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El resto del día pasa en un abrir y cerrar de ojos, raramente ninguno en la casa me cuestiona mi desaparición en la noche, todos parecen aceptarlo muy bien y todos parecen creer que dormí en lo de mi compañera de trabajo, Winnie, quien no ha olvid...

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El resto del día pasa en un abrir y cerrar de ojos, raramente ninguno en la casa me cuestiona mi desaparición en la noche, todos parecen aceptarlo muy bien y todos parecen creer que dormí en lo de mi compañera de trabajo, Winnie, quien no ha olvidado nada de lo de ayer y no hace más que mandarme mensajes.

"Me tenes que contar todo" 1:30 am

"Vamos Mae, sin secretos" 3:43 am

"¿Ya te lo cogiste?" 7:50 am

Y esos eran los primeros nada más. Me digno a contestarle a la pobre, cuando puedo descansar un segundo de lo que estoy haciendo.

"Winnie, ¿qué hacías despierta a esas horas? estás completamente loca, ¡en el trabajo te cuento!"

Me lo paso limpiando platos y haciendo las tareas del hogar mientras que Mariel y Christian se toman un descanso para estar juntos en la intimidad de su cuarto, a lo que los chicos deciden irse a la casa de uno de los amigos de Michael del colegio.

Gracias al cielo, a Dios, o a quien sea que maneja allí arriba injustamente la vida, Mariel se encuentra bien y nada adolorida, el médico que la está tratando desde hace años decidió darle de tomar unas cuantas pastillas para aliviar, contrarrestar e incluso hacer que los dolores desaparezcan por completo. Christian está a pendiente del trabajo que cada tanto el jefe insoportable lo llama para comentarle y preguntarle su opinión acerca de unas cuestiones, pero a parte de eso, todo parece ir maso menos bien. (Nunca me atrevo a decir que del todo)

Me lo paso ocupada el resto del día intentando olvidar, pero sin remedio acordándome del beso cada segundo, cada minuto y cada hora de este agotador domingo. Me siento algo estúpida y adolescente, se que todo esto es precipitado y que no conozco a Adrien hace más de un mes pero se que lo quiero y eso me basta. Intento no pensar en él porque si lo hago comienzo a preocuparme, me invade esa sensación de inseguridad y miedo que prefiero evitar mientras que estemos alejados.


Me encuentro a altas horas de la noche inquieta, en la cama, moviéndome de un lado al otro incapaz de dormirme. No se nada de él y lo pienso más de lo que debería hacerlo. Me imagino en una situación hipotética en la que yo tengo quince años, Adrien dieciocho o quizás más, salimos hace menos de un mes, me besa, tenemos sexo y al día siguiente se va con lo que quería; un pedazo de mi. No puedo evitar hacerlo, sueno desesperada y muy patética, no hace falta que nadie me lo diga para que me de cuenta pero imaginarme todo tipo de situación en la que salgo lastimada una vez que empiezo a querer a alguien es algo que me pasa desde que soy muy chica.

Me remuevo incómoda bajo las calurosas pero reconfortantes sábanas y abro mi celular para ver si recibí algún mensaje suyo diciéndome que está bien y que tiene donde dormir. No veo señales de aquello y meditándolo durante unos segundos, me decido a enviarle un mensaje yo misma.

SIN FRENOS. [TOM HARDY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora