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Me despierto por tercera vez en el día y ésta vez el sol me lo tapa el cuerpo de Adrien, quien se encuentra durmiendo plácidamente apoyado completamente encima mío

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Me despierto por tercera vez en el día y ésta vez el sol me lo tapa el cuerpo de Adrien, quien se encuentra durmiendo plácidamente apoyado completamente encima mío. Me río sin poder controlarlo porque me pesa como mil toneladas y me corta la respiración, así que comienzo a acariciar su espalda como puedo para intentar despertarlo.

—Adrien...— lo llamo delicadamente. 

Me responde con un ronquido.

—Adrien.

Siento el pecho algo mojado.

—Adrien si me babeaste te juro por dios que te pateo las pelotas.

Empiezo a moverme de manera incómoda para intentar alejarme de su cuerpo pero lo único que obtengo como resultado es sacar un brazo. Comienzo a darle pequeños y delicados golpes en el hombro. 

Me gruñe levemente y da vuelta su rostro babeandome un poco más en el camino. 

—¿Me acabas de gruñir?

Gruñe como respuesta y riéndome me acerco a su oreja para gritarle y zarandearlo de un lado al otro con mis mayores fuerzas. 

—¡Me estás aplastando!

Sigo sin obtener respuesta, en el cuarto solo se pueden escuchar mi respiración entrecortada y sus leves ronquidos. Intento moverme pero me resulta imposible. Tardo creo que diez minutos en sacar una pierna de debajo de él y junto con el brazo lo empujo al piso con toda la fuerza que puedo conseguir en estos horarios y en estas condiciones.

—Mae qué carajos, estaba durmiendo muy bien

—PRIMERO—Le grito levantando un dedo para enfatizar mi punto. Me acerco a su rostro y le doy un beso en la mejilla.—Buen día.

Comienza a reírse y vuelve a acostarse en la cama, ésta vez, boca arriba haciéndome espacio para colocarme encima de él. 

—Me babeaste y me gruñiste, todavía no puedo creerlo.

Vuelve a reírse y se frota los ojos como un niño pequeño. La imagen me resulta tan dulce que creo que algo dentro mío se revuelve al sentir tanta plenitud. Nunca antes en mi vida había logrado estar así de feliz. 

—Perdón nena, tengo el sueño pesado.

—¿En serio?— le pregunto retóricamente y cuando me responde muy seriamente lo callo con un beso y agrego.—Las preguntas retóricas no se contestan grandulón. 

Coloca sus brazos por al rededor de mi cintura y nos acurrucamos unos segundos disfrutando la tranquilidad antes de la tormenta. Ambos sabemos que las cosas ni los momentos (ni las personas, me daría cuenta más tarde) duran para siempre. 

—¿Adrien?— lo llamo para que me mire y le pregunto algo que me estuvo molestando desde ayer a la noche.—¿Acaso se conocían con la enfermera esa hermosa que me atendió? Porque parecían cercanos, quizás estoy equivocada...

SIN FRENOS. [TOM HARDY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora