Capítulo Veintiséis

1.3K 105 70
                                    

    Malachite aprendía demasiado rápido para una niña de ya seis años, lo que le iba de maravilla a Peridot. No tenía que cuidar a una niña hiperactiva que solo quería destrozar cosas, no, cuidaba de una inteligente y tranquila menor. Claro, un tanto a social y violenta, pero la niña ya se había ganado importante parte de su corazón.

    Cosa difícil.

    No solo se había interesado en leer, si no que en expandir su vocabulario. Al principio no era como si Peridot estuviera emocionada o con muchos deseos de enseñarle, pero luego de ver su interés en casa, y que Lapis lograba convencerla de a poco, cedió. En poco más de una semana ya habían avanzado considerablemente, y Lapis se veía orgullosa al notar el interés de su hija en aprender del área de los números.

    Luego del incidente de casi tres meses atrás, Lazuli no dudó en trasladar sus cosas más relevantes a la casa de Peridot, poner una pequeña parte en una bodega que sus padres con suerte utilizaban, y puso en venta su departamento y resto de cosas luego de un par de trámites. No quería tener preocupaciones innecesarias, y librarse del estrés no le parecía mala idea, por lo que todo se hizo lo más rápido posible. Peridot fue a su lado cuando renunció a su trabajo, y también la convenció —con dificultad— a tomarse un tiempo antes de buscar otro, en lo que pudiera pasar la tarde con su hija y dedicar tiempo justo a sus estudios y sueño.

    Por mucho que le dijera que no sabía cómo agradecerle, Peridot le seguía respondiendo que ver esa sonrisa en su cara era más que suficiente.

    Y no se arrepentía de nada.

    Jamás se cansaría de estar al lado de ella en sus sonrisas, de verla jugar con su hija y terminar siendo empujada junto a ellas. De no ver las lágrimas caer por sus mejillas, el dolor que en algún momento estuvo presente en su interior. De las caricias en la cama, de las veces que volvían a hacer el amor. De todos aquellos momentos juntas... Nunca se aburriría.

    Se sentía bien ser feliz.

    Pero qué terrible era repasar todo eso cuando tenía una pistola apuntando a su cabeza.

    No era verdad de que toda su vida pasó frente a sus ojos, solo los momentos más preciados y que sabía que le iba a llenar de muchos más sentimientos. Todo se volvió más lento como si estuviera en una especie de droga, y su corazón latía de pura adrenalina.

    Fue cuando, como un milagro, Onyx retira con una velocidad impresionante el arma de las manos del hombre, y aparta a Peridot del camino tirándola del brazo, en un agarre que le pareció como de agujas. Cuando vio el vano intento de su media hermana de destrozar el revólver, supo que había salido del shock.

    Estaría exagerando, pero creyó que su brazo se había dislocado cuando Onyx la arrastró por las calles. No sabía muy bien qué era lo que había sucedido, había salido del shock pero tenía la visión borrosa a través de las gafas, y parecía que su mente hubiera salido a descansar de su cuerpo por un momento. Oyó la voz de su media hermana penetrar en sus oídos, pero no supo exactamente lo que dijo. Hizo lo posible por mover sus pies, y cuando sintió que estaba en el mundo real, se vio corriendo junto a ella camino a su casa, el lugar más cercano.

    —¡O... Onyx! —la llamó, y ésta giró su cabeza. No sabía muy bien qué decirle, y el sentido común llegó a ella—. ¡Hay que llamar a la policía!

    —¡Demasiado tarde! ¡No hubo tiempo para nada! ¿Recuerdas acaso algo de él?

    Se mantuvo en silencio, corriendo y pensando, hasta finalmente darse cuenta que solo se fijó en que era un hombre y tenía una pistola, y ni siquiera estaba segura de que era hombre. Únicamente eso. Negó lento con la cabeza.

Ayúdame a Olvidar | Lapidot | Steven UniverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora