Capítulo Tres

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     Lapis tomó su almuerzo y se sentó en la mesa de siempre, al lado de Amethyst, Pearl, Jasper y la persona a quien recién conocía, Peridot. No estaban en la cafetería como varios estudiantes de la universidad, iban a almorzar unas cuadras más lejos; la comida era mucho mejor.

    —Así que... ¿qué pasó? —preguntó Amethyst.

    —Nada grave. Solo se quedará con Greg el fin de semana —dijo Pearl, con un tono algo molesto. No le gustaba quedarse en casa sola.

    —¿Quién es... Greg? —preguntó Peridot, luego de tragar un trozo de carne.

    —El padre de Steven —se dedicó a responder Amethyst, haciendo girar su tenedor (mágicamente limpio) entre sus dedos, como toda una buena baterista—. Tú sabes su historia, Dot. Su padre no vive con él: no es capaz... Rose ya no está... —Pearl se estremeció—. Pobre niño.

    Siguieron con lo normal. Comiendo mientras conversaban de cosas triviales. Ella hablaba poco; después de todo, nunca logró sentirse completamente "libre" junto a las chicas presentes; mucho menos con Peridot, a quien recién conocía.

    La primera en retirarse fue Pearl, quien no quería llegar tarde a clase. Le siguió Amethyst unos tres minutos más tarde. Compartían misma clase, pero la última no era una chupa medias. Peridot le pegó un codazo en las costillas a Jasper —quien rio— al ver como le veía el trasero a la camarera que retiraba sus cosas antes de irse a su clase; no quería que terminara tirándosela ahí mismo.

    Por lo que quedaron la estudiante de Biología Marina y la de Programación.

    Se puso a leer uno de los libros que tenía en su mochila, el cual era al cien por cien de su carrera; y Peridot se colocó un audífono en su oreja derecha, dejando el otro libre, y jugando Piano Tiles en su celular. Aún faltaban unos minutos para la próxima clase de Lapis, y Peridot era igual.

    Desvió la mirada de su libro cuando escuchó la silla en frente de ella frotarse contra el suelo, sin hacer un chillido, lo cual fue una salvación. Peridot retiró su mochila del respaldo de la silla con su mano izquierda y se la colgó al hombro. Lapis volvió a ver la mano de Peridot, cubierta con el guante de siempre, verde oscuro; mientras su otra mano iba al aire.

    —Voy a la biblioteca —le anunció Peridot mirando hacia la puerta de cristal.

    —Te acompaño —Se paró y levantó su mochila del suelo, colgándosela de un sólo hombro, al contrario de Peridot que usó ambos.

    Peridot simplemente respondió asintiendo.

    Salieron —ya habían pagado, tampoco eran tan descuidadas— y cruzaron por las calles, una al lado de la otra. Parecía como si en cualquier momento fuera a llover fuego directamente salido de la boca de un dragón infernal —sí, pff, lo normal— sobre sus cabezas. Había menos tránsito de lo común, lo cual era un punto a favor. Entraron a la universidad y pasaron por entremedio del resto de estudiantes, camino a la biblioteca unos pasillos y escaleras más adelante.

    Lapis aprovechó ese momento.

    —Hey, Peridot, ¿puedo hacerte una pregunta?

    —Ya la estás haciendo —dijo, sin desviar la mirada del frente.

    —Digo, ¿puedo preguntarte algo además de esto?

    —Procede.

    —¿Por qué llevas sólo un guante? ¿Es una moda nueva o algo? ¿Usar guantes con este calor?

    Le pareció haber visto una ligera sonrisa en la cara de Peridot, para luego ver que sus claros ojos verdes bajaron a ver su mano. Iba a su izquierda, por lo que pudo contemplar con claridad la escena.

    —Toma mi mano y dame un apretón.

    —¿Q... qué? ¿Por qué? —se sorprendió Lapis. Ella no iba en la vida así como así, tomando las manos de las personas.

    —Hazlo.

    Decidió obedecerle.

    Tomó su mano con su diestra normalmente, sintiendo la extrañamente suave tela del guante. Se sentía frío, eso ya le sentó extraño, pues con ese calor la piel debería habérsele calentado aunque sea un poquito. No dudó mucho y dio un pequeño apretón en la mano de Peridot.

    Se lanzó hacía atrás como de un susto al sentir que sus dedos no se hundieron en la piel. No era suave o blando como una mano normal, todo lo contrario. Peridot no pudo evitar reírse ante su reacción, de seguro había lucido estúpidamente asustada.

    —¿Qué era eso? —preguntó Lapis, volviendo a la normalidad, pero con un ligero tono asustado. Peridot no logró sostener otra de sus risas.

    Se sacó el guante y mostró su mano prostética. ¿Cómo podía tener una de esas tomando en cuenta lo caras que son? Una que funcionara con la mente y pareciera normal, al menos si tuviera algo que le cubriera. Lapis no lo sabía correctamente, pero tomando en cuenta lo nerd que era, no dudaba que pudiera haber conocido a algún desarrollador o incluso haber ayudado en eso. Aunque quizás estuviera exagerando con eso último.

      —¿Por qué...?

    —Nada importante. Un pequeño accidente —Peridot desvaneció su sonrisa.

    La de ojos azules soltó una risa irónica. Era inevitable.

    —No era un pequeño accidente si perdiste un brazo —Viró junto con Peridot para llegar a unos pasos de la biblioteca.

    —Un antebrazo y la mitad de un pierna —corrigió Peridot, levantando un poco la parte inferior su pantalón de mezclilla, dejando a la vista uno de los fierros que complementaban su prótesis inferior.

    —Bien. No era un pequeño accidente si perdiste un antebrazo y la mitad de la pierna —Hizo énfasis en las palabras "antebrazo", "y", y "mitad de la pierna."

    —Como quieras.

    Entraron al lugar, con la gente justa y necesaria. La universidad era buena, pero no tenía tantos alumnos; eso podía ser beneficioso o no a la vez. Invadía un silencio intelectual. Si eso no existía, pues venga, lo acabo de inventar.

    Justo al entrar por las puertas de madera, Lapis sintió la vibración del celular de Peridot. Eso sí que se hizo presente por el lugar. Nada más empezó, la señora administradora —una mujer de edad con cabello rubio— puso su índice sobre sus labios y dejó salir un estrepitoso "Shh". Vio la expresión de molestia en Peridot, quien estaba por protestar, pero le levantó el dedo corazón justo cuando la señora bajó la mirada. Sacó su celular del bolsillo y se encaminó a la salida a contestar. Lapis le susurró un "te espero dentro" y la más baja simplemente asintió con la cabeza. Entró, y Peridot cerró la puerta al salir; Lapis se dirigió a la mesa más cercana y sacó su computador para terminar un proyecto de Biología y escuchar música.

    Desde ahí pudo ver a Peridot a través de la puerta de vidrio de doble panel. Se preguntó por qué tenía su mano en su nuca y apretaba los dientes.

Ayúdame a Olvidar | Lapidot | Steven UniverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora