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Nos miramos por unos segundos sin decir absolutamente nada

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Nos miramos por unos segundos sin decir absolutamente nada. El ambiente de repente se vuelve completamente denso, no corre ni una pizca de aire y se me dificulta respirar. La excitación y el calor que sentía y tanto me acobijaban hace unos segundos desaparecen por completo y son reemplazados por miedo y un frío filoso como el del mismo invierno.

—¿Adrien?— intento vociferar pero mi voz me traiciona y no sale más que un suspiro de mis labios. —¿Vino de abajo?— le pregunto en un suspiro intentando calmarme internamente.

Lo veo asentir algo inseguro y lo veo pararse rápidamente de la cama poniéndose la primera remera y campera que encuentra mientras a paso lento pero seguro se dirige hacia las escaleras que llevan al comedor de su casa.

Armándome de valor junto mis cosas y lo sigo muy silenciosamente, tanto que ni siquiera el se da cuenta de que voy detrás.

Al llegar al comedor veo lo inimaginable, tres agujeros de bala, los tres en la enorme puerta de entrada, dejando los orificios claramente visibles.

Me siento algo mareada y confundida pero por el bien de los dos me mantengo dificultosamente de pie ya que las piernas no dejan de temblarme y me acerco a el sintiéndome algo más protegida.

—Mae tenes que irte— se gira de repente para decírmelo de manera muy seria.

—¿Acaso perdiste la cabeza?, ¡No pienso poner un puto pie afuera de tu casa antes de saber que todo está bien y ningún psicópata está ahí afuera esperando a que alguien salga!—Le grito incrédula y algo nerviosa—¡Preferiría conservar mi vida si no te molesta, muchas gracias!— no puedo evitar el sarcasmo, es parte de mi hasta en las peores situaciones.

Lo veo negar pero no me importa porque lo primero que pienso en hacer es llamar a la policía, ¡hay tres putos agujeros de balas en la casa por el amor de dios!

—Voy a llamar a la policía Adrien— le aviso y antes de poder comenzar a marcar los estúpidos números del celular, me lo quita bruscamente y me toma de los codos mirándome muy seriamente a los ojos.

—Si te digo que tenes que irte, es en serio Mae— me dice muy serio pero sus ojos lo traicionan y lo noto nervioso, preocupado, como...como si el maldito supiera por qué está pasando todo esto.

—¿En qué clase de problemas estás metido?— asustada le pregunto y mi voz vuelve a traicionarme y sale en un suspiro, imposible de escuchar. No puedo evitarlo, me encuentro hecha un desastre emocional, la cantidad de emociones diferentes que estoy sintiendo me desbordan.

—¡No es de tu incumbencia Mae, tengo que sacarte de acá! — me grita molesto mientras se lleva las manos al pelo para revolverlo de manera violenta.

Me quedo callada porque realmente no se como reaccionar, cada vez me siento más ajena a lo que está pasando y entiendo menos.

—¿No es de mi incumbencia?, Somos amigos hijo de puta, dos amigos que casi se besan de hecho, no me digas que ya te olvidaste de aquel pequeño detalle, así que ahora no me trates como si no estuviera involucrada en tu vida o como si no me preocupara por tu seguridad así que más te vale que me digas ahora mismo ¿¡qué carajos fue eso?!— le digo apurada elevando la voz y poniéndome algo nerviosa al verlo asomado a la ventana, parece estar fijándose algo, buscando algo o a alguien. Cuando termina con la ventana se dirige hacia el agujero que hay en la puerta inspeccionándolo, haciendo caso omiso a todo lo que acabo de decirle. Se agacha extrañado para juntar algo del suelo. Es una bala.

SIN FRENOS. [TOM HARDY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora