo que tenga para preguntarnos no pueda esperar hasta mañana en las oficinas de la DDI.
La oficial se ruborizó y su rostro se puso tenso, aún así esbozó una sonrisa formal.
- Tiene razón, no hay nada demasiado urgente – comentó rígida -. Lamento haberlos importunado.
Se levantó con elegancia del sillón y se acercó extendiendo la mano hacia Lautaro.
- Buenas noches, Lautaro – dijo con tono sensual -. Lo espero mañana en nuestra oficina.
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EL INFIERNO DE EVA
Misteri / ThrillerTodo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal. Friedrich Nietzsche 1844-1900 ¿Cuantas veces podemos tomar decisiones equivocadas sin autodestruirnos? ¿Cuantas veces podemos decir te amo y arrepentirnos sin pagar las consecuencia...